Nota: Aquí compartimos una reflexión de la licenciada y decana de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico, Vivian I. Neptune luego de lectura de la novela Bathika, escrita por Enrique Quique Colón.
Esta noche es especial no solo para nuestro querido autor, Enrique Quique Colón, quien me sorprendió con una invitación hace unos meses para presentar su primera novela Bathika, sino especial para cada uno de los convocados aquí por la importancia de la pieza literaria que presentamos. La primera convocada fui yo, y me sentí muy honrada con la invitación ya que también es mi inauguración y estreno presentando un libro. Y más especial aún fue esa convocatoria cuando me indica Quique que se trata de la historia de una mujer negra. Nada más con el testigo. Aquí tenía que estar yo, hoy, esta noche.
Al aceptar la encomienda rememoré, como durante mis años de estudio en derecho resonaba el nombre de Quique Colón como sinónimo de grandes hazañas legales, personales y de altruismo. Durante los años, sus andadas dejando huellas, marcando vidas, haciendo la diferencia, han trascendido a nuestro entorno. Los lazos de amistad y respeto que todos le profesamos, son testimonio fiel de sus capacidades, sensibilidad y una empatía especial que no solo le facilita ponerse en los zapatos del otro o la otra para comprender y sentir su dolor, sino que lo vive lo siente lo sufre.
Es en ese contexto que Colón se adentra en su primera novela al mundo de la Esclavitud con rostro femenino, tan poco discutido y abordado. En sus hazañas de rigurosa investigación legal en un caso por discrimen por género, se topa con el caso de Prigg v. Commonwealth of Pennsylvania 41 US 534 del 1842, en el cual una mujer negra y sus dos hijos fueron secuestrados por un caza recompensas en el estado de Pennsylvania y entregados en Maryland donde la esclavitud era permitida. Luego se acusa al secuestrador Edward Cooper y convicto de secuestro, el caso en apelación llega al Tribunal Supremo de los Estados Unidos al impugnarse la convicción por contravenir el derecho constitucional garantizado de poseer y recuperar propiedad esclava.
Estos elementos son los que nuestro autor utiliza para adentrarnos en el mundo de Margaret Reilly. No soy la mujer que buscan: Mi nombre es Bathika, la afortunada. Dirá nuestra protagonista ante su captura. Ese no ser, y enfrentar el andamiaje racista y discriminatorio imperante es suficiente para enamorarnos de la historia y trasladarnos al Siglo 19 y desear unirnos a las luchas abolicionistas de entonces.
La mujer como protagonista, como eje de esta historia, cobra un significado muy especial. No se trata de la protagonista típica que se deja llevar por el vaivén del destino. Se le da cuerpo, alma, emociones, sentidos, a una mujer, al inicio víctima de sus circunstancias, que evoluciona con el tiempo y el dolor, en la búsqueda de su identidad y razón de ser. Tres aspectos medulares compartiré con ustedes esta noche, los cuales hacen de Bathika una protagonista distinta, rebelde, y motor de cambios en la historia.
En primer lugar, su vida cincelada por nuestro autor, es ejemplo de cómo la privación de la libertad unida a la condena a la desinformación, a la ignorancia, conjugan el peor de los atropellos contra la dignidad humana. El escuchar a los negros y negras justificar su alegado estado de inferioridad, el orden de las cosas como inmutables y el designio divino como fuente de la condena a la esclavitud y a la servidumbre, nos hace recordar cómo el castigo peor para cualquier ser humano es la falta de educación. La educación e instrucción juegan un papel central en la novela como vehículo transformador. Desde la manera clandestina en que se transmite el conocimiento por miembros del clero abolicionista, hasta por familias con sensibilidad especial por la literatura universal y la música que repudiaban la institución de la esclavitud.
Y una mujer negra, privada de su libertad, condenada a la esclavitud, es expuesta a esos autores clásicos, a esos compositores que tocan el alma, transforman la conciencia y elevan el Ser, a la educación básica y universal reservada para los blancos, con la complicidad de colaboradores que identificaron en Margaret su potencial e inteligencia. Preceptos básicos que hoy día muchos olvidan en la formación holística de nuestros niños y jóvenes. Están presentes en Bathika como elementos transformadores y revolucionarios.
Son la instrucción y la educación las llaves que abren la puerta de las oportunidades de Margaret al dejar atrás el mito de la ignorancia e incapacidad cognoscitiva de a quien se consideraba inferior.
En segundo lugar, la mujer negra como elemento de cambio social, rompiendo los moldes impuestos por el mundo de los hombres blancos que la limitaban a la explotación sexual y doméstica. Es en esa piel, que en Bathika se provoca la reflexión sobre la carga onerosa de las mujeres negras. Porque se tienen que probar tres veces más que cualquier miembro de la sociedad. Porque un sector se empeña en que sus formas, curvas, cabello, facciones y sexualidad, son lo único que las definen y determinan su identidad. Se juzga, censura, y condena si la mujer negra se apodera de esos elementos. Y se le ponen palabras en la boca, intenciones en sus actos, se les pre-juzga, y descarta. Soportan, o debo decir, soportamos, no solo el sexismo sino el racismo. Solapado y disimulado, pero también el directo abierto y sin tapujos. Todas, lo hemos experimentado.
Es la intersección entre género y raza la que hace la experiencia de la mujer negra diferente de la cualquier otro ser. Y en esta novela apreciamos los matices que el autor imparte a cada mujer negra en la historia y el trato que recibe por parte del hombre y la mujer blanca. Ante la ausencia de protagonistas negras, y siguiendo la tradición de Mayra Santos en Nuestra Señora de la Noche, se le da voz a una mujer negra como hacedora de su destino y protagonista de su devenir.
Es forzoso reflexionar: en el siglo 21, en el año 2015, ¿hemos superado esos prejuicios descritos por Colón en Bathika imperantes en el Siglo 19? ¿O seguimos todos y todas encasillando a la mujer negra? Limitando sus roles y reforzando estereotipos. Porque se le juzga más duro. “No es lo suficientemente feminista. No es lo suficientemente femenina. Es demasiado femenina. No es lo suficientemente liberal. No es lo suficientemente conservadora”. Sencillamente, no hay manera de ganar.
Miremos a nuestro alrededor nuestros rostros. Miremos a nuestras estructuras de poder. Miremos nuestras Escuelas de Derecho, a nuestra facultad y estudiantes, miremos a los bufetes de abogado y abogadas en Puerto Rico, nuestros tribunales, nuestras agencias gubernamentales, nuestras empresas privadas. Ínfima la cantidad de mujeres negras que han logrado ocupar estos espacios y tener puestos de poder. Y muchos dirán: es que cada vez menos mujeres negras llegan a la universidad, y si menos se gradúan, menos ocuparán puestos en instituciones con injerencia en la política pública de nuestro país. Y menos podrán tener poder decisional.
Eso es lo mismo que se decía en el siglo 19. Eso es lo mismo que se le imponía a Margaret cuando decide escapar hacia la libertad y cambia su nombre a Bathika. Nuestras niñas negras, miran su entorno, y como Bathika, necesitan escapar. La literatura les brinda ese escape, como se lo brindó a Margaret Reilly cuando evolucionó a ser Bathika.
Los que sean provocados por la lectura y el acercamiento que nos propone Quique Colón, debemos todos ser parte del ferrocarril de la libertad. De la posibilidad de transformar y romper el discrimen y prejuicios que hoy en el 2015 al igual que en el siglo 19, marcan, limitan y segregan a la mujer negra.
El tercer y último aspecto que deseo compartir con ustedes sobre Bathika, se centra en la estructura constitucional y legal que sirvió de base para justificar la esclavitud y el trato a los esclavos y esclavas como mercancía. La traición al precepto contenido en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos: Todos los hombres (y añado yo mujeres) son iguales ante la ley. Con dureza y realismo Colón nos muestra las atrocidades de la esclavitud. La oposición al cambio por parte de los comerciantes de la trata humana y la explotación mercantil, y sexual de las mujeres esclavas.
Durante toda esa trayectoria a la que el autor nos convoca en el marco de una argumentación oral en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, nos trasladamos a la niñez y adultez de nuestra protagonista. Identificamos a los que por creencias religiosas o humanísticas, retaron el sistema. A muchos, les costó la vida. A otros, la libertad. Pero la determinación inicial era de ese hombre o mujer esclava que aceptaba el salto al vacío de escapar.
Y nuestro autor nos presenta el discrimen crudo y real que aniquila el cuerpo y el alma. Pero también nos presenta la sublevación y las luchas concertadas. El cuestionamiento del andamiaje legal, la necesidad de retar lo que trastoca nuestra conciencia y la importancia de la solidaridad.
De los tres factores reseñados en la historia de Bathika, el paralelismo a las causas actuales de nuestra sociedad se hace evidente. Enfatizo en dos paralelismos.
El primero: Hoy día, vivimos en un mundo segregado. El abismo social y la desigualdad se agudiza día a día. Desde los cimientos de la educación elemental, intermedia y superior, vemos como condenamos a los pobres, y en su mayoría extranjeros y negros, a la educación de segunda categoría. Por falta de recursos, voluntad, apoyo. Pero la pobreza sigue siendo el denominador común.
En esa ecuación las Bathikas del siglo 21 son todas esas niñas y jóvenes negras, que internalizan su rol como uno limitado a su sexualidad o a servir a otros. Se necesita mucho para romper esa preconcepción y desterrarlas de raíz. Tal cual hace nuestra protagonista cuando expresa: No soy la mujer que buscan. Esa ya no habita aquí. En ese momento en la novela frente a nosotros tenemos a una mujer cabal, completa, con metas, con educación, con talentos y potencial para transformar las vidas de cuanto las rodean. ¿Qué hace falta para ese despertar en nuestras niñas y jóvenes negras? ¿Más autores como Quique Colón escribiendo de mujeres como Bathika? ¿Más Margaret Reillys aceptando sus orígenes y ancestros y apoderándose de sus destinos?
El segundo paralelismo existente en esta obra es entre Bathika y Puerto Rico. Cuando te dicen que eres pequeño, que no puedes valerte por ti mismo, que lo que tienes es lo mejor a lo que puedes aspirar y te tienes que conformar, te condenan a la ignorancia. Te condenan a la dependencia. Lo mismo que le decían a Margaret cuando otros decidían por ella es lo que le dicen a nuestro País para prolongar el conformismo y la aceptación sin cuestionamientos del coloniaje, que es la manipulación de la ignorancia al servicio de la explotación.
Es con valientes que toman los espacios para denunciar, cuestionar, provocar los cambios a las injusticias que hieren la fibra más íntima de nuestro ser, que se forjan las transformaciones. Enrique, Quique Colón con esta obra, realiza en el ámbito literario lo que ya en el ámbito legal y personal ha logrado: ser de los valientes que provocan el cambio con sus actos, con su ejemplo, con su voz.
Cuando van a apresar y secuestrar a Margaret Reilly nuestra protagonista exclama: No soy la mujer que buscan. Soy Bathika la afortunada. No es la que buscan, porque ya estaba liberada. No es la que buscan, porque ya no le pertenece a nadie, solo a sí misma. No es la que buscan, porque su nombre de esclava dejó de existir para retomar su nombre de mujer libre. No es la que buscan porque entre clásicos literarios y música clásica, su alma e intelecto evolucionó hasta romper las cadenas de la opresión. No es la que buscan porque ahora es la que habla por otros, la que negocia, educa y libera.
Ahora, es Bathika la afortunada. Quique, hoy 29 de octubre de 2015 te digo que los afortunados somos nosotros, todos los convocados aquí esta noche por ser testigos del poder transformador de la palabra cuando la utilizas para liberar, denunciar y transformar. La afortunada soy yo por poder esta noche, como mujer negra puertorriqueña, compartirles el impacto que la historia de otra mujer negra ha tenido en mí. Gracias Quique por darnos el privilegio de ser parte de este nuevo capítulo de tu historia. Gracias Margaret Reilly, gracias Bathika, porque los que luchan contras las inequidades actuales, retoman el camino que mujeres como tú trazaron, para continuar con el legado de romper cadenas y sembrar de esperanza el mañana.
Muchas gracias y buenas noches.