El director británico Steve McQueen emergió hace apenas cinco años con el extraordinario y glorificado drama Hunger (2008), una magnífica pieza de narración que va adquiriendo más valor con el pasar de los años, encabezando un sinnúmero de listas que exponen los mejores trabajos de la pasada década. Impresionante por demás es el hecho de que con su primer largometraje, McQueen se haya establecido tan fuertemente como uno de los cineastas más importantes de nuestros tiempos. Es por esto que el estreno de su tercer largometraje en cinco años viene acompañado de grandes expectativas. No tan sólo el nombre de McQueen eleva el título, sino también un elenco compuesto por los actores Chiwetel Ejiofor, Michael Fassbender, Brad Pitt, Paul Giamatti, Paul Dano y Benedict Cumberbatch, incrementan las expectativas y hacen de 12 Years a Slave una de las películas más anticipadas del año.
Tras su estreno en la salas de cine de Puerto Rico el pasado jueves, 31 de octubre, puedo decir con seguridad que 12 Years a Slave es una de las películas más importantes del 2013, y la que mejor trabaja en fílmico el tema de la esclavitud en los Estados Unidos.
El tercer largometraje de McQueen cuenta la increíble historia verídica de Solomon Northup, un hombre negro libre viviendo en Nueva York justo antes de la Guerra Civil Estadounidense. En esta coyuntura, el personaje es arrebatado de su libertad y vendido como esclavo. La película, encabezada por Chiwetel Ejiofor como Solomon, relata los doce años de Northup como esclavo, en los que conoce la crueldad personificada en Edwin Epps, un propietario de esclavos encarnado por el brillante actor alemán y musa de McQueen, Michael Fassbender, al igual que actos casuales de bondad a lo largo de una larga lucha por su libertad, motivada por el deseo de regresar a su familia. Durante su lucha, el personaje es quebrantado física y emocionalmente por el trato inhumano recibido de parte de sus propietarios, aspecto que McQueen logra resaltar sin rastros de sentimentalismo.
12 Years a Slave es brutal y honesta. Este detalle es uno de los varios aspectos que la diferencian de otras películas que trabajan el tema de la esclavitud en los Estados Unidos, o aún más general, es la historia de un hombre que debe vencer grandes obstáculos para obtener su sueño, en este caso, su libertad. McQueen explora en su filme la esclavitud como la destrucción de un hombre a través de la humillación, sin caer en clichés, sentimentalismos o en el relato tímido que ya estamos cansados de ver.
McQueen no le teme a exponer la realidad de la historia que intenta contar, y aquí lo hace representando, de la manera más cercana a la realidad posible, el trato inhumano hacia los negros esclavos y el proceso en el sistemáticamente se les arrebataron las fuerzas, el espíritu y la humanidad. La degradación, el abuso sexual y la sangre están presentes de una manera muy real en 12 Years a Slave. Solomon, en sus circunstancias, es víctima y testigo de toda esta corrupción del alma. McQueen también explora, de una manera más sutil, pero evidente en al menos una escena, la religión como uno de los mecanismos utilizados para reforzar y dar algún tipo de justificación a la esclavitud en los Estados Unidos.
A McQueen le interesa que no olvidemos el aspecto histórico, en especial la crueldad y humillaciones a las que eran sometidos estos hombres y mujeres. La cámara, en más de una ocasión, reposa sobre imágenes difíciles de observar y se queda ahí, quieta y testigo de la crueldad de la que en ocasiones huimos o intentamos ignorar que haya existido. McQueen explora lo horripilante a través de una fotografía irónicamente hermosa y cautivadora, y una música que en lugar de querer ser protagonista, se echa a un lado y permite que sean los visuales los que se hagan cargo de hacerte sentir. Una pieza derivada de la muy reconocida “Journey Through the Line”, del compositor Hans Zimmer, acompaña a Solomon durante estos doce años de agonía, en los que es testigo, y a veces hasta cómplice, de situaciones que ningún hombre debe presenciar en su vida.
Es difícil componer un elenco de este calibre y que su desempeño se reduzca a una simple aparición con el propósito de impresionar, pero el libreto de McQueen asegura otorgarle suficiente profundidad a cada uno de sus personajes. En filmes recientes como The Butler, el elenco secundario se limita a estimular una reacción en la audiencia, provocada más por su sorpresiva presencia que por lo que su personaje tiene que ofrecer a la historia. Sin embargo, cada personaje en 12 Years a Slave aporta, ya sea de manera positiva o negativa, a la transformación de Solomon Northup.
Si en algo falla 12 Years a Slave es que abandona muy rápido la idea del hombre libre que de la noche a la mañana pierde su libertad y, como es de esperarse, hace todo lo posible por hacer ver que es un hombre libre, víctima de una injusticia. Solomon se aleja de sus deseos de que se conozca la verdad y se dedica, por la mayor parte del filme, a sobrevivir. El problema aquí es que la cinta amenaza con caer muy temprano en la típica historia de esclavitud, que de no ser por la brutalidad de lo que representa y las poderosas actuaciones, habría arrebatado a la película de todo lo que la hace diferente. Afortunadamente, 12 Years a Slave se atreve a visitar lugares muy oscuros que otros relatos no, y esto la hace una película que debe ser vista, pues nos ayudaría a nunca olvidar.