Rendirse no era una opción. Culebra había sido retenida por la Marina estadounidense como su más preciada posesión. Los “Marines” practicaban en una isla de aproximadamente 700 habitantes que desconocían el poderío militar de Estados Unidos, y mucho menos lo habían tenido tan cerca. Paz, libertad y felicidad; tres palabras que pasaron desapercibidas en un terruño derruido por la contaminación, repleto de cercas alambradas y el miedo al escuchar los disparos de un rifle o un cañón. Por las noches, la batalla no cesaba. “Era como vivir, en una guerra constante en tu propia casa”. “Las sirenas sonaban, y la gente salía”. Pero, todo David consigue una mano amiga que le permita defenderse. El abogado Richard Copaken decidió tomar el caso de los culebrenses pues creía fielmente en la justicia altruista. Puso en riesgo su puesto en la firma Convington & Burling, donde trabajaba, por un ideal sin retribución monetaria alguna. “Cada vida es sagrada, todos somos iguales”, con esas palabras Deborah Copaken defendió el legado de su padre. Un hombre al cual siempre respetó porque desde que tiene memoria, lo ha visto desvivirse por una causa que considera, “humanitaria”. Culebra pidió ayuda judicial contra la Marina a comienzos de la década de 1970. Para desgracia de los culebrenses, las prácticas militares no se hicieron esperar, con el fin de deshabitar la isla y hacerla su centro de almacenaje naval y nuclear, de acuerdo a su narración en el capítulo seis de su libro “Target Culebra”, editado por la Editorial de la Universidad de Puerto Rico. “Él creía en el Gobierno de Estados Unidos, pero conforme se desarrollaba el caso, comenzó a desilusionarse”, explicó Deborah. Significaba para Richard, un despertar del País que enaltecía esos principios que tanto él creía. La razón de ser de Richard, así como lo describe su hija, le costó cinco años resolver. Conseguir derrotar a un Goliat abusivo ante el David compuesto por solamente 743 habitantes. De dicha idea sale “Target Culebra”, una retrospección al pasado de una lucha opacada por los gritos de alarma de los culebrenses. Una bomba de tiempo que culminó en el 2004, también con su participación presionando a la Casa Blanca, desafiando al Pentágono y visitando incansablemente el Congreso de Estados Unidos. “Proteger al más pequeño, nunca rendirse y ganarle al Gigante”, era la misión de Richard según Deborah, quien ha sido corresponsal de guerra y estuvo a su lado desde el inicio, cuando lo veía sentarse a escribir en la maquinilla como si no existiera mañana. Richard, un norteamericano cuyo amor por Puerto Rico trascendía banderas, era el único con todas las piezas del rompecabezas. Después de innumerables intentos en la Corte, logró que Culebra fuese desalojada por la Marina. Las pérdidas humanas no regresaron. Las pesadillas y el recuerdo de las sirenas de alarma no amainaron de inmediato. El silencio en la isla arribó con el reconocimiento de que el hogar de los culebrenses, les había sido devuelto. El trabajo de Richard quedará plasmado en sus memorias, y con él, el cariño y la dedicación que le brindó al pueblo puertorriqueño. El libro demuestra página tras página, que quien no lucha por sus ideales, no vence. Una verdadera enseñanza para Puerto Rico. “Target Culebra”, es la historia avasallante de aquel que no se rindió, y que al final, pudo ganarle a Goliat.