El colega Jorge Lizardi ha escrito dos textos sobre la huelga universitaria que merecen discusión.1 En el segundo texto, “Universidad inviable”, Lizardi propone abrir los portones de la Universidad “para ver como enfrentamos, desde muchos ángulos y con muchas voces la crisis que no sólo enfrenta la Universidad de Puerto Rico, sino el trance en que se encuentra la educación pública superior universal.” En ambos escritos, crítica la estrategia de la huelga indefinida que conlleva la clausura del Recinto de Río Piedras. El amigo Persona Grata respondiendo a lo escrito por Lizardi, hace una evaluación positiva de esta huelga y plantea la dificultad de encontrar métodos alternos que funcionen mejor que el cierre o la paralización de la Universidad. Pero a su vez, reconoce “la posibilidad de que mantener la Universidad cerrada eventualmente contribuya no sólo a la desmovilización política, sino también al tipo de inactividad académica e intelectual en general que el gobierno actual aprovecharía para comenzar a desmantelar la Universidad como espacio público de inserción social del conocimiento.” La preocupación es que “el gobierno y la administración universitaria pueden aprovechar el fuerte movimiento huelgario basado en el cierre, para efectivamente cerrar la Universidad en otro sentido, en el sentido en que ellos siempre habrían preferido cerrarla.”2
Destaco este fragmento del comentario de Persona Grata pues, para mí, apunta al meollo de la situación por la que atraviesa la huelga estudiantil en estos momentos. ¿A quién conviene en términos estratégicos el cierre indefinido de la UPR? A mi modo de ver, la posibilidad que sugiere Persona Grata ya se está dando. Lo que le preocupa a él, se ha convertido en efecto en la estrategia del gobierno y la alta administración de la UPR desde que se decretó el cierre hasta el 31 de julio en Río Piedras. La huelga ha entrado en una fase de “rendimiento decreciente”, de desgaste y declinación y el gobierno y la jefatura de la UPR apuestan a este desgaste, con o sin desalojo forzoso, para que llegado agosto se abra la Universidad con un movimiento estudiantil debilitado y desmoralizado, lo cual sería un terreno ideal para imponer sin mayores resistencias la agenda de reestructuración que impulsa el gobierno.
Lo que viene en término de políticas hacia la Universidad es mucho más que lo está en juego en los reclamos de la huelga. Los estudiantes en huelga deberían consolidar y certificar lo que han logrado hasta ahora (que son algunas de sus demandas principales), proclamar un triunfo y levantar la huelga dando paso a que se abra la Universidad. De lo contrario, se corren el riesgo de quedar entrampados en la estrategia del gobierno, que es quién apuesta al cierre de la Universidad y en este escenario lo que nos espera será nefasto (ya ayer se anunciaron algunas medidas de recortes presupuestarios y reducciones salariales que tendrán efectos drásticos sobre los distintos componentes de la Universidad). Cada día que pasa este escenario es más probable, pues el tiempo y el cierre favorece al gobierno y a la alta administración universitaria.
La Junta de Síndicos cada vez trae nuevos asuntos a la negociación (por ejemplo, la cuota especial que se han sacado a última hora) como una forma de prolongar el cierre y no llegar a ninguna determinación final. El patrón está claro: la Junta de Síndicos seguirá añadiendo asuntos controversiales para evitar que la huelga se resuelva y así apostar a que el desgaste haga su trabajo y poder implementar su proyecto de reestructuración de la Universidad con menos resistencia cuando se reanuden las clases. Quizás el mayor logro de la huelga no sea ninguno de los acuerdos que se alcance, sino haber contribuido a desenmascarar públicamente, a hacer claramente visible, el proyecto de reestructuración/degradación de la Universidad que impulsa la alta administración universitaria y el gobierno. Y esto no es poca cosa.
La huelgas “indefinidas” se tienen que definir en algún momento. Las huelgas no son eternas, a mayor duración en el tiempo, mayor desgaste y debilitamiento de las fuerzas que están en huelga. Lo que comparto es mi apreciación sobre el momento actual del conflicto y mi deseo de una salida que no conlleve un empeoramiento del escenario universitario cuando se “normalice” la Universidad. Puedo equivocarme, no será ni la primera, ni la última vez que me ocurra. Pero no dejo de compartir lo que pienso por miedo a equivocarme. Ni tampoco por miedo a incomodar a alguien.
Espero que todavía estemos a tiempo para que no se imponga nuevamente la estrategia fracasada del “todo o nada”, que ha caracterizado a los conflictos sociales y políticos recientes en Puerto Rico. Habría que recordar que negociar no es “derrotar” al adversario y que hay que saber ceder para lograr los objetivos importantes. Más aún, debe descartarse la noción moralista de que ceder, esto es negociar, es “claudicar”, “traicionar”, “entrega”. Esta noción es buena para la condena y el chantaje moral, pero en nada contribuye a afinar una estrategia eficaz para resolver la huelga y abrir la Universidad. Es hora de buscarle una salida a la huelga y evadir la tentación de la intransigencia purista de las concepciones maniqueas de ciertas tradiciones políticas de izquierdas expertas en el arte del fracaso y la derrota. Este es el reto fundamental de los estudiantes en huelga en este momento.
No se trata de exigirle a los estudiantes que pongan fin a la huelga. Esta es su huelga y es a ellos que compete decidir cuándo y cómo la finalizan. Pero los efectos de esta decisión (y de la huelga) afectan profundamente a todos los componentes de la Universidad; y estos efectos serán de largo plazo pues como todos sabemos es mucho lo que está en la balanza. De lo que se trata es de poder tener esta discusión, este intercambio de ideas, entre universitarios y como universitarios, sin cortapisas y sin recriminaciones.
Por último, queda la importante discusión del mecanismo de la huelga como “cierre” o paralización “total” de la Universidad, incluyendo no sólo las funciones administrativas, sino también sus espacios académicos y de investigación (clases, bibliotecas, centros de investigación, centros de documentación, archivos, revistas, etc.) con los problemas que esto acarrea, algunos de los cuales menciona Jorge Lizardi. Reconozco que la administración universitaria no se sentó a dialogar y a negociar con los estudiantes en huelga hasta que el mecanismo de presión del cierre de los portones los obligó a ello. Me consta también que es difícil concebir algún mecanismo de presión más efectivo que el cierre que conlleva la huelga. Pero aún así la estrategia del cierre me parece sumamente problemática y una que debe someterse a una discusión crítica.
Tanto en la UPR como en otras universidades del mundo se han desarrollado otras estrategias que han tenido efectos positivos, sin los efectos adversos que implica el “cierre total”. Habría que comenzar por superar el encantamiento de los portones y, junto a ello, cuestionar la metáfora fabril de la “huelga”. Esta es una discusión crucial para todos los que queremos y defendemos una Universidad Pública Democrática de Excelencia Académica. Y es una discusión que tendremos que profundizar una vez termine el conflicto actual.
Defender la Universidad que queremos es defenderla de poderes internos y externos, y mantenerla y potenciarla como un espacio de producción de conocimiento abierto y democrático. Ello supone no aceptar el status quo de lo que hoy es la Universidad, pues hay que reconocer que es un proyecto en crisis. La crisis de la Universidad trasciende por mucho esta administración universitaria y este gobierno. Se trata, por un lado, de la implosión de la Universidad populista que desarrolló el proyecto muñocista; y de otra parte, esta implosión remite a la crisis de la función que cumple o no cumple la Universidad en la sociedad contemporánea. En tal sentido, la crisis de la Universidad es histórica y global. De ahí, la transformación del paradigma de lo que es la Universidad que está en ocurriendo a escala global. Lo cual nos obliga a repensar ¿qué debe ser la Universidad hoy?
Hay que impulsar una Reforma Universitaria que apueste a la transformación de esta Universidad en una Universidad Pública Democrática de Excelencia Académica. Se impone pensar, de cara al futuro inmediato, nuevas formas de impulsar el proyecto universitario que queremos sin que ello implique el cierre del espacio académico singular que significa la Universidad, pues esto es lo que buscan aquellos cuyo proyecto es la degradación de la Universidad.
Debemos trascender los discursos del moralismo y la indignación y proponer medios que estén en correspondencia con nuestros fines. Si los profesores vamos a contribuir a este proyecto debemos afirmarnos como un cuerpo autónomo y recuperar nuestra voz propia y crítica. Debemos ser capaces de expresarnos más allá de las consignas en apoyo a los estudiantes, intervenir más allá de los discursos celebratorios y mitificadores de la huelga. No basta con afirmar que la Universidad está en la calle. De que vale que la Universidad esté en la calle, si la Universidad como espacio institucional imprescindible queda destruida o en ruinas. O mejor dicho, más en ruinas de lo que ya se encuentra. Estamos convocados a pensar sobre el presente y el porvenir de la Universidad.
Nota:
1.”¿Por qué no somos más críticos con la huelga?”(http://www.facebook.com/notes/jorge-l-lizardi-pollock/por-que-no-somos-mas-criticos-con-la-huelga/101900659859330); “Universidad inviable”( http://www.facebook.com/notes/jorge-l-lizardi-pollock/universidad-inviable/102373089812087).
2. He citado sólo un fragmento del comentario de Persona Grata. El comentario completo es el siguiente: “En el 2010 el movimiento huelgario estudiantil ha sido mucho más receptivo a la crítica. Si alguna tendencia a despachar la crítica como traición subsiste, es en un ambiente residual de la izquierda de los 70’s que obviamente influye algo todavía en el movimiento estudiantil, pero las actitudes autoritarias no emanan de los estudiantes mismos. Atrás parece haber quedado el autoritarismo gangsteril del CUCA de 2005 (un resabio estalinista). Existe hoy día un mejor ambiente para la crítica dentro de la izquierda, exceptuando a algunos sectores no-estudiantiles que insisten en estilos derivados de antaño). Todavía la huelga interpretada como cierre o paralización de la Universidad parece ser un artículo de fe para bastantes personas. Pero aún en ese sentido hay receptividad a la crítica. No es fácil, de todos modos, preconizar qué métodos alternativos al cierre funcionarían mejor. Pero sí debe ser preocupante la posibilidad de que mantener la Universidad cerrada eventualmente contribuya no sólo a la desmovilización política, sino también al tipo de inactividad académica e intelectual en general que el gobierno actual aprovecharía para comenzar a desmantelar la Universidad como espacio público de inserción social del conocimiento. Es como el judo, cualquiera de los luchadores puede aprovechar el movimiento y la fuerza de su oponente para tirarlo al piso. El gobierno y la administración universitaria pueden aprovechar el fuerte movimiento huelgario basado en el cierre, para efectivamente cerrar la Universidad en otro sentido, en el sentido en que ellos siempre habrían preferido cerrarla.
Dicho lo anterior, debe existir ambiente para que la propuesta del profesor Lizardi sea discutida objetivamente. El profesor ha tenido la seriedad de proponer de frente una opción crítica en el seno de la comunidad universitaria. Se esté o no de acuerdo, solicita el tipo de discusión que probaría la madurez del movimiento, no ya sólo estudiantil, sino universitario”.
El autor del texto es profesor de Historia de la UPR en Río Piedras.