La expresión “cabeza de turco” se refiere a aquellas personas o grupos a quienes se hace culpable de algo de lo que no lo son. Esto, con el fin de exculpar o perdonar a los verdaderos responsables e impedir que sean juzgados. Con sus declaraciones en torno al modelo de desarrollo económico previsto para la zona donde situaba la base Roosevelt Roads en Ceiba, Jaime González se convirtió en la cabeza de turco más reciente de la prensa y del Gobernador Luis Fortuño, que antes también entregó en bandeja de plata las cabezas de la nominada a la Procuradoría de la Mujer, la licenciada Janet Vélez, y del nominado al Departamento de Salud, Iván González Cancel, víctimas del fuego cruzado en el interior del partido de gobierno.
En lo que se ha convertido en una práctica habitual en su gestión de la visibilidad mediática, el Gobernador se lavó las manos y se distanció de las insultantes declaraciones de González. Sin embargo, en el fondo las mismas son coherentes con su entendimiento del rol del Estado en la sociedad contemporánea. Me refiero a la aplicación, a rompe y rasga, del modelo económico de Milton Friedman, mesías histórico del capitalismo salvaje en Estados Unidos, que se basa en tres puntos principales: la desregulación del campo corporativo, la privatización de todo lo que puede operar la empresa privada y rendir beneficios, y recortes en las prestaciones sociales. Ello supone un cambio de paradigma dramático con relación al “Nuevo Trato” (New deal) que impulsó el presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, como respuesta a la Gran Depresión de la década del ’30, y que produjo más empleos, servicios sociales y una visión más humanística del Gobierno. Un “trato” del que ni figuras emblemáticas del planeta republicano como Reagan o Nixon se alejaron demasiado, conscientes del riesgo económico y político que suponía el capitalismo radical, y que Obama reivindica con su plan de salud para todos. Pero como indiqué anteriormente, González fue fiel a sí mismo y a la cosmovisión de la Administración que representaba. ¿Por qué la sorpresa y la indignación pública? Durante varios días la prensa y los comentaristas se cebaron con un personaje y un discurso ciertamente odioso, “such is life”. Le convirtieron en el chivo expiatorio de la frustración, el resentimiento y la crisis. Sin embargo, perdieron la oportunidad de adentrarse en las tramas ocultas del discurso del gatillero a sueldo, tal y como se describió así mismo el Ex del Portal del futuro en Ceiba. La propuesta para la antigua base militar es un buen ejemplo de la aplicación de lo que la periodista e intelectual Naomi Klein denominó como la doctrina del shock, es decir, la implantación, a palo limpio, de un modelo económico donde rige el mercado, la oferta y la demanda, quedando en un segundo plano la responsabilidad social del Gobierno. Fue lo que pasó en Chile, Argentina o Brasil en los ‘70, cuando se sacó partido del miedo y la represión de las dictaduras para empujar un plan económico que al final del camino sólo disparó el desempleo, la deuda externa, los impuestos y la pobreza. O lo sucedido hace pocos años en Nueva Orleans tras el paso del huracán Katrina, cuando se aprovechó el desastre natural (y la falta de previsión) para limpiar una zona de negros pobres y trazar un nuevo desarrollo de viviendas de alto costo en una zona muy atractiva. Como bien explica Klein en su libro La doctrina del shock. El auge del capitalismo de ficción, en los casos citados se aprovecha un desastre original –llámese golpe militar, colapso de la economía o huracán- para quebrar la voluntad de sociedades en estado de shock que “renuncian a valores que de otro modo defenderían con entereza”. Y es que esa amarga medicina económica da paso a la construcción de un estado corporativo que suele traer en el paquete sistemas de vigilancia agresiva, la reducción de las libertades civiles y la exclusión social. ¿Acaso la irrupción de la Fuerza de choque en la avenida Universidad y el abuso policiaco cometido contra los productores de Zona Franca y Rojo Chiringa en Santurce fueron una casualidad? Esa es la matriz conceptual y emotiva de los comentarios de González a los representantes del pueblo de Ceiba el verano pasado. No mintió. Fue extremadamente sincero… y políticamente incorrecto. La prensa dictó la sentencia y en menos de cinco días estaba fuera. Lamentablemente, consumado el “sacrificio” el tema abandonó la agenda periodística. La voracidad y el ritmo trepidante de las empresas noticiosas en la era de la información no da margen a las radiografías de la complejidad. Una vez se identifica a la cabeza de turco y se canaliza el resentimiento social, el foco mediático se mueve en otra dirección, perdiéndose la oportunidad de trascender lo anecdótico y diseccionar la realidad. El autor es profesor en la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras.