A veces estamos tan ofuscados en nuestras vivencias que olvidamos mirar a aquellos que están en una posición vulnerable. Olvidamos, por ejemplo, que los estudiantes puertorriqueños son los protagonistas de una historia que no acaba. Son ellos los que continúan con los azotes de un sistema que tiene como centro el “bienestar de los estudiantes”.
Comencemos este artículo mencionando las desesperantes horas que pasaron los alumnos de la Isla durante el huracán María el 20 de septiembre; fueron momentos intensos, momentos de no olvidar, momentos de repetir continuamente la misma historia que cuentan los sucesos llenos de miedo y agobio.
Fue una experiencia que trascendió sus vidas, experiencias que podrían ocasionar problemas psicológicos si no se brinda la ayuda necesaria. Fueron traumas que personas como Denis Márquez y su proyecto legislativo “Alegría para la niñez”, trataron de menguar. Sin embargo, estas ayudas no llegaron o no han llegado a todos los estudiantes puertorriqueños.
No se ha visto que trabajar con la situación psicológica de los alumnos tras el huracán fuera prioridad para el Departamento de Educación (DE). Por el contrario, el sistema educativo público sacudió a los niños y niñas con el tira y jala de “abrimos o no las escuelas”. Siendo los centros de enseñanza el primer lugar en donde el estudiante podría recibir las ayudas que necesita, prefirieron mantenerlos cerrados por largos meses. ¿Acaso alguien se ha preguntado cómo eso afectó y está afectando a los alumnos del País?
Contra viento y marea muchas escuelas abrieron en noviembre del pasado año (solo hasta el mediodía), sin saber que se enfrentarían con otra ráfaga tempestuosa. Esta vez los afectados serían los estudiantes que tomaban el “College Board”, como se le conoce popularmente a la Prueba de Evaluación y Admisión Universitaria (PEAU). Los alumnos se tropezaron con una nueva Prueba de Admisión Universitaria (PPA).
El examen que se les administró al mes siguiente de reiniciar el curso escolar (7 de diciembre de 2017) era totalmente diferente al anterior; más corto, pero con menos tiempo para contestar las preguntas (College Board, 2018). Me pregunto, ¿eso beneficia a los estudiantes? Ya veremos los resultados.
Llegaron las Navidades, pasaron y los estudiantes regresaron a su salón de clases para experimentar una nueva ventolera, otro cambio: la aplicación del método de enseñanza conocido como Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP). La idea luce bastante interesante hasta que leemos los comentarios de la secretaria de Educación, Julia Keleher.
La titular de Educación explica que “con los ajustes al calendario institucional, nos enfocamos en atender de forma prioritaria los temas de la prueba para que los estudiantes puedan hacer una buena ejecución”. En otras palabras, se va a utilizar el método ABP con el objetivo de que los alumnos contesten una prueba.
O sea, que tras el paso del huracán María, los maestros tienen que enfocarse en que los estudiantes contesten una prueba. Vuelvo a preguntar: ¿nuestro sistema educativo, que casi perdió un semestre de clases debido a los estragos de la tormenta, debe enfocarse tan solo en lograr que los alumnos contesten una prueba?
De modo que tenemos un sistema que se proclama “constructivista”, cuya filosofía se basa en la construcción del conocimiento, el pensamiento crítico, la solución de problemas e investigación (Marcos Curriculares, 2016), enunciando que todo lo que le importa es una prueba. El constructivismo tiene que romper con un currículo inflexible y enfocarse en las experiencias de los estudiantes, pero, ¿se está centrando el DE verdaderamente en los estudiantes puertorriqueños?
Lo cierto es que este viento viene en mayo y se llama Pruebas Meta.
Podríamos parar, pero hay otra ráfaga que enviste contra los alumnos del País. Con tantos problemas, el gobernador Ricardo Rosselló anunció el 5 febrero, que las escuelas cambiarán al modelo chárter.
Aunque el gobierno ha dicho que no se trata de privatizarlas, José Humberto Rivera Madera (El Nuevo Día, 7 febrero 2018) menciona que todos los estudios que encontró sobre el tema se refieren a las escuelas chárter como “private schools”.
Entonces, tenemos a un Departamento de Educación que tiene en su filosofía frases de Paulo Freire y Eugenio María de Hostos que expresan que “la educación es esencial en el proceso de liberación del ser humano” y en donde se proclama la libertad como fin ulterior de la educación, pero en el momento en que más se necesita un sistema educativo fortalecido, “privatizan” las escuelas.
¿Cómo pueden hablar de liberación cuando están cerrando unas escuelas y las que quedan las quieren “privatizar”? ¿Alguna vez se han preguntado cómo se sienten los estudiantes con todos estos cambios; cómo les afecta? ¿Dónde está la voz de los protagonistas de esta historia? ¿Los han dejado hablar u opinar?
El viento sigue soplando con estudiantes que ven a sus padres perder su trabajo, pues hay fábricas y empresas cerrando. Los alumnos están abatidos por todos los problemas que le rodean. Así que, ¿realmente se está pensando en ellos cuándo se toman este tipo de decisiones?
Los estudiantes necesitan ser escuchados, necesitan que la educación sea pertinente y se atempere a las situaciones que viven cada día. Como bien exponen Nancy Marino, Jeannie Collacott y Glynis Wray en el artículo Make me kits: Portable kits invite unexpected outcome los alumnos necesitan “encender la imaginación, enfocándose en el proceso creativo, aprender a cometer errores y continuar hacia delante como parte del proceso y que la confianza en la creatividad le ayude a enfrentar los miedos”.
Dejen que los estudiantes nos hablen, escúchenlos, y sobre todo dejen de construir remolinos y vientos fuertes que desestabilizan sus vidas.