Dice el viejo adagio que Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas, y lo cierto es que en estos días se libran en cada una de ellas batallas muy distintas, pero con el mismo propósito ulterior. Mientras acá nos enfrentamos a la censura de un gobierno mojigato y fundamentalista que ahora se posiciona como defensor de lo púdico, decidiendo qué se debe leer y qué no, en Cuba la libertad de expresión se apunta un triunfo con la primera premiación de blogueros cubanos, denominada Una Isla Virtual. En un país donde el acceso al Internet es muy restringido y una hora de conexión puede costar hasta seis dólares, un tercio del salario mensual promedio por individuo, crear un blog no supone la fácil tarea de abrir una cuenta, escribir varios textos y subirlos a la red. Por el contrario, la mayoría de estos blogs se sostienen con servidores extranjeros y sus escritores se las ingenian para evadir los censores mediáticos, algunas veces de formas muy arriesgadas. Tal es el caso de Pablo Pacheco, disidente que escribe desde la cárcel y dicta sus textos vía telefónica para que sean publicados en su blog “Voz tras las rejas”. Éste, junto a otros como “La polémica digital”, de Elaine Díaz; “Puentear”, de Enrique Pineda, y “Octavo cerco”, de Claudia Cadelo, fueron galardonados por un jurado que contó con la participación destacada de Yoani Sanchez, cibernauta cubana muy difundida a través del mundo con su blog “Generación Y” y que ha obtenido importantes galardones internacionales como el premio Ortega y Gasset para el periodismo digital en el 2008.
A la par con la premiación se publicó un informe del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) que reclama al Gobierno cubano mayores libertades para los blogueros, a quienes describe como “adultos jóvenes que han abierto un nuevo espacio para la libertad de expresión en Cuba, a la vez que ofrecen una ligera esperanza para el renacimiento de ideas independientes en el cerrado sistema cubano”. Estos jóvenes adultos, en su mayoría artistas y periodistas, no demuestran necesariamente en sus discursos una oposición férrea y directa al régimen, sino que abordan temas y escenarios a los que los medios masivos tradicionales no se acercan. La censura gubernamental hacia estos proyectos, tal vez no tan sistematizada y ordenada como la que existe para la televisión, la prensa tradicional y la radio, se la atribuyen al desconocimiento de los líderes cubanos sobre el impacto social de las nuevas redes de información. Situaciones como éstas, que se suscitan geográficamente tan cerca, aunque políticamente tan lejos, no tardan, ante un ojo suspicaz, en encontrar su reflejo en nuestra actual realidad social. Una vez más constatamos la inexistencia de espacios blancos y negros, y es que tanto libertad y democracia, como mordaza y opresión, son términos adaptables a las necesidades de quien se apropie de ellos, asentando sus bases en los lugares más insospechados como en las zonas de constante tránsito.