
Los incidentes de violencia ocurridos la noche del 21 de agosto en la Avenida Universidad nos recuerdan una vez más que las verjas del Recinto de Río Piedras son porosas y que el espacio universitario no termina en la Ponce de León. La vivienda estudiantil del Recinto ubica mayormente fuera de sus muros, en Torre Norte y Plaza Universitaria; cientos de estudiantes residen en Santa Rita, Blondet y Hyde Park; y cientos más que residen en otras áreas tienen un principal espacio recreativo en el entorno del Recinto. Podríamos multiplicar ejemplos de las conexiones reales y cotidianas desde la seguridad pública hasta los alcantarillados. Son nexos que la Universidad tiene la responsabilidad de asumir como parte de su misión, y que desatiende a su propio riesgo. La Universidad, maestra de lo intangible y de lo social, vive así las complejas relaciones que profesa; pero a veces ella misma no las reconoce.
En los Estados Unidos, muchas universidades han tenido éxito en las interacciones con sus comunidades de entorno, en la relación que se ha apodado town and gown. En el siglo pasado los servicios de extensión agrícola y las estaciones experimentales de las grandes universidades estatales, las land grant, cobraron importancia. En el siglo XXI, la misión de servicio comunitario de las universidades públicas y privadas se orienta a su dimensión urbana, y a iniciativas que podrían verse como “servicios de extensión urbana”. En el sistema universitario de la Universidad de Puerto Rico (UPR) el Recinto Universitario de Mayagüez tiene su origen en un land grant y tiene una distinguida tradición de extensión agrícola y trabajo comunitario. En comparación con los servicios de extensión agrícola frente al campo, “proveer servicio público a las ciudades promete ser mucho más intrincado y complejo”, según evidencia George Nash en The University and the City. Muchas universidades llevan décadas lidiando con el problema sin llegar a una solución satisfactoria. Otras logran sólo muy parcialmente el cometido. Algunas universidades privadas con inmensos fondos dotales “resolvieron” su problema mediante la compra, demolición y transformación de su entorno, desplazando comunidades y generando nuevos conflictos. Río Piedras, nuestro venerable centro urbano venido a menos (¿un poco como nuestra Universidad?), tiene problemas y posibilidades que la Universidad está convocada a trabajar. Tiene la Universidad una responsabilidad hacia los universitarios, una misión de servicio articulada en sus planes estratégicos y una encomienda bajo la Ley Especial de Rehabilitación de Río Piedras (Ley 75 de 1995). La mala planificación de la Avenida Universidad y la escasez de espacios recreativos universitarios en Río Piedras son sólo dos de estos problemas. Repensado como campus urbano, el Recinto de Río Piedras forma parte integral de una compacta ciudad dotada de espacios comerciales, residenciales, escolares y universitarios. Las consabidas verjas del Recinto no pueden alterar una realidad de carácter social y urbano. La situación de Río Piedras lleva décadas y en gran medida es la misma que en otros centros urbanos, si acaso agravada por adolecer de un gobierno municipal propio. A diferencia de otros centros urbanos, además, Río Piedras tiene las características propias de una ciudad universitaria, donde la población flotante de estudiantes crea problemas específicos de vivienda y de transformación de edificaciones para arrendamiento; a esto se suma la segunda comunidad inmigrante del país, también en cierta medida “flotante”. Una agenda urbana En este escenario urbano la Universidad tiene taller además. Una agenda urbana presenta grandes retos para un sistema universitario vasto y complejo como la UPR. Ya el Centro de Acción Urbana (CAUCE) ha comenzado a cumplir con una parte de esa agenda, pero hay mucho más que hacer. A nivel de la Administración Central de la UPR, el compromiso urbano debe ser más explícito. Se dificulta transmitir el mensaje urbano porque el Recinto de Río Piedras opera dentro de un sistema universitario cuyas unidades (mayormente criaturas de la época del automóvil y el suburbio) no están, en su mayoría, insertas como el Recinto en un centro urbano. Pero la definición y práctica urbana del Recinto de Río Piedras adelanta, con el apoyo administrativo del Recinto. Según esto sucede, conviene que en el Recinto y en el Sistema UPR se consideren algunas lecciones de las experiencias habidas.
Quizá la lección más importante es que la interacción universidad-ciudad nunca ha sido fácil, y los planteamientos utópicos sobre las bondades de esa relación son eso mismo. En las relaciones entre la Universidad y las estructuras gubernamentales, sobre todo las municipales, no se logra de entrada una comunicación efectiva y continua. En Río Piedras lo hemos vivido recientemente. La Asamblea Legislativa aprobó este verano unas enmiendas a la Ley 75 que transfieren su coordinación al Municipio de San Juan, y que parecerían querer alejar al principal recinto universitario urbano del país del compromiso y la práctica como universidad urbana. CAUCE sin embargo continúa su trabajo ahora como proyecto plenamente del Recinto de Río Piedras. Las primeras iniciativas urbanas de varias universidades estadounidenses en los 1960, precisamente inspiradas en el modelo de extensión agrícola, fueron un gran fracaso. La Fundación Ford donó y perdió $200 millones (en dinero de hoy día) en un proyecto multicampus de los urban extensions. El fracaso de los urban extensions se debió a que, según resalta Peggy Elliot en The Urban Campus, “las ciudades y los campuses colisionaron al no definir y trabajar hacia objetivos mutuamente beneficiosos”. William Pendleton, coordinador en la Ford de la iniciativa de los urban extensions, sentenció: “las universidades y los gobiernos urbanos no trabajan juntos fácilmente”. Para ver la edición de Diálogo en PDF haga click aquí