
Un primer vistazo al mundo musical de Lizbeth Román y los Duendes Invisibles daría la impresión de una ligera obsesión con la magia, la brujería y, más que todo, con los duendes.
Pero su identidad como artista va más allá de ese imaginario. Sirve para ambientar el escenario donde la cantante relata los enredos entre amoríos y las dinámicas sociales que le rodean.
Su música, además, puede servir como una oda a lo desconocido y a las rutas que se desdibujan. A todas luces, eso que parece incierto y extraño puede resultar más atractivo.
“Hay caminos que parecen que son tierra de nadie y son los mejores”, describió la artista. Uno de estos caminos condujo al lanzamiento de su primer disco, La Otra Ruta, que recoge 13 temas de su autoría grabados durante una interpretación en la ciudad de Nueva York.
Y Lizbeth —enemiga acérrima de las etiquetas excluyentes— le tiene muchos nombres a su peculiar sonido. “Bohemia tropical galáctica”, “bohemia loca caribeña” y “bohemia de precipicio”, son solo algunos de los apodos que su gestora le ha atribuido a la música.
Es decir, sus propias descripciones sugieren que es imposible encajonar su música a un estilo particular.
“Mi música es bien caribeña, yo tengo una bohemia galáctica-caribeña, y lo de galáctica yo creo que viene por lo de los performances y los viajes en el contenido de las canciones”, precisó Román.
Entonces, están los momentos en que lo galáctico transmuta a la ‘bohemia loca’, especialmente cuando su voz vivaracha y juguetona se convierten en protagonistas. Para la artista, utilizar su registro para crear un espacio, es parte de la influencia teatral que habita su propuesta.
“Es bien lúdico y bien teatral mi voz en ese sentido. Juega mucho, matiza, es como loca… hago sonidos, de repente hago como una criatura o de momento hago como una bestia del monte”, dice entre risas la también teatrera.
Lo de ‘precipicio’, por su parte, apunta a la mescolanza de trasfondos musicales de la intérprete y los músicos que le acompañan. “Es como un riesgo constante”, confesó.
Sin embargo, no es extraño para Lizbeth empoderarse de la incertidumbre para su creación artística. Su primer disco La Otra Ruta es un ejemplo de que las cosas llegan a su debido momento, sin prisa.

Tras el paso del huracán María, Román recibió ayudas económicas dirigidas a artistas independientes de parte de las iniciativas PRIMA Fund y el Serrucho de la organización Beta-Local. (Suministrada)
“La producción de La Otra Ruta, fue completamente espontánea, orgánica y genuina. El repertorio que está en ese disco era el que yo estaba cantando porque ese disco no fue planificado. Eso fue un accidente feliz”, aseguró.
Para la artista, uno de los aciertos del disco es la “magia y esa energía de un performance en vivo”.
El hechizo de Lizbeth, empero, no culmina con su dinamismo escénico debido a que la temática de sus canciones es un elemento fundamental en su propuesta. La joven aborda desde las travesuras y trastadas en el amor hasta pugnas sociales.
La artista simplemente resume su narrativa en “lo poético de lo cotidiano” que recorre “desde lo más sencillo como tomarse un café a cómo tomarse un café puede llevar a una memoria desgarradora”.
Un ejemplo de estos matices es ‘Bolero Saltarín’, donde Lizbeth expone los sinsabores tras la huida de un amorío.
Tantos besos que nos dimos, para nada/
Y ahora que te fuiste, quizás otra boca me dará tu amor/
Y hoy bailo conmigo, solita sola, a ver si te olvido/
Y no digas mentiras, que yo sí te vi con tu nuevo amor
‘Bolero Saltarín‘, Lizbeth Román y los Duendes Invisibles
Entretanto, en ‘La Nube/Camino Sola’, Lizbeth redirige su enfoque para maldecir “la nube de la represión” y la “reprimida democracia”.
“A mí me gusta hablar de to’. Porque yo no soy solamente la persona que me rompen y me enamoro. También soy una persona que se preocupa por el espacio donde está e interviene en lo social”, sostuvo.
Escucha mientras lees.
Y es que para la cantante, ahora más que nunca, los artistas deben provocar conversaciones incómodas y asumir posturas.
“Pienso que estamos en otro momento y que los artistas estamos, algunos, asumiendo posturas. Pero estamos dispuestos a hablarlo con los tiburones y con los leones o a gritárselo en la cara. El arte es un espacio donde se puede cruzar todo”, puntualizó.
Hacia un nuevo embrujo
A pesar de que su primer álbum fue lanzado a mediados del año pasado, ya se encuentra cocinando una nueva producción discográfica. Para esta etapa, la artista señaló que sus acostumbradas presentaciones en el trajín callejero se verán reducidas. En gran medida, Lizbeth espera resguardarse a un espacio que le permita crear un disco de estudio.
La cantante expuso que en La Otra Ruta se gestó en la calle, por lo que en su nuevo álbum el laboratorio será un estudio de grabación en el que sostiene que será “un espacio más seguro para jugar” con sus ideas y canciones.
Y aunque estará menos tiempo este año alborotando con su voz y guitarra, seguirá empoderándose y retomando espacios para esparcir su ‘bohemia loca’.
A continuación, la cantante y guitarrista Lizbeth Román se trepa a la azotea de Diálogo para interpretar el tema “Tuki, Tuki” como parte de las sesiones en vivo de ‘Diálogo en el Mic’. ¡No te lo pierdas!