Hace poco más de un mes, Diálogo le realizó una entrevista larga cual esperanza de pobre a ese maestro conocido como Justo Méndez Arámburu, fundador de Nuestra Escuela, y quien siempre se ha identificado con la educación de las clases marginales y con el trabajo social.
Es que él tiene cosas que contar: de cuando era joven, de cuando era menos joven, de cuán joven es ahora y de cuán joven lo hacen los jóvenes.
“¿Educación y política? Misma cosa. Eso es lo mismo. Política y educación es lo mismo. Ahora, tú decides si quieres irte por la ruta de la educación liberadora, la revolucionaria, la socialista y la que independiza, o si te vas por la educación colonizadora, opresora y domesticadora. Eso lo decide uno”, dijo en los primeros cinco minutos de la plática.
Pero la charla duró mucho más de cinco minutos. Duró dos horas y pico. Y tenía más carne que una hamburguesa de brontosaurio de Los Picapiedras. ¿Qué hicimos? Pues en vez de dar machetazos a diestra y siniestra, decidimos concentrarnos en cinco episodios contados por Justo, comenzando con sus peripecias de adolescente. Aquí están.
Episodio I: Cuando a ‘Justito’ lo botaron de la escuela
“’No, tú no puedes entrar así aquí’. Así me dijeron. Y exploté”.
Era el verano de 1966. Un joven Justo Méndez Arámburu, de 13 años de edad –o ‘Justito’, como sus panas de ‘cora’ le dicen– se encaminaba a su baile de graduación en la Escuela Libre de Música. Apenas daba sus primeros pasos en esto del activismo social y ya era experto en sacar por el techo al establishment.
“Yo no había podido manejar el divorcio de mi papá y mi mamá. Y estaba muy turbado”, comienza a relatar Justo la anécdota de cuando lo expulsaron de la escuela intermedia “por desajustao”.
“En ese momento llegaba a Puerto Rico el movimiento hippie. Por eso es que yo digo que, a mis 63 años de edad, ya cumplo 50 años de activismo. Comencé a los 13 en el movimiento hippie. Ahora, quiero aclarar que donde quiera que yo me he metido le he metido con todo, y al movimiento hippie le metí con todo”, prosigue, sin poder dejar escapar una carcajada sonora.
Sí, con todo: marihuana; hongos alucinógenos y dietilamida de ácido lisérgico, o LSD, para que entiendan mejor. Todo eso lo probó Justo hace más de medio siglo, por eso entiende bien la psiquis de muchos jóvenes con adicciones a los que le ha dado oportunidad de estudios.
“No, no, probarlo no. Yo todo lo hago con intensidad. Donde me detuve un buen rato fue en el LSD.
—¿Cuánto tiempo estuvo con los hippies?
“Tres años. Hasta que me expulsaron de la intermedia en la Escuela Libre de Música, luego de un baile de graduación”, apunta.
“Yo era excesivamente tímido, precisamente por toda esta situación del divorcio de mis padres. Primero, que soy hijo de maestros, y entonces yo vivía en un salón de clases, eso era mi casa. Yo lo que hacía era estudiar. En segundo grado de escuela elemental tengo mi primerísimo amigo, porque él fue el que se hizo amigo mío, Estrellita. Él era súper sociable, por él tuve muchos otros amigos”, continúa Justo.
Pausemos un momento. Pendientes a ese personaje de Estrellita o Estrella, pues seguirá saliendo en este frondoso relato de la vida y obra de Justo. Se trata del fenecido líder de la juventud independentista, nacionalista y socialista, Luis ‘Estrella’ Sánchez.
Le decían Estrella porque cuando era pequeño era “la estrellita” de su equipo de baloncesto y así se quedó. Ojo: a partir de ahora no usaremos comillas de apodo para referirnos a él. Ah, y recuerde que aquí a Justo siempre lo llamaremos por su primer nombre, pues porque, realmente, es lo justo.
“De la Escuela Elemental República de Brasil pasabas a la [Escuela Superior] República de México cruzando el patio, pero a mí me enviaron a la Escuela Libre de Música, que estaba por donde ahora están los bomberos en Hato Rey, cerquita de la avenida Domenech. Recuerdo que se formaban peleas entre la Libre de Música y la [Escuela Superior] Juan José Osuna… Bueno, en realidad los de Osuna llegaban a darnos, hasta que llegó un patrullero escolar llamado Julio César Andrades a poner orden”, recuerda.
Y entonces, más risas. Es que lo histórico puede ser risible. Quién diría que Andrades, icónico agente del FBI que se infiltró en las huestes independentistas jóvenes durante los setenta, comenzaría su carrera proautoridad en plena escuela intermedia. Pero esto es de Justo, no de lo injusto.
—Oiga, es interesante discutir esto de su experimentación con las drogas en momentos en que el consumo de marihuana se trata de lleno en la opinión pública.
“Ni pensarlo hace 50 años. Pero déjame explicarte. Porque para mí el activismo era mucho más que lo de experimentar con drogas”, aclara Justo.
“Yo tocaba flauta. Entonces, yo, que era excesivamente tímido, empiezo en esta onda de los hippies. Había un grupo de hippies en la escuela y venía el baile de graduación, y ellos querían que tocara una banda de rock y una de salsa, porque siempre tocaban dos de salsa. Yo fui y se lo dije a la principal y ella nos dijo que no. ¿Cómo? ¿Rock? ¿Pelús, hippies? ¡No! Y menos en la Libre de Música, que Los Latin Boys eran de allí. Yo no recuerdo mucho de esa época, pero recuerdo que ante esto se me ocurrió hacer un referéndum. No sé de donde rayos me saqué eso, pero me dio por hacer un referéndum entre los graduandos sobre si debían tocar dos orquestas de salsa, o una banda de rock –que fueron Los Carpetbaggers– y Los Latin Boys. La matrícula votó al 100% por que tocara la banda de rock y la principal lo tuvo que aceptar, pues era la voluntad de los graduandos”, narra.
“Y al baile de graduación fui como para un concierto de rock: en chancletas, con bellbottoms, con collares, con flores en el pelo, con camisa por fuera. Y no me dejaron entrar porque había que ir con zapatos y con gabán. ‘No, tú no puedes entrar así aquí’. Así me dijeron. Y exploté. Se me salieron todos esos tres años de represión interna, del divorcio de mis padres, de toda mi timidez, se me salieron en aquel baile. Empecé a gritar y a virar mesas. Hice un revolú y me botaron de la escuela, aunque ya me había graduado de la intermedia”, explica.
Justo indica que en ese momento “no me había metido nada. Lo más que salió fue el coraje del divorcio y toda esa rebeldía, o el miedo que sentía”. Lo expulsaron de la Escuela Libre de Música y de ahí lo enviaron “a una escuela que aceptaba títeres, que era la [Escuela Superior] Gabriela Mistral”.
Episodio II: Justo, Estrella y el final de los sesenta
“…un tránsito de rebelde a revolucionario…”
Lo encasillaron en el titeraje.
Bueno, no es para tanto, pero luego de ser expulsado de la Escuela Libre de Música, a ‘Justito’, aquel otrora hippie hijo de una maestra de escuela y de un profesor universitario; aquel que siempre acentúa que se le mencione su segundo apellido “porque si tuviese que escoger solo un apellido, escogía ese”; a ese aquel, ya lo tenían en la lista de los desajustados.
Ahora tenía que irse a una escuela nueva, fuera de su corillo hippie y en ruta, sin saberlo, hacia el activismo socialista e independentista. Y aquí es que brilla aquel panita que mencionamos horita. Aquí es que brilla Estrellita.
“Yo que era un pendejito, ahí sí estaba muerto del miedo. Ahora iba pa’ la escuela de los títeres”, inicia Justo el relato.
Antes de continuar, describamos brevemente la oficina dónde fuimos a entrevistar a Justo, en el espacio que sirve para albergar la parte administrativa de Nuestra Escuela, en plena avenida San Claudio en Cupey.
Allí, en una esquina, en un clavito, habita una boina, porque a Justo le encantan las boinas, y pues allí hay una a la que solo le falta estar dentro de una caja de cristal roja que diga “en caso de emergencia rompa el cristal”.
Por doquier hay alusiones a la independencia de Puerto Rico, afichitos, banderitas latinoamericanas, una que otra carita de algún prócer del siglo XX, eslogansotes de combatividad revolucionaria, ya ustedes saben.
En las paredes hay fotos de su familia, de todas sus hijas, de sus amigos. Hay un retrato grande de su hija Ana Mercedes, la inspiración para Nuestra Escuela, de quien hablaremos más adelante. También hay una foto grande de Estrella, su hermano cuando nadie lo era, curiosamente el padrino de Ana Mercedes. Tanto Ana Mercedes como Estrella partieron del mundo terrenal, aunque de forma espiritual se mantienen más presentes con cada día que vive Justo. Sigamos.
“Pues la Gabriela Mistral es la Escuela Superior de la República de México, que es la intermedia de la República de Brasil. De alguna forma mi mamá movió las fichas para que ese primer día de clases a mí me esperara en la puerta de la escuela un tipo que ya no era Estrellita, mi amigo de escuela elemental, si no que ahora era Estrella, que ya estaba hecho un hombre. Y me cuidó y yo quería janguiar con él, y él me invita para lo nuevo en lo que estaba, que era la Federación de Estudiantes Pro Independencia (FEPI) y el Movimiento Pro Independencia (MPI) en general, que empezaban a desarrollarse en Puerto Rico. Pero él me explica que en el movimiento donde él estaba no se podía usar drogas. Tenía dos opciones: seguir metiéndome droga a lo hippie, o janguiar con mi hermanito Estrella”, apuntó.
Justo dejó de meterse LSD y se volvió el Robin del Batman de Estrella, el Scottie Pippen de su Michael Jordan, el Jowell de su Randy. Eran inseparables, recuerda Justo, más cuando conocieron a Doña Juanita Ojeda, heroína independentista y líder del Partido Nacionalista que vivía al cruzar la calle de la Gabriela Mistral. Bueno, Justo aún empezaba a gatear en esto del independentismo, pero en estas lides Estrella le daba honor a su apodo.
“Ella organizaba unos mítines y allí iban unos panas de Estrella que tenían ganas de ser cantantes. Esos eran Noel Hernández, Roy Brown, ‘El Jíbaro’ Andrés Jiménez y el único que sabía cantar bonito que era el más chiquito de todos, uno al que apodaban ‘El Topo’, Antonio Cabán Vale. Ella influenció mucho a Estrella, al punto que esos mítines de la juventud eran básicamente los mítines de Estrella. Estrella llegaba allí y ponía un altoparlante con micrófono encima de un volky que nos habíamos comprado y cantaban todos por ahí. Había un micrófono para la voz y si tocaba un solo, lo bajábamos hacia la guitarra. Así se levantaba un movimiento de nueva trova”, recuerda.
Justo comenzaba a meterse de lleno en el activismo independentista. Trazaba su ruta “de la rebeldía a la revolución”, de la mano de muchas influencias.
“En la Gabriela Mistral, yo apoyaba a Estrella en algunas cosas de la FEPI, pero yo seguía con los ideales hippies, aunque sin drogas, todo enfocado en la paz y el amor, el pisanlov. A eso Estrella le añadió la libertad. Entonces, para mí influyó un movimiento que visitó la isla en aquel momento, que eran los Young Lords. Yo participé acá un tiempo con los loros, como le decíamos. Era el 1968, el ’69. De la high nos graduamos en 1971. Recuerdo a los loros en la Parada 23 de Santurce, cuando marchaban uniformados y con las banderas. Era una cosa espectacular, esa fue una influencia dura para mí”, dice Justo.
Los Young Lords influenciaron duro a ‘Justito’: [VIDEO]
“Pero el que realmente le dio más forma a mi ideología, más articulación a lo mío –porque con Estrella gané toda la emoción patria– fue mi maestro de cuarto año de español, Oscar Guzmán, y otro maestro de historia que era miembro del MIRA (Movimiento de Izquierda de Revolución en Armas), del cual me reservo el nombre, porque ya tú sabes. Pero, sobre todo, Oscar Guzmán”, revela.
Era un tiempo en el que el desarrollo de las urbanizaciones sanjuaneras estaba en pleno apogeo. Los residenciales públicos ya estaban establecidos. Justo recuerda cuando salía de la escuela y se iba a pasar las tardes a casa de Estrella, en el residencial Vista Hermosa. Y se acuerda también de cómo en los caseríos fue donde primero vio una buena organización comunitaria con respecto a movimientos políticos a favor de la independencia.
“En Vista Hermosa todo era bien organizado, había un núcleo sólido del MPI”, rememora.
Esa también fue la época de la lucha contra la Guerra de Vietnam y el Servicio Militar Obligatorio que forzó la inscripción y participación en la milicia de muchos jóvenes puertorriqueños en cuanto cumplían los 18 años.
Ya para ese momento Justo vivía “entre el movimiento hippie y el revolucionario, un tránsito de rebelde a revolucionario, que, curiosamente, era el título del primer disco que se hizo de nueva trova, que lo hizo Noel Hernández y se llamaba De rebeldes a revolucionarios”.
Aquí un pana de Justo, Noel Hernández, cantando su tema insigne ‘Guerrillero, guerrillero’. [VIDEO]
“Convergieron de repente muchas luchas a las cuales los que comenzamos como hippies nos movimos”, confiesa.
“Se comenzaron otras luchas ya de más conciencia nacionalista, la lucha contra la explotación minera, de la privatización de las playas, haciéndole frente a las expansiones en el Caribe Hilton, o a los desarrollos como el Hyatt en Dorado. Había otros movimientos en las comunidades, movimientos nuevos de trabajo social liderados por figuras como el profesor Joaquín Parrilla. Se conformaban todos los elementos que vienen a articular el movimiento revolucionario del ‘69 y el ’70. En ese momento de efervescencia de la lucha independentista, radical nacionalista y socialista, es que yo me encontraba graduándome de la high. Imagínate. Y de ahí pa’ la Iupi”, exaspera.
Episodio III: Justo en la Iupi
“Lo único que yo sabía era que no quería ser maestro”.
Corría el año 1971 y Justo y su pana Estrella, prepas con propósito, se abalanzaban al mar de la política y las causas sociales.
Estrella y él se integraron rápidamente a la Federación Universitaria Pro Independencia (FUPI). Justo recuerda, con los ojos cristalizados, que “había una combustión enorme” en la UPR.
“Era la lucha contra el militarismo, trasladada a la lucha contra el imperialismo, tanto en Vietnam por la guerra invasiva, como en Puerto Rico por la situación colonial.
La FUPI en aquel entonces estrechaba vínculos con la esfera internacional, tanto a nivel latinoamericano en la Organización Continental Latinoamericana y del Caribe de Estudiantes (OCLAE), como en la Unión Internacional de Estudiantes (UIE), con sede en Praga, República Checa. Con esas organizaciones, dice Justo, “aprendimos mucho. Se dio una sólida formación ideológica que nos despertó la conciencia de clase, con gran vínculo al sector sindical y el sector obrero”.
Contó que pasó por todas las facultades de la Iupi, pues “no estaba claro de lo que quería”.
“Lo único que yo sabía era que no quería ser maestro. ¡Yo vivía en un salón de clase!”, exclama, evocando su crianza bajo la lupa de doña Modesta Isabel Arámburu Morales, maestra de matemáticas y don Justo Méndez Colón, profesor de ciencia política.
¡Bendito, ‘Justito’, que iluso! Pronto comprendería que al que no le gusta el caldo le llenan el termo hasta home.