Hace 145 años la Asamblea Nacional de España aprobó la ley que puso fin a la esclavitud en la Isla. Personajes destacados como Ramón Emeterio Betances, Segundo Ruiz Belvis, Julio Vizcarrondo Coronado y Francisco Mariano Quiñones, dieron la batalla para la anulación de esta práctica.
Las cortes españolas al aprobar la Ley de la Abolición de la Esclavitud en Puerto Rico en 1873 dejaron en libertad a más de 30,000 esclavos que vivían en la Isla, quienes sumaban el 5% de la población del País, según la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades.
Sin embargo, no fue una libertad absoluta debido a que, de acuerdo con el artículo número 2 de la ley, los ‘libertos’ quedarían obligados a celebrar contratos con sus actuales poseedores, con otras personas o con el Estado, por un periodo no menor de tres años.
En estos contratos intervinieron con el carácter de curadores de los libertos tres funcionarios especiales asignados por el Gobierno Superior a quienes nombraron ‘Protectores de los Libertos’.
Además, la ley estableció que los liberados no podían disfrutar de sus derechos políticos hasta cinco años después de firmado el estatuto.
Por otro lado, los dueños de esclavos fueron indemnizados por el valor de estos, en un término de seis meses después de publicada la ley en La Gaceta de Madrid.
“Los poseedores con quienes no quisieran celebrar contratos sus antiguos esclavos, obtendrán un beneficio de 23% sobre la indemnización que hubiera de corresponderles en otro caso”, señala el Artículo 3 de la ley.
Aunque durante el proceso de la abolición estuvo rodeado de muchas ambigüedades en el que se pretendió proteger a los hacendados, durante el siglo 19 se conjugaron varios factores de índole política, económica, social y humanitaria que allanaron el camino a la erradicación de las prácticas esclavistas, plantea el doctor Hugo Viera Vargas en la Enciclopedia de Puerto Rico.
Viera Vargas concluye que la emancipación “dio paso un periodo de incertidumbre en el cual los antiguos esclavos debían de adaptarse y sobrevivir en un contexto de discriminación racial y pocas oportunidades de subsistencia”.
Las economías coloniales en el Caribe también se vieron forzadas a hacer sus ajustes: tuvieron que adaptarse para mantener los niveles de producción azucarera sin uno de sus más preciados activos: la mano de obra esclava.