¿Quién no ha sido cortés en la vida? Sí, esa acción definida por la Real Academia Española de la Lengua, como una demostración o acto con el que se manifiesta la atención, respeto o afecto que tiene alguien hacia otra persona.
Sin embargo, ¿el acto de ser cortés, debe ser una alabanza extrema hacia el otro? Tomando como ejemplo el partido “amistoso” entre el equipo de fútbol La Roja de España, y la delegación de Puerto Rico, encontramos causas controversiales con las que podemos abordar el tema de la cortesía con hechos y no con simples especulaciones.
“El partido histórico”, como es promovido por ciertos medios de comunicación de la Isla, resalta por brindarle al público algo nuevo de qué hablar cada día gracias a las decisiones que toman los productores del evento. Vamos por parte. Resulta que las mentes maestras detrás del evento, entiéndase Maritza Casiano, Henry Newman y Eric Labrador, dieron la noticia, a pocos días del partido, que los camerinos pertenecientes al equipo local en el estadio Juan Ramón Lubriel en Bayamón, serían otorgados al equipo de España “por cortesía y cuestiones de producción”.
¿Cómo un equipo local, jugando en su propio estadio, va a cederle su camerino al contrincante? Los mismos jugadores de Puerto Rico han mostrado su disgusto ante esta falta de respeto, o mejor dicho, acto de cortesía. Pero no seamos injustos, es la acción de ser amable y educado. Es decir, el puertorriqueño tiene que respetar a los españoles porque ellos son el sinónimo de supremacía en el fútbol. En cambio, nuestra delegación solo será “un partido para coger ritmo”, como especificaron los mediocampistas de la Roja, Cesc Fábregas y Santi Cazorla, en una conferencia de prensa al llegar a la Isla.
¿Entonces les tratamos con cortesía y para ellos somos puro trámite? Esto sin mencionar que en la misma conferencia de prensa, ninguno de los dos poseía el más mínimo conocimiento de Puerto Rico y del equipo nacional que enfrentarán hoy. “Poco sabemos de Puerto Rico. No hemos podido preparar nada. Estamos recién llegados”, expresó Cazorla.
Sin embargo, para el presidente de la Federación Puertorriqueña de Fútbol (FPF), Eric Labrador, la llegada de los españoles es similar a la ilusión que muestra un niño en la navidad.
“Nos sentimos bien contentos. Nos sentimos como si hubiésemos llegado al Mundial, independientemente del resultado”, comentó Labrador en la conferencia de prensa.
Entiendo cierto nivel de emoción al saber que se ha logrado un partido de tal magnitud, pero, “¿como si hubiesen llegado a un mundial?” ¿Acaso la emoción puede llegar a tanto? A pesar que Puerto Rico no cuenta con una liga profesional de fútbol y ambos equipos que nos representan (los Islanders y el Huracán Azul ) no tienen en su lista de jugadores a más de un puertorriqueño, esto no debería ser foco para que nuestros representantes no reciban el mismo o mejor trato que los extranjeros que vienen a jugar en su campo. Aun más, el objetivo debería ir a la inversa, ya que este partido debería fomentar el fortalecimiento del fútbol local y no darle más exposición a un equipo que cuenta con amplio reconocimiento internacional.
No obstante, para el director técnico del Huracán Azul, Jeaustin Campos, en Puerto Rico, “somos conscientes de las limitaciones que tiene hoy el fútbol puertorriqueño, pero es más grande la ilusión y el deseo, haremos un fútbol inteligente, agresivo, manejaremos los tiempos del partido y sin faltar a nuestra filosofía iremos al frente a atacar con el fútbol más efectivo posible”.
O sea, están conscientes de las limitaciones pero deciden continuar sin detenerse, como el rey Leonidas y sus 300 espartanos valientes que se enfrentan a un millón de soldados.
Por su parte, para el secretario de Recreación y Deportes, Henry Newman, esta visita tendrá un efecto muy positivo, más que cualquier inversión directa, pues según indicó: “El impacto de la visita del número uno del mundo será aún mayor, relacionado con el crecimiento del fútbol en Puerto Rico”.
Vengan, pues, los de afuera que nosotros los acogemos, y de paso les sedemos nuestros espacios. En fin, esperemos que nuestros actos de cortesía no sean confundidos con “el síndrome del colonizado” y el partido entre España y Puerto Rico deje más que dulces recuerdos y un estadio con más butacas y casi tres millones de dólares en su nuevo costado.