
En homenaje al fallecido profesor y teórico de Estudios Latinoamericanos, Juan Flores, se realizó un panel titulado “Correspondencias itinerantes en arte y danza”, modulados por el profesor del Departamento de Literatura Comparada de la Universidad de Puerto Rico (UPR), Recinto de Río Piedras, Ricardo Arribas, y por la profesora y decana de Asuntos Académicos y Estudiantiles de la Escuela de Artes Plásticas, Lydia Platón.
El profesor Arribas dedicó su parte de la presentación a la representación del cuerpo caribeño en la artes plásticas, mientras que la reflexión de la profesora Platón fue en relación a la representación del cuerpo en las artes escénicas.
Arribas comenzó su trabajo con una parte teórica que ayudaría a enmarcar la discusión de los trabajos más recientes de algunos artistas caribeños contemporáneos quienes se han dado a la tarea de recrear la figura caribeña en sus obras o “recrear el espacio caribeño en el arte”. Además, el análisis de sus obras es “una manera de comprender la modernización del Caribe,” dijo Arribas.
“El sujeto caribeño se hace cuerpo con su experiencia sensorial”, expresó Arribas citando a la filósofa americana Susan Buck-Morss, “hay que devolverle el cuerpo a su sentido”.
“El Caribe se considera un sitio privilegiado porque denota lo moderno y su relación fundamental de lo espacial con lo temporal y su conexión sensorial del sujeto con su cuerpo”, añadió.
Los artistas escogidos para su reflexión fueron: Ibrahim Miranda, Annalee Davis, Miguel Luciano y Steve Ouditt. El profesor escogió y señaló particularidades de cada obra, que en su temática pudiesen ser enlazadas al tema de la entidad caribeña.
Ibrahim Miranda, artista cubano, y su obra “Noche insular”, inspirada en el poema de José Lezama Lima, “reapropia la silueta de la isla de Cuba y la utiliza como objeto fundacional para una serie de transformaciones”, explicó.
“Por medio de los distintos colores, patrones y formas, y la utilización de distintos medios, tallado, xilografía, dibujo, etcétera, se insta a repensar nuestra relación con el espacio geográfico. A su vez, se rompen nuestras proyecciones de quiénes somos y a dónde vamos”, mencionó.
Otro artista, Miguel Luciano, puertorriqueño, se identifica por la manera en que él localiza los objetos en sus instalaciones. En su obra “Pimp my piragua”, Luciano equipó un triciclo con bocinas y pantallas de televisor a manera de representar la “inventiva popular puertorriqueña para sobrevivir en la precariedad económica”.
Otra obra, “Cuando las gallinas mean”, es una máquina que dispensa huevos de plástico con notas adentro. Además de ser ubicada en espacios públicos es “un comentario y trivialización de la libertad de expresión”.
Platón, por su parte, comenzó destacando dos sucesos importantes dentro del ámbito de la danza. “El 2013 fue un año importante para la escena de danza y performance en Puerto Rico: las hermanas afropuertorriqueñas Lidela y Michelle Rodríguez presentaron su obra “Manual del vestuario doméstico” y la veterana coreógrafa de danza contemporánea, Viveca Vázquez, presentó una retrospectiva de treinta años de carrera en el Museo de Arte Contemporánea (MAC) en Santurce titulada “Conducta: coreografía del error”, expresó la profesora.
“Recientemente, se han visto los cambios de paradigma de las ideas desarrolladas por Juan Flores en relación a los inmigrantes puertorriqueños que han crecido en la diáspora”, indicó.
“Además, muchos que se han ido a los Estados Unidos y regresaron a Puerto Rico han contribuido, o “striked-back”, en la isla”, añadió Platón.
Una de las razones por la que muchos bailarines y artistas en general se han tenido que ir es porque necesitan venues para sus presentaciones y estos lugares caracterizan a ciudades como Nueva York.
Sin embargo, “los performers de danza luchan por existir, estar presentes y ser accesibles a públicos en la isla; desean ser abrazados culturalmente”.
Platón destacó que durante los años ochenta y noventa surgió un grupo nutrido de bailarines latinos y afroamericanos que participaron en lo que luego se conoció como “choreopolitics”. Su labor era “denunciar las contradicciones de la visibilidad e invisibilidad en las políticas de inclusión y exclusión en la danza”.
Ante la demanda de lugares para su manifestación, la UPR se convirtió en uno de los foros importantes de la danza posmoderna porque tiene la capacidad de proveer espacios en los que generaciones de estudiantes y profesores pudieron conocer las revoluciones de primera mano.
Lydia Platón finalizó expresando que las desviaciones que han ocurrido en el mundo de la danza pueden ser propuestas de cambio cultural, como expresó Juan Flores.
“La localidad se convierte en una parte de la práctica donde se ve nuestro imaginario, el cual hará el mapa del itinerario de nuestras experiencias particulares”, concluyó.