La Oficina de Prensa de la Policía de Puerto Rico inicia operaciones diariamente a las 4:00 de la madrugada. Recibe los informes preliminares de robos, accidentes y asesinatos de los diferentes precintos policiacos de la Isla y los divulga entre los principales medios de comunicación para su difusión oficial.
Es decir, puede que ya a las 10:00 de la mañana los lectores hayan tenido que digerir la amarga noticia de uno –o lo que es más usual– varios asesinatos.
“Asesinan hombre en Ponce”. “Investigan asesinato en San Juan”. “Investigan muerte violenta en Loíza”. “Fin de semana con nueve muertes violentas”. Sí, nueve muertes violentas.
Este viene siendo, como dicen por ahí, el pan nuestro de cada día desde las últimas dos décadas del siglo pasado y la primera y media de este.
“El relato de la muerte es como un archivo que tienes, lo sacas y lo vuelves a utilizar. Las mismas palabras, las mismas descripciones, los fotógrafos hacen las mismas tomas e igual los camarógrafos”, comentó a Diálogo Silvia Álvarez Curbelo, profesora de Comunicación del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPRRP).
Los titulares se repiten porque los asesinatos ocurren una y otra vez. Las víctimas son hombres o mujeres, jóvenes o viejos, en San Juan o en Caguas, por un tiro o tras una balacera, en la calle o en la casa, en pleno día o a medianoche. Alguien termina violentamente con una vida y a veces se informa tan normal como ocurrió.
“Estamos ya con unos archivos muy enquistados en la memoria. Periodistas, editores y productores hacen lo mismo, como si fuera una programación. Le dan a un botón y ya la persona empieza a decir lo mismo que dijo hace 20 años”, declaró Álvarez Curbelo.
La catedrática explicó que el alza de asesinatos en Puerto Rico se viene experimentando desde la gobernación de Pedro Rosselló (1993-2000) y alcanzó la cifra récord en el 2011 bajo el gobierno de Luis Fortuño (2009-2012), cuando ocurrieron 1,136 asesinatos, o aproximadamente 31 por cada 100,000 habitantes, de acuerdo con la medida internacional para cuantificar homicidios.
Luego de esos años las cifras se han mantenido en un sube y baja, y de forma similar la cobertura mediática de los asesinatos. Según la profesora, esta cobertura –además de repetitiva– se ha mantenido superficial y carente de análisis.
“Los medios promovían el morbo en lugar de promover, quizás, un análisis más ponderado de por qué estaba escalando la espiral de asesinatos. Es decir, muchas veces tenemos una respuesta mediática que no es la de ‘vamos a meterle cabeza y contribuir al examen del problema’, sino ‘vamos a regodearnos más en las imágenes’”, señaló la también historiadora.
Una lectura similar teorizó Madeline Román, profesora de criminología y sociología en la UPRRP, para quien la cobertura de asesinatos en la Isla está estandarizada.
“La cobertura me parece una bastante estandarizada, una que a veces no hay ni que leerla porque podemos anticipar muy bien lo que se va a decir”, mencionó.
Dicho de otro modo, si no es por los nombres de los involucrados o la descripción del incidente, los relatos de asesinatos reseñados en los principales medios del país son todos iguales.
Por ejemplo: “Joven se convierte en la primera víctima de asesinato del 2016”. Este es el titular de una noticia publicada por El Nuevo Día en enero de este año a las 5:30 de la madrugada, donde en cuatro oraciones se presentó el nombre de la víctima, la hora y el lugar del incidente, así como el estado del cadáver. Y nada más.
El mismo periódico publicó este mes otra noticia, titulada “Reportan doble homicidio en San Lorenzo”, donde –nuevamente– en cuatro oraciones se informó el hallazgo de dos cadáveres en el interior de un carro a las 10:00 de la noche en San Lorenzo.
Y nada más.
No todo lo que se muestra, informa
Inquirida por Diálogo sobre la costumbre actual de algunos medios de divulgar vídeos o fotos que muestran explícitamente un asesinato o acto de violencia, Álvarez Curbelo acentuó la importancia de estar conscientes de que no todo lo que se muestra, informa.
“Hay algo que está ocurriendo desde hace mucho tiempo y es que se confunde el mostrar con la información, [al] igual que se confunde la transparencia con decirlo todo. Las palabras han perdido sentido. Lo que estamos viendo es algo peor, es algo terrible. Es pornografía”, indicó.
Para la profesora, lo pornográfico no solo son imágenes eróticas, sino la utilización del cuerpo de forma indigna o como mercancía. En ese sentido, cuestionó la presentación de cadáveres en los medios noticiosos.
“Hay más pornografía cuando la persona está muerta porque muerta no tiene forma de resistir. Lo que tenemos es un acto pornográfico y los periodistas y productores parecen no darse cuenta”, subrayó Álvarez Curbelo, autora de Un país del porvenir.
Mientras tanto, la doctora Milagros Acevedo, profesora retirada de la Escuela de Comunicación del recinto riopedrense, resaltó en su libro La ética mediática que la prensa debe reconocer las diferencias entre el derecho a saber, la necesidad de saber y el querer saber.
Sobre la necesidad de saber, Acevedo puntualizó que se refiere a esa información que la sociedad necesita para poder desenvolverse. Así, los hechos violentos son noticia “porque su efecto en la estabilidad del ser humano debe ser informado con prontitud para que este tome las medidas necesarias para enfrentar alteraciones en su equilibrio emocional”.
El balance y profesionalismo periodístico subyace en que los reporteros deben procurar llevar al público esa noticia de violencia de una forma no violenta.
“El hecho que es violento por definición, no obliga a que el mensaje también lo sea. Por lo tanto, no hay necesidad de ver el cadáver y el agujero de bala que le quitó la vida; pero sí es necesario saber que forma parte de las estadísticas de crímenes violentos y algún otro dato que nos ayude a saber cómo se manifiesta y qué está pasando en la sociedad en la que vivimos”, anotó Acevedo su libro.
Asimismo, Álvarez Curbelo insistió en que es responsabilidad de los medios identificar qué merece ser divulgado y qué no. Opinó que no se puede publicar algo usando como excusa la idea de que “eso es lo que la audiencia quiere ver”.
“Si le das al país información de este tipo [morbosa] lo demás pierde importancia. Es como si no estuvieran ocurriendo cosas en el mundo o en el mismo país que requieran más atención. No es que los asesinatos no la requiera, pero lo tenemos que hacer en función de algo”, indicó.
Falta de formación académica
Por otro lado, para Román, quien es directora del Instituto de Investigación Violencia y Complejidad, la cobertura mediática estandarizada y vacía de análisis ocurre porque los periodistas carecen de formación en temas policíacos.
“Yo he registrado a través de los años una gran falta de formación académica e intelectual de las personas que están en los medios. Eso es un problema porque cuando uno hace una entrevista y no sabe nada del tema, o bien conoce los relatos oficiales u oficialistas del asunto, es muy difícil producir lecturas alternativas y muy difícil también hacer análisis más detenidos”, criticó Román.
Pero, ¿cómo empezar a informar diferente algo que parece ocurrir siempre igual? Álvarez Curbelo reconoció que los asesinatos en el país son constantes desde aproximadamente los años ‘80. Por tal razón, admitió que plantear una cobertura diferente puede parecer un reto.
“Empieza quizás por aquella calle, por esa escuela donde el muchacho se crió. Darle humanidad a la víctima. A lo mejor el sujeto tenía un historial delictivo, pero incluso el historial delictivo –que se sabe que comienza a los 17 años– es para uno cuestionarse ‘¿qué pasó?’. Esas son las cosas que nos duelen, que nos preguntamos. Darle un ángulo diferente para que esa muerte no sea descrita pornográficamente y ya. No es que haya valido la muerte, pero reflexionar por esa pérdida”, sostuvo.
Por su parte, Román entiende que si los medios continúan reproduciendo la lectura moralista de la criminalidad –donde suelen reconocer a la víctima en el grupo de los buenos y los criminales en el grupo de los malos– el país continuará escuchando relatos similares una y otra vez. Para la académica, los periodistas pueden mejorar la forma de contar las cosas si optan por involucrarse con otras disciplinas.
“Quizás lo que tendría que ocurrir es que comiencen a producirse al interior de los medios comunicaciones sorpresas. En otras palabras, comunicaciones que empiecen a deconstruir y a desafiar esos entendidos convencionales que tenemos sobre el problema de la violencia y la criminalidad. Creo que es un gran desafío para el sistema de medios, pero creo que es algo que es posible viabilizar en la medida en que los estudiosos de la comunicación se abran al diálogo con otras disciplinas”, expuso.
Esta es la primera parte de una serie especial sobre la violencia en Puerto Rico. Busca mañana la segunda parte de este reportaje.