Señores, tengo un dilema.
Si alguien me puede aclarar:
¿la justicia es ficción o es realidad?
-grupo Tambores Calientes
¿Bailamos bomba con la misma voluntad de resistencia con la que nuestros ancestros la gestaron? ¿Es la bomba puertorriqueña, que toma vida cada semana en negocios comerciales del País, la misma que gestaron grupos negros en el siglo 16?
Las respuestas a estas y otras preguntas relacionadas con la identidad de la bomba puertorriqueña contemporánea pudieran explorarse si se considera la evolución cultural que ha experimentado este género durante las últimas décadas.
Desde la perspectiva del antropólogo Ramón López, por ejemplo, aunque la bomba puertorriqueña goza en estos momentos de una popularidad mayor que la que tuvo durante sus inicios, la mayoría de sus gestores actuales optan por reformular el carácter contestatario de la bomba que producen a cambio de lograr una mayor difusión.
“La bomba en sus tiempos ancestrales era considerada peligrosa, inmoral, o culturalmente basura y obviamente era considerada una expresión de raza inferior. Ahora se alaba y se glorifica pero como algo sano que ha sido depurado para que no ofenda y no sea un reto ni un desafío ni un peligro”, consideró López, quien durante 16 años formó parte del grupo Pleneros de la 23 abajo.
“La bomba es ahora aceptable, agradable, es como las fotos de 1940, que ahora se consideran fotos de una pobreza sana y moral y solidaria y de valores, cosa que es una invención ideológica porque la de esa época es una historia sumamente violenta, sumamente colonial”, añadió el estudioso, que posee un doctorado en antropología de City University of New York (CUNY).
Según lo que ha observado, desde el campo académico, pero sobre todo desde el quehacer cultural de distintos grupos, “la bomba ha pasado a estar dirigida, promocionada, cultivada y controlada por sectores instruidos de la clase media y no está vitalmente activa en manos de los sectores desposeídos de la sociedad puertorriqueña y eso significa que los valores que predominan en la clase bombera son los valores de la clase media: conservadores, domesticados”.
Este antropólogo no niega la existencia de “voces que se han ubicado o que han utilizado su vivencia bombera para denunciar el colonialismo y para afirmar los valores más radicales de un patriotismo puertorriqueño”. Mas asegura que la noción general de la bomba como herramienta de lucha no es necesariamente la que prevalece ahora mismo en Puerto Rico.
“La tendencia dominante es hacer una bomba que entretenga y no ofenda a nadie (…) El protagonismo de la bomba puertorriqueña no reside en los caseríos, reside entre sectores de la población que están educados e instruidos. En ese sentido, ya la bomba es aceptada, pero esa aceptación tiene un precio y es que es una aceptación desde la marginalidad”, explicó en entrevista con Diálogo.
“Es decir, la industria musical no tiene ningún interés en eso. La presencia de la bomba está en manos de sus ejecutoras y ejecutores y uno que otro programa de radio”, añadió.
Aun cuando distintos antropólogos puertorriqueños, como los profesores Pablo Luis Rivera y Bárbara Abadía-Rexach, han documentado el auge que ha vivido la bomba durante los últimos años, no es un secreto que la presencia de canciones de este género en emisoras locales es prácticamente inexistente. Sí notamos la presencia de fusiones musicales que incorporan trazos bomberos, mas no de canciones de bomba per se. Lo mismo sucede con la industria disquera.
“Hoy se toca más y más bomba que antes. Esa práctica es absolutamente vital, está llena de energía, pero tiene dos obstáculos ante los cuales impiden su mayor desarrollo: primero, que la industria musical le cierra las puertas y punto, no hay músico que cobre más barato que un bombero y en la radio no la oyes. Y segundo, está el obstáculo que viene desde adentro: la domesticación”, concluyó López.
Por otro lado, importa señalar que durante manifestaciones recientes gestadas en Puerto Rico, la bomba puertorriqueña ha dicho presente como parte de una agenda de protesta. Hubo bomba, por ejemplo, en el Paro Nacional de Mujeres, gestado el 8 de marzo, así como en distintos recintos de la Universidad de Puerto Rico (UPR) durante su huelga.
El Movimiento Estudiantil del Recinto de Río Piedras, de hecho, ha organizado más de una decena de bombazos y talleres durante los últimos dos meses. De ahí que el universitario Carlos Santos Rivera, de 22 años, bailara bomba por primera vez. Santos, quien ha trabajado como bailarín para compañías como Hincapié y Andanza, defiende el baile como una herramienta política necesaria para el momento resistencias que vive Puerto Rico.
Asimismo, grupos como Tambores Calientes han integrado versos contestatarios durante presentaciones en espacios comerciales, como en el negocio El Boricua, en Río Piedras. Tan reciente como el lunes, 22 de mayo, el vocalista de esta agrupación le preguntaba a la audiencia desde sus líricas si existía tal cosa como la justicia, si acaso era una ficción.
Quizá se encuentra la bomba en un momento de ebullición que a paso lento continuará insertándose en distintos espacios. Quizá la posibilidad de desplazarse en libertad sea en sí una herramienta de resistencia. Quizá el alcance del espíritu transgresor de la bomba dependa más de cuerpos que de versos. Quizá, en el fondo, para identificar si hubo o no un carácter transgresor en una presentación de bomba tendríamos que verificar con los bombeadores si acaso vencieron en el batey alguna de las luchas que llevaba dentro.
Sigue la serie especial: El resurgir de la bomba en Puerto Rico.
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