Le dicen Kiko Blade, pero su nombre completo es Ramón Blade Núñez Valcárcel. A través de su trabajo insiste en comunicar los pensamientos que a veces guarda en su cabeza. Las ideas que en algún momento pensó como absurdas o “al garete”, hoy forman parte de su entrega como actor, o -como diría él mismo- su delivery en escena.
A Kiko le interesa incomodar al público mediante la representación de lo que piensa, al mismo tiempo que lleva al escenario situaciones que ha vivido y que, quizás, sus espectadores también han experimentado.
“Esa es la parte incómoda, lo pensaste y te estás riendo. La gente, a través de la risa, juzga, se identifica, entiende [lo que hago] y me conoce”, expresó.
Para este actor la improvisación es “la vida misma”. Podrán decir que sus ideas son descabelladas, pero su intención consiste en ver cómo el público reacciona al mostrar lo que imagina.
Sus ideas pueden ser conceptos inofensivos o desagradables, pues van desde editar un fragmento de la canción Hasta que te conocí de Juan Gabriel, para provocar la risa en sus espectadores, hasta presentar una versión editada de la canción Quiero que me hagas el amor de Ednita Nazario -con todo y efectos especiales-.
Uno de los aspectos que más le gusta de su trabajo es que el público siempre determina qué hacer. Si se siente incómodo puede reírse, pero también puede pararse e irse, permanecer serio o desaprobar.
“Mi trabajo como artista consiste en crear una idea, comunicarme y expresarme a través del escenario. El público entiende lo que quiera entender, el juicio es de ellos, mi trabajo es comunicarlo”, puntualizó.
El artista hace de sus ideas conceptos memorables que muestran rasgos de su personalidad. No quiere ser un comediante de chistes genéricos y tampoco le interesa que su comedia esté por todas partes en las redes sociales, por lo que insiste en llevar sus improvisaciones y sketches al espacio físico que ofrece un teatro.
“Prefiero que las personas vayan al teatro para mantener esa cultura de ir a un lugar, sentarse, mirar lo que ocurre y reírse con los demás, porque me gusta la energía que se crea”, añadió.
Entre el hotel y el teatro
Antes de comenzar a relacionarse en el ámbito teatral, Kiko nunca imaginó que terminaría creando sketches o improvisaciones.
“Cuando estaba en grado 12 sabía que se iba a acabar la bayoya, que se iba a acabar el relajo. Estaba entre estudiar mecánica y aviación, turismo o técnico de refrigeración. Esas eran mis tres opciones”, expresó.
Al final se decidió por turismo y completó un bachillerato en Estudios Multidisciplinarios con concentración en Cultura Turística, pero no fue hasta tres meses antes de su graduación de la Universidad de Puerto Rico en Carolina, que supo que no quería ejercer lo que había estudiado.
Aun así, en sus años de estudios, Kiko tuvo la oportunidad de pertenecer a un grupo de teatro que le ofrecía exención de matrícula.
“Me quise meter al teatro, por eso participé de varias obras mientras estudiaba”, suscitó.
Para ese entonces le gustaba dialogar con las personas, el problema estaba en que había confundido el servicio al cliente con lo que podría ser un público en un teatro.
“Tenía esa confusión. A mí me gusta el servicio y me gusta ser servicial, soy así con mis amigos y con la gente que me rodea, pero no quiero que me paguen por trabajar en eso”, explicó.
Al graduarse de su bachillerato estuvo siete meses desempleado, hasta que comenzó a trabajar en hoteles.
“Me deprimía y me enfermaba. Era tanto el desánimo que terminaba enfermo. Sentía que estaba perdiendo juventud y energía”, compartió.
Mientras trabajó en el hotel, tomó sus primeros cursos de improvisación en la Liga Puertorriqueña de Improvisación Teatral (Lipit). Aquí conoció personas con las que ha compartido el escenario, entre ellos Chente Ydrach. Juntos crearon dos grupos de improvisación a los que llamaron Super nasty, que más tarde se convirtió en Gente decente y Esoez.
Entre ensayos, presentaciones, talleres de improvisación, talleres para la creación de sketches, audiciones para anuncios y competencias en televisión, Kiko aún continuaba trabajando en el hotel turnos overnight de 11:00 de la noche a 8:00 de la mañana.
“Era una prueba de la vida. Era la vida diciéndome que, si quería hacer teatro, esto era lo que tenía que hacer. Aún así, constantemente me preguntaba hasta cuándo tendría que continuar. Ya estaba cansado”, compartió.
Fueron tres años con el mismo estilo de vida. Salía del trabajo a las 8:00 de la mañana, a las 10:00 se acostaba a dormir, a las 5:00 de la tarde se levantaba, desayunaba, asistía a sus ensayos de 6:00 a 9:00 de la noche, dormía una hora en el carro y a las 11:00 de la noche volvía a entrar al trabajo hasta las 8:00 de la mañana del otro día.
El 30 de diciembre de 2015 fue su último día de trabajo en el hotel, a partir de este momento decidió continuar su carrera en la actuación.
Aunque muchos podrían pensar que hacer arte no es una ocupación oficial, para Kiko este es un trabajo como cualquier otro, a pesar de no tener una nómina fija todas las quincenas.
“Es un trabajo normal, simplemente requiere valentía, capacidad, honestidad y mucho sacrificio”, añadió.
Kiko ha descubierto su propio ritmo de trabajo y ha comenzado a aguantar sus antojos.
“Yo puedo hacer equis cantidad de cosas, producirlas y crearlas en equis cantidad de tiempo. Entonces sé que en cierta cantidad de tiempo voy a tener equis cantidad de dinero. Lo guardo y lo voy gastando poco a poco, porque sé que no volveré a tener más dinero hasta que haga otra producción”, explicó.
Además de su trabajo en el Teatro Shorty Castro como improvisador en Noches de Impro, Kiko es parte del elenco de sketches en Pégate al Mediodía y El Remix, ambos transmitidos por WAPA.
El actor de 30 años se mantiene con los pies en el suelo. Reconoce que, como todo trabajo, el arte también tiene “sus altas y sus bajas”, pero aun así continúa su camino sin dejarse llevar por el ego o la fama.
“Hablo constantemente conmigo eso, porque la presión que conlleva mi trabajo, por lo menos para mí, es mucha. Se trata de mantenerme real porque todos somos iguales y todos estamos en el mismo barco, lo que pasa es que en mi trabajo la gente me conoce, se ríe y a veces me ve por la televisión”, sustentó.
Cambiar de rumbo no fue una decisión que hizo a la prisa. Él sabía que estaba pasando por un período violento, pero a la misma vez quería ser responsable con sus gastos mensuales.
Un nuevo comienzo
La improvisación en la vida de Kiko ha sido casi lo mismo que una terapia. Las frustraciones que trajo consigo mientras trabajó en el hotel, las fue venciendo en el escenario.
Aun así, la sensación de angustia era –y continúa siendo– ineludible. Kiko nunca sabe si sus ideas van a funcionar, pero se reta a sí mismo; por eso siente que -en el escenario- todo depende de él.
Del mismo modo ocurre con los sketches.
“El stand-up comedian dice cosas de su vida. Dice cosas reales que él conoce. Solo hace alteraciones para nutrir la historia, o para añadirle a eso que se está contando”, explicó.
“¿Cómo vas a hablar de algo que no sabes? Eso también se lee, porque si haces un chiste de algo que no te ha pasado, el público lo siente”, añadió.
Incomodar para crear momentos memorables
Cuando Kiko piensa en la presentación más incómoda que ha tenido, recuerda una pieza que escribió sobre Cristo y Judas en su segundo show, Kiko es diferente: part deux.
“Las dos o tres veces que he hecho cosas de la Biblia, he hablado de lo que conozco, no podría hacer lo contrario”, sostuvo.
Esta vez el actor había llevado a escena un beso entre Cristo y Judas, un beso largo que duró minuto y medio.
El beso fue intenso –no porque fueran dos hombres– sino porque eran Cristo y Judas quienes se estaban besando en escena. “Yo quise que [el beso] fuera extenso. [En mi historia] se querían tanto que se estaban besando de esta manera”, añadió.
Entonces sucedió que algunas personas del público comenzaron a levantarse e irse porque no estaban de acuerdo con lo que ocurría en escena.
“Hubo gente que me dijo que eso no había pasado así, que no jugara con eso, que no les gustaba la pieza, y también la criticaron por haber sido dos hombres los que se dieron el beso”, sustentó.
Era un sketch, pero Kiko estaba temblando. Para ser honesto, había logrado lo que quería: incomodar al público, haciendo que las personas se levantaran y se fueran. Desde pequeño el artista tuvo una vida incómoda, por eso quiere que su público experimente desde la gozadera y la risa su mismo sentir.
En un futuro, por actuar, a Kiko le gustaría ganarse un Oscar. Esta idea se fortaleció cuando la actriz y comediante estadounidense Melissa McCarthy fue nominada como actriz secundaria en la película Bridesmaids.
“No sé por qué, pero me gustaría llegar a eso. Lo demás es llevar mis ideas a distintos pueblos de la Isla y llevarlas también fuera de Puerto Rico: a Estados Unidos, México, Colombia… a cualquier lugar, pero viajar con mis ideas y mostrarlas en vivo para que todo el mundo absorba esa energía”, finalizó.