El Mensaje del Presupuesto 2010-2011 presentado por el gobernador Luis G. Fortuño ante la Legislatura de Puerto Rico enviaba simultáneamente mensajes a distintas audiencias. Lo animaban múltiples propósitos de efectos inmediatos y prolongados y se fundamentó en ideologías económicas contrapuestas. La audiencia más evidente eran las personas en el hemiciclo de la Cámara de Representantes, quienes lo sintonizaban al momento de la transmisión y los comentaristas del discurso. El contenido y la parafernalia mediática del mensaje iban también dirigidos paradójicamente a los ideólogos republicanos y al gobierno de Barack Obama. Evidentemente, el mensaje pretende disipar la percepción de una realidad puertorriqueña sin suficiente arranque socioeconómico para vencer el estancamiento de largo plazo y la recesión prolongada. En su redacción faltó un marco de análisis riguroso abarcador del panorama económico. Esto se sustituyó por la mención de datos aislados y conclusiones infundadas. Se confirma en su discurso la promesa de una reforma contributiva con reducciones en los impuestos recompensatorio al éxito y el trabajo que fomente el ahorro y la inversión. El más actualizado recurso efectista, dirigido a la gran audiencia predominantemente conservadora, fue destacar la disposición de la administración de Fortuño a la mano dura ante el paro-huelga en la Universidad de Puerto Rico. Para justificarse atrae la atención de la audiencia al plano financiero del costo para el contribuyente de la matrícula del “privilegio” de estudiar en la UPR. Su exposición minimiza la verdadera secuencia totalizadora de la realidad universitaria como una actividad emprendedora de inversión pública en el desarrollo socioeconómico y humanístico para crear conocimiento y formar nuestros recursos humanos. Su enfoque parcializado y financista reniega el compromiso del actual gobierno con un “modelo de desarrollo basado en el conocimiento.” Lamentablemente desde el otro polo, el liderato del movimiento huelgario incurre también en el error de procurar metas faccionarias cortoplacistas a expensas del bienestar y la alta calidad de largo alcance de la misión legítima de universidad del pueblo. En un plano más fundamental y determinante en el alcance e implantación del Presupuesto de Puerto Rico es la ambivalencia de la filosofía económica que lo pretende articular. La primera mitad de su exposición se sustenta en el enfoque y recetas de la doctrina del fundamentalismo de mercado afín al movimiento neoconservador del Partido Republicano de los Estados Unidos. Se insiste en la ideología de la eficacia de un gobierno pequeño, que el de Puerto Rico es exageradamente grande, ineficiente y por tanto hay que achicarlo. Para lograrlo hay que reducir sus gastos, principalmente a través del recorte de la nómina gubernamental, su empleomanía, la privatización de sus actividades, reducción de impuestos y disminución de la deuda pública. La última parte del Mensaje del Presupuesto se destina a la propuesta del gobernador Fortuño, Mi salud. Su modelo pretende suplantar la reforma de salud del gobernador Pedro Rosselló. Aún desde sus nociones generales, es evidente que su diseño y su plan de financiamiento se originan de la reciente reforma de cuidado de la salud de Obama. Además, la retórica de su defensa por el Gobernador nos evoca la “agresividad” de Obama contra las aseguradoras. En lo expuesto, la propuesta Mi salud ofrece la loable intención de terminar con las arbitrariedades y violaciones de las empresas aseguradoras al derecho del paciente a un buen cuidado de salud. El modelo promete recalcar la función de cuidado de salud preventiva y la “integración de la salud mental y física.”. Es irónica su adhesión a los tres pilares de la reforma impulsada por Obama (combatida tenazmente por los correligionarios republicanos de Fortuño): mejor accesibilidad; una mejor calidad; y el control de costos de los servicios de salud. Esta parte va dirigida sigilosamente a los gobernantes en Washington en pago por aumento en los fondos de Medicaid a Puerto Rico. Debió ser patética la ambivalencia de los relacionistas públicos (clones de los políticos) de “fortalecer” la imagen del Gobernador a través de su Mensaje del Presupuesto. Sus tres disyuntivas traducidas al argot vulgar eran tragicómicas. Una: alisarle más el pelo a su “producto” para que ideológicamente sea aceptado por los conservadores norteamericanos o hacerle un afro para identificarlo más con el ideario de Obama. La segunda opción: un diálogo civilizado y ecuánime o una imagen de mano dura para quitarse el mote de mongo figurado por un amplio sector de sus correligionarios locales. Finalmente: la disyuntiva shakespeareiana y existencial puertorriqueña de presentarlo como un listo o un pusilánime ante el imperio. El autor es catedrático jubilado del Departamento de Economía del Recinto Universitario de Mayagüez de la UPR.