Era temprano en el aeropuerto de la ciudad de Panamá. El sol estaba en su mejor momento y yo, aburrido. Junto a mí habían otros pasajeros que también esperaban su próximo vuelo.
Éramos homogéneos. La única diferencia: ellos estaban interesados en la espera y yo en ellos.
La espera es una vecina constante, que acompaña a muchos en hospitales, estaciones de tren o en el aeropuerto. Una vez me siento, preparado para el despegue, descanso y observo, con ojos cerrados, la iluminación que me brinda el sol a través del cristal del avión. Una nueva espera para llegar a otro destino.