
El 13 de mayo, Europa coronó a un nuevo campeón musical en la edición de Eurovisión 2017. Por primera vez en la historia, Portugal se alzó con el trofeo gracias a la voz y al sentimiento de Salvador Sobral y su canción “Amar pelos dois”.
Esta victoria portuguesa sienta varios precedentes en los 62 años de historia de este festival en el que la victoria cae sobre un país luso. Además, hace 10 años que una canción cantada en su idioma oficial no ganaba el festival, siendo “Molitva” de Marija Serifovic por Serbia, la última en conseguirlo.
La victoria de Salvador Sobral le caído bien a diversos fanáticos del festival, pero —como de costumbre— otros seguidores no la han visto con buenos ojos.
En cualquier caso, este espacio nos permite analizar y reflexionar sobre la música europea y el mensaje que nos ha estado enviando el festival de Eurovisión en las últimas ediciones.
Orígenes y trasfondo histórico
De entrada, debemos partir del origen en el que este festival se originó. El Festival de Eurovisión comenzó en la década de 1950 en una Europa postguerra que utilizó la música como un lenguaje común para unirse tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial.
A través de los años, el evento ha sufrido transformaciones que lo han adecuado a cada una de sus épocas y a los ganadores, que han sentado bases, tanto en la música a nivel mundial, como a nivel social y político. Por ejemplo, una de las canciones más famosas en el mundo como “Volare”, del italiano Domenico Modugno, ocupó el tercer lugar en este festival en el 1958.
Los ganadores más emblemáticos de este festival, sin lugar a dudas, han sido el grupo sueco ABBA que en 1974 se alzaron con la victoria con el tema “Waterloo” y luego conquistaron el panorama musical mundial. Existen varios estudios académicos de universidades del Reino Unido que indican que Waterloo es la canción pop mejor escrita del mundo por asuntos de métricas, armonías y letras que ayudan a que la canción se retenga en la memoria, o lo que se llama el “earworm”. Con eso se entiende un poco a nivel científico el impacto de esta canción, no solo en la historia del festival, sino en el pop mundial.
Más adelante, en 1988 una joven canadiense desconocida en aquel entonces y de nombre Celine Dion, se alzó con la victoria representando a Suiza con la canción “Ne Partez Pas Sans Mois”. No es un secreto que haber ganado Eurovisión fue un gran punto de partida para la carrera de Celine Dion.
Por la misma línea, otro momento importante de este festival relacionado con movimientos sociales se dio en 1998, cuando la representante de Israel, Dana International, se convirtió en la primera representante transexual en lograr la victoria. El triunfo de Dana Internacional, a su vez, fue una victoria para la comunidad LGBT en su lucha para obtener equidad en materia de derechos humanos.
Las transformaciones continuaron con la llegada del milenio, cuando Eurovisión experimentó dos cambios claves en las reglas del festival: la libertad de cantar en cualquier idioma y la abolición de las orquestas, lo que dio paso a que los representantes cantaran con pistas. El cambio en el idioma ha ayudado a que sucedan cosas curiosas de cara a la globalización. Por ejemplo, la canción rumana en 2012 fue cantada en español y la canción austriaca en 2016 fue en francés. Al mismo tiempo, esta modificación ha dejado claro el dominio de las canciones en inglés sobre las lenguas oficiales de los países que participan en el festival. Desde 1990, solo seis canciones han ganado la competencia con letras totalmente en su idioma oficial. Este es otro punto para reflexionar nuevamente sobre la victoria de Salvador en 2017.
Los años recientes
Desde 2014, los resultados de Eurovisión están enviando un mensaje contundente en cuanto a lo que entendemos como política, sociedad y música. Cuando ese año la austriaca Conchita Wurst —una mujer trans con barba—se alzó con el trofeo, las reacciones fueron mixtas. Hubo quienes estuvieron complacidos con la victoria, porque —en efecto— fue la mejor canción y performance de esa noche, mientras que sectores de corte más homofóbicos catalogaron que Eurovisión “estaba normalizando la homosexualidad y el travestismo”. Cabe destacar que el mensaje de Conchita tras su victoria fue de unidad y con un “we’re unstoppable, se dirigió a todos aquellos gobiernos que tienen políticas en contra de la comunidad LGBT. En un año tan convulso, la victoria de Conchita representó un hálito de esperanza para aquellos que podían ser reprimidos por esas medidas.
El 2015 puede ser obviado. Måns Zelmerlow, de Suecia, ganó con el tema “Heroes”, una canción comercial que se alinea más a lo que se había ido convirtiendo el festival a lo largo del nuevo milenio: premiar un tema adecuado a nivel comercial y que suene en las emisoras. Con esa victoria, se cimentó el poderío de Suecia como el lugar productor y exportador de música comercial. Tan es así que en 2012 “Euphoria” de Loreen, canción ganadora de ese año, consiguió algún espacio en la radio en Puerto Rico.
Nuevamente, en el 2016 ganó una canción con un alto contenido político. “1944” de Jamala trata de un episodio en la historia soviética cuando los tártaros (habitantes del territorio de Crimea) fueron deportados por el gobierno de Stalin por alegados vínculos con el gobierno nazi a un territorio del Asia Central. Esta canción fue escrita en respuesta a la controversia reciente de la anexión de Crimea por parte del gobierno ruso. Con esta victoria, quedó claro que no tan solo Jamala, sino toda Europa, quiso llevar un mensaje a nivel político y a su vez musical premiando así una letra cargada de historia y con matices políticos claros.
2017…
Ahora, nos encontramos con el 2017 y Portugal, un país al que en 2014 y 2015 tanto público y el jurado decidió ignorarlo a pesar de tener representaciones de buena calidad. Esto llevó a que el país optara por retirarse en 2016 por falta de fe y presupuesto en el festival. Un año después, Portugal decidió tomarse en serio su selección nacional. Eligen como representante al participante más atípico para esta cita: un músico formado principalmente en jazz que estudió tanto en España como en Estados Unidos, que sacó un disco muy poco comercial el pasado año y que había admitido nunca haberle prestado atención a Eurovisión. Salvador participa con una canción compuesta por su hermana Luisa Sobral, quien también es músico con formación en jazz y con una destacada carrera en su país en el género romántico, en su lengua oficial y con un ritmo influenciado por la balada, el jazz y el ritmo nacional portugués: el fado.
Con este perfil, la noche de la primera semifinal Salvador Sobral tomó por asalto a Europa dejando claro que estaba ahí —además de su peculiar carisma y espontaneidad a la hora de ser entrevistado— conservando poco las formas.
Desde que llegó a Kiev había estado luciendo un jersey que leía “SOS Refugees” y siempre que era abordado sobre esto indicaba “siento que es mi deber ya que tengo esta plataforma, ser humanitario y enviar un mensaje”. Fue de este modo que poco a poco comenzó a desbancar al gran favorito desde febrero, el italiano Francesco Gabbani y su “Occidentalis Karma”.
En el caso de Gabbani, quien luego de su magistral presentación en Sanremo y con la fe de muchos en que alzaría el trofeo, terminó con un sexto lugar por varios factores. Uno, la puesta en escena en Eurovisión jamás se compara con la de Sanremo —cosa que no ayudó al espectador que se enfrentaba por primera vez a la canción a emocionarse del modo que nos sucedió a muchos en febrero—.
Además, desde que se instauró el sistema de semifinales en Eurovisión en 2014, se optó porque los cinco países fundadores de la European Broadcasting Union no pasen por ellas: Francia, Reino Unido, España, Alemania e Italia, conocido como el “Big 5”. No enfrentarse a un público en una semifinal se ha convertido en un arma de doble filo, porque aun cuando hay gente que solo ve el espectáculo del sábado, hay otros que ven las semifinales con el fin de familiarizarse. En este sentido, encontrarte con estas cinco canciones por primera vez en la final no necesariamente ha jugado a favor del “Big 5”, siendo así que desde entonces solo en 2010 uno de estos logró la victoria cuando Alemania se coronó con Lena y su “Satellite”. Este detalle le jugó en contra a Gabbani, tomando en cuenta que esa presentación nunca estuvo a la altura de la de Sanremo. Por último y más evidente: la sencillez y la interpretación de Salvador Sobral conquistó demasiados corazones, aun cuando la letra era totalmente en portugués y no necesariamente la entendían, cosa que sucedía con Occidentali’s Karma, que si bien es en italiano, logra transmitir su mensaje.
¿Qué representa la victoria de Portugal?
Con la victoria de Salvador Sobral deja claro otro mensaje: en un festival como Eurovisión aún queda espacio para música hecha sin fines comerciales. Cuando en la conferencia de prensa un periodista le preguntó a Salvador si estaba consciente que muy probablemente su canción no sonará en muchas emisoras de radio la respuesta de este fue: “Yo nunca he compuesto una canción para que suene en la radio”. Los detractores de esta canción precisamente han atacado la falta del factor comercial que han tenido la mayor parte de sus predecesoras.
Portugal se ha arriesgado a irse a su lado musicalmente más alternativo, con una canción e interpretación cuyo único artificio en escena era precisamente el sencillo por sí solo y ha ganado. Entonces, esto podría indicar que aún queda espacio y oídos para aquellos músicos que no necesariamente quieren ser pop. De esto da fe, en un plano local, la interprete iLe, quien consiguió ganar un Grammy con su disco iLevitable, disco que la radio en Puerto Rico ha ignorado grandemente, aún después de un Grammy.
La victoria de Portugal y Salvador Sobral también es una gran lección para otros países que a nivel de Eurovisión han sido bastante ignorados o han tenido muy malos resultados en los últimos años: arriesgue, tome en cuenta toda la escena musical de su país y puede que así encuentre un candidato digno al cual Europa y el mundo quiera prestar atención.
Existen países, como Irlanda, que dominaban este evento en los años 90 (década en la que ganaron en cuatro ocasiones, tres de ellas consecutivas) que han adoptado un discurso de que “Europa los odia”. Portugal podría haber asumido exactamente el mismo discurso, teniendo claro que en 62 años de festival lo más cercano que habían llegado fue a una sexta posición. Sin embargo, decidieron expandir su radar y apostar en Luisa y en Salvador Sobral, quienes con pura sencillez conquistaron Europa. El ejemplo está claro: se debe dar espacio para que todos los compositores, desde los más comerciales hasta los más alternativos puedan presentarse y, sobre todo, escuchar al público. A fin de cuentas, es el público de un país quienes serán los representados. ¿Lección aprendida España?
Si volvemos a los orígenes del festival, en definitiva, esta canción logró unir a Europa a través del sentimiento y la sensibilidad que una gran interpretación, más allá del idioma en el que se cante, puede transmitir.
La autora es blogger de viajes en Traveleira.com. Sigue el festival de Eurovision hace más de 15 años y estuvo presente en la final de 2013 —realizada en Malmö, Suecia— cuando visitó Europa por primera vez.