Una historia que se aproxima a las perversiones del deporte infantil, donde la presión por ganar, el deseo de convertirse en ídolos y la búsqueda del éxito económico a toda costa deja a un lado “el juego” propio de esas edades, es la entrega más reciente del escritor Juan Antonio Ramos, quien desde hace varios años y, a pesar de la censura reciente del Departamento de Educación, ha desarrollado un notable catálogo de novelas juveniles. De grandes ligas, publicado por la Editorial SM, se presentó el sábado pasado en el contexto de “La palabra en plaza”, el conjunto de actividades que ha servido de antesala al “Festival de la palabra”, que comienza mañana en el Cuartel de Ballajá y que se extenderá hasta el 9 de mayo. Ser o no ser El acto de presentación fue también un “guiño” a los futuros lectores. Aparte de la amena conversación relativa a la obra que llevaron a cabo Ramos y el actor Eugenio Monclova, la actividad fue marcada por la intervención musical del conjunto “Días de enero”, que encabeza el hijo del escritor, Juan Gabriel. Como el “Gabriel” de “En grandes ligas”, el hijo de Ramos también fue pelotero en su niñez y vivió la encrucijada de todo adolescente: ¿qué quiero ser? ¿Pelotero o guitarrista? Preguntas que se constituyen en una alegoría de cuestiones existenciales más profundas y que nos remiten a la dualidad del ser humano. La novela ¿juvenil? Juan Antonio Ramos, siempre recordado por su relato “Papo impala está quitao”, que el actor Teófilo Torres convirtió en un monólogo legendario, lleva varios años escribiendo piezas dirigidas al público más juvenil. “Bracero y yo”, “El príncipe de Blancanieves”, “La última aventura de la pantera rosa” y “El amigo de Rita” son algunos de sus relatos con vocación educativa. “Lo más importante para mí es que la historia tenga fuerza y dramatismo. Lo demás tiene que ver con ajustes en el uso del lenguaje, con la presentación de unas situaciones con las cuales los lectores se puedan identificar y con unos matices. Por otro lado, sobre el debate sobre las ‘escenas sexuales’ o las palabras ‘de mal gusto’, yo no las utilizó porque si, sino en función de lo que cada historia pide”, explicó Ramos, quien despachó con mucho sentido del humor el episodio de la censura por parte del Departamento de Educación. Por otro lado, el escritor no tiene dudas del reto que supone escribir para jóvenes cuyos procesos de socialización y adquisición de información y conocimiento pasan por el consumo de las nuevas tecnologías, por ver más que leer, por lo concreto más que por las abstracciones. Por eso ahora estudia con más interés las tramas del espacio virtual, consciente de que su próxima “novela juvenil”, tendrá que recrear esas prácticas sociales emergentes.