Para Melinda, “maestra de vocación y madre por amor y bendición”, como ella misma se describe, la vida es una batalla constante. Al igual que muchos puertorriqueños, Melinda enfrenta la crisis económica que arropa la isla. La enfrenta como madre y como maestra del Departamento de Educación de Puerto Rico (DE).
Siendo madre soltera y jefa de familia, Melinda es la principal fuente de ingresos en su familia. Por razones que ha determinado el Gobierno, su sueldo no le alcanza para sufragar las necesidades de los suyos y de ella. Según dice, esa realidad no le extraña, pero sí le aborrece, la desalienta, no como madre, sino como profesional, puesto que actualmente en la Isla el empleado público peor pago es el docente, con un sueldo anual aproximado de $20,000 a $25,000 que se dividen mensualmente en $2,166 y quincenalmente en $1,083.
“Y no es que pretenda resumir la docencia a cuestiones económicas, es poner en contexto mi vida personal, como madre. Es dejar claro que mi dinero no me alcanza para llevar a mi casa las necesidades básicas de cualquier ciudadano, más aun cuando soy yo una de las responsables de la educación de este pueblo y soy también la responsable de llenar las necesidades de una familia”, declara.
“La docencia sería mi pasión si no fuera mi sometimiento…”, asegura, y es que para Melinda y para muchos maestros del sistema público de enseñanza el trabajo comienza y termina en la casa.
“Me levanto a las cinco de la mañana a organizar mis cosas, llevo a mis hijos a la escuela para luego llegar a la mía. Casi siempre llego a limpiar mi salón, porque la escasez de personal de limpieza imposibilita que todos los días mi salón esté limpio. Soy quien limpia y pinta el salón, quien organiza y termina comprando materiales para la clase”, indica.
“En adición a eso, tengo que hacer mi clase de la manera que el Departamento de Educación me exige y termino llevándome trabajos y exámenes a mi casa, termino llevando a mi hogar mi trabajo, porque el diseño de este sistema pretende que yo haga en una hora diaria (hora de capacitación) lo que no se logra en años en las oficinas centrales del Departamento. Y como si esto fuera poco, soy el empleado público con peor paga. Eso te demuestra que este sistema es una mierda”, agrega con molestia.
No aguantan más
No es noticia que la clase magisterial está en crisis, pero sí es noticia el hecho de que por las razones mencionadas, y otras muchas más, en este departamento, fundamental para el desarrollo social del país, se estén experimentando bajas drásticas en la matricula docente. Según los datos estadísticos expuestos en el Tomo II del presupuesto aprobado (2012) para el Departamento de Educación de Puerto Rico, en el año 2012 la matrícula docente, en dicha agencia, era de aproximadamente 41,500 educadores. Hoy día, dos años después, cuenta con aproximadamente 34,000 maestros. Para Melinda, esa realidad no es una novedad, ni mucho menos una realidad a la que esté ajena.
Según la maestra de español, con más de 15 años al servicio del pueblo puertorriqueño, el DE invierte miles de dólares cada año en cambiar currículos de enseñanza, documentos de planificación, así como también en ofrecer talleres para que el maestro planifique “correctamente” y en compañías privadas que se distribuyen a través de los 28 distritos, con el fin único de evaluar la planificación del maestro.
La maestra, se cuestiona: “¿por qué no se invierte de una vez en un cuaderno de planificación anual por materia, por niveles y grados, para que así (el DE) se concentre en lo que es verdaderamente importante: la ejecución del maestro enseñando al alumno, en el proceso per sé y no en la planificación? ¿Por qué no invierte en quien realmente importa, el estudiantado?”
“¡Qué mucho se quejan los maestros!”
Melinda señala que antes de la gente hacerse eco de esta expresión deben observar a un educador comprometido sostener toda la carga de trabajo que exige el Departamento de Educación para darse cuenta que “no hay que estar ahí para saber que la realidad del magisterio es casi inhumana”.
Señaló que esto se evidencia, por ejemplo, cuando tienen que intentar desarrollar una dinámica educacional a diario ante 35 o más estudiantes por grupo. Asimismo, “cuando tienes que desarrollar dos planes de trabajo diferentes; uno semanal y otro por unidad; cuando eres responsable de cumplir con un periodo de ayuda a la docencia, en donde se atienden los grupos de los maestros que se ausenten; cuando tienes que cumplir con el periodo de “salón hogar”, con la creación de clubes, con la corrección diaria de trabajos y con la entrada de la asistencia diaria al SIE, en escuelas donde no sube Internet a los salones y por tanto el trabajo se hace doble: se toma asistencia en tarjetas y luego se sube al sistema”.
También los educadores del DE tienen que enviar referidos al Trabajador Social y a la Consejera Escolar; llamar a los padres por teléfono y/o enviarles cartas y orientar verbalmente a estudiantes por ausencia o disciplina.
“A todo eso hay que sumarle el completar informes de evaluación cada diez semanas, preparar y ordenar carpetas de trabajo y un portafolio profesional. Hay que colaborar con la administración en cuanto a actividades extracurriculares, incluyendo la graduación. Hay que preparar dentro y fuera del salón el llamado “Data Wall”, recoger todas las cartas y firmas que envíen de la oficina de la escuela, reponer exámenes y trabajos, ofrecer reenseñanzas y evidenciarlas, hacer los exámenes, pruebas o trabajos y, como si fuera poco lo antes expuesto, colaborar como miembro del Consejo Escolar y como miembro del Comité de Planificación, fuera del horario lectivo”, resaltó la entrevistada.
¿Justicia salarial?
Para la profesora Annette López de Méndez, quien actualmente ocupa el cargo de decana de asuntos académicos de la Facultad de Educación, en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, “en términos de salarios los maestros no tienen un sueldo para remunerar todo el esfuerzo y su preparación académica”. La también directora del Centro de Investigaciones Educativas sostiene que “en Puerto Rico la educación no es una prioridad, porque socialmente el magisterio está estigmatizado”.
Para algunos académicos del patio, la educación no es otra cosa en este momento que dirigir al estudiante por una escalera de etapas, supuestamente ordenadas, con el fin de que éste sea funcional en la sociedad.
Para Melinda la única manera de dar significado a lo que hace el maestro es que cada uno de los educadores tenga conciencia de que cada una de sus decisiones y que cada uno de sus proyectos desarrollados en el salón tienen que ser dirigidos a construir la sociedad puertorriqueña un niño o una niña a la vez.
“Mientras no aclaremos de una vez y por todas el País que nosotros deseamos, el tipo de ciudadano que ha de definir nuestra sociedad, nosotros no podemos hablar de una educación ni de un sistema educativo auténtico ni legítimo. De manera que por el momento (el Departamento de Educación) nos exige cumplimiento para que nosotros realicemos un buen trabajo. Y el buen trabajo consiste en hacer lo que ellos ordenan, no en repensar nuestro País. Ese es nuestro problema; nuestra divina comedia”, concluyó.
*Se utilizó el seudónimo de Melinda para proteger la identidad de la entrevistada, quien por razones personales y de seguridad prefirió no ofrecer su verdadero nombre.
Trabajo realizado para el curso Redacción Periodística II de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.