SANTIAGO DE CUBA – Como es harto conocido, el servicio médico es gratuito en Cuba, como lo es también la educación para convertirse en un profesional de la salud. Obvio, no es una tarea fácil y hay que tener el temple para lograrlo, pero no es una cuestión de embrollo económico ni préstamos bancarios.
La importancia que el gobierno cubano le ha dado a la medicina, y su perspectiva de que debe ser accesible, no tan solo para los cubanos sino para el resto de la humanidad, le ha merecido reconocimientos por organizaciones como la UNESCO, que ha ratificado a la Escuela Latinoamericana de Medicina, en La Habana, como la preferida por estudiantes latinoamericanos. Es más, pregúntele a Michael Moore, que documentó los beneficios de la medicina cubana en su película Sicko.
La Habana es el bastión, pero vamos, Santiago también tiene lo suyo, como el Instituto Superior de Ciencias Médicas, una universidad de medicina de dos recintos, que labora de la mano con la Universidad del Oriente y con el emblemático Hospital Saturnino Lora, donde durante el inicio de las lucha de la Revolución Cubana se atendieron un sinnúmero de guerrilleros cubanos heridos.
Pero, ¿cómo es el día a día de estos profesionales de la salud? ¿Más aún, qué opinan cuando les decimos que la situación con la salud en Puerto Rico es una muy difícil, tanto para el paciente como para los doctores que recién comienzan a practicarla?
Julio César: casi médico geriátrico a los 22 años
Julio César Matos tiene 22 años de edad y en esta mañana del lunes en la que Diálogo habla con él va tarde para sus clases. Es el día después de que las cenizas de Fidel Castro se instalaran en el cementerio de Santa Ifigenia, tras ocho días de luto nacional. Es decir, Santiago de Cuba busca normalizar sus actividades diarias luego de uno de los sucesos históricos de más impacto a nivel mundial.
“Voy un chin tarde, pero para hablar de la medicina de Cuba, yo me siento”, nos dice, tras invitarnos a su casa, sonrisa a flor de labios a las nueve y media de la mañana. Se entera que el entrevistador es de Puerto Rico y se desborda aún más en candidez.
“Te explico cómo es la cosa. Luego de la primaria, los estudiantes pasan por sus seis años de estudios preuniversitarios y entonces van directo a una especialidad. En mi caso, yo entré al ejército, hice mis dos años ahí, y por mis méritos tuve la oportunidad de tomar las pruebas para entrar a la Escuela de Ciencias Médicas de Santiago, una de las mejores del mundo”, expresó Matos.
“Como cuestión de hecho, acá viene mucho compañero y compañera estudiante de distintas partes del mundo, del continente africano, de toda Latinoamérica, de Asia, hasta de Estados Unidos”, dijo. “Para mí es un orgullo formarme en esta carrera”, acotó.
Resaltó que “siempre nuestro país está en primera fila para ayudar a los otros en necesidad, si hay algún desastre o alguna situación particular”.
“No todos los países tienen esta prioridad. No reconocen que tanto la salud, como la educación para ejercerla es un derecho humano. Yo agradezco mucho la oportunidad que me ha dado la vida de hacerlo, por nacer en Cuba, por tener líderes, como Fidel, que han hecho que esto suceda”, agregó el joven, quien de repente resaltó la prisa que tenía y tuvo que cortar la charla con Diálogo.

Julio César Matos estudia en la Escuela de Ciencias Médicas de Santiago. (Hermes Ayala/Diálogo)
“Chico, es que ahora me voy para el hospital Saturnino Lora. Allí tengo mis pacientes de geriatría. Cada estudiante tiene su cama con sus pacientes y ya voy un chin tarde”, explicó.
Antes de irte, ¿qué crees de la situación de los médicos de Puerto Rico, y de su sistema de salud adolorido?
“Bueno… Pues, Puerto Rico es un país capitalista, es una colonia, y eso desencadena muchos otros problemas. En mi opinión, yo digo que eso no es lo ideal, que pase eso. Eso trae un ajetreo feo. Ojalá siguieran nuestro modelo… es más, los invito a que vengan acá a ver cómo es, a estudiar si es posible”, sonrió, antes de salir al laburo.
Tata Cruzata: restaurando muelas en la selva
Julio César se fue a trabajar, pero nos dejó con su mamá, Tata Cruzata, que se graduó de dentista en 1983. Para ella, más importante que los mismos estudios es la cercana relación que el especialista cubano tiene con sus pacientes. La práctica, eso es lo que “le da seriedad al asunto”.
“Desde que comenzamos la carrera, tenemos una relación directa con el paciente. Tienes la ventaja de que te relacionas con mucha gente de inmediato, no tienes que estar esperando que te refieran a tal o cual paciente, tú estas trabajando directo con los que tienen los problemas que trata tu especialización”, manifestó de entrada Cruzata.
Tata lleva 28 años como profesional “y no te puedo decir una cifra de pacientes que he atendido, pero no me sorprende si pasa los cientos de miles”. Incluso, ha trabajado en el exterior, lo que le da suma satisfacción.
“Estuve, por ejemplo, en Venezuela, en 2004 y en 2010. Sé lo que es ir tres horas en un jeep 4×4 hasta selva adentro, a restaurar muelas debajo de una planta de plátano, en medio de una montaña”, articuló.
Finalmente, Cruzata aprovechó para agradecer a la gestión de quién entiende logró que la medicina cubana haya alcanzado los nivel de calidad y desprendimiento por los cuales es reconocida.
“Hoy, el día después de que me he despedido de Fidel, me siento orgullosa de todo lo que he aportado a la humanidad mediante la medicina dental. Para mí, primero está Dios, luego mi familia, y mi padre de 98 años de edad, que ha llegado a esa edad gracias a la medicina cubana, y ahí también está Fidel. Él fue un grande al impulsar la medicina, y yo doy fe de eso”, puntualizó.