Todos los 16 de julio las villas pesqueras de Puerto Rico celebran a la Virgen del Carmen. Esta tradición data desde la llegada de los españoles a nuestras costas. Fueron los colonizadores, marineros en su mayoría, quienes la trajeron como parte de su religión católica, pero especialmente, como devoción personal. Muchos años después, se estableció formalmente la veneración a la Virgen del Carmen en la Isla con la llegada de las monjas carmelitas y la instauración de su orden. No existe una historia oficial sobre este rito, pero lo cierto es que ha estado aquí por mucho tiempo: lo observamos en las procesiones que los pescadores realizan todos los veranos en los pueblos que llaman a la Virgen del Carmen su patrona, en las capillas que llevan su nombre y en las historias de su gente. Las próximas líneas contarán algo más sobre la la historia de dicha devoción.
San Juan
En el año 1863, Santiago Biñón y Miguel Porrata, residentes de San Juan, quisieron establecer una hermandad en honor a la Virgen. La hermandad funcionaría como una cofradía (congregación de devotos), donde los fieles a la Virgen podrían compartir su devoción. Organizarían misas en su nombre, celebrarían sus fiestas y rezarían sus novenas bajo el amparo de su parroquia predilecta. Su intención era simple: poner en escrito el fervor que ambos, junto a sus compañeros en la propuesta hermandad, ya observaban y celebraban. Igual que los antiguos colonizadores, la veneración a la Virgen del Carmen era algo que guardaban, a pesar de que no tuvieran una iglesia con su nombre.
Santiago y Miguel escribieron al obispo de Puerto Rico su petición, pero esta les fue denegada. Las reglas de la Iglesia prohibían la presencia de dos cofradías de la misma devoción dentro del mismo pueblo. Lamentablemente para los peticionarios, las monjas Carmelitas ya tenían establecida su orden y eran una presencia de fuerza en la ciudad, por lo que no podrían inscribir su hermandad. Si Santiago y Miguel querían inscribir su hermandad, debían hacerlo fuera de los confines de San Juan. No obstante, en las cartas de la Iglesia no aparece una segunda petición de parte de Santiago y Miguel, ni en San Juan, ni en los pueblos cercanos, por lo que podemos presumir que se quedaron en San Juan. Que Santiago y Miguel se hayan quedado en San Juan, practicando su adoración personal a la Virgen, a pesar de los obstáculos para inscribir su hermandad, es un ejemplo de la fuerza que este rito ha mantenido a través de la historia de Puerto Rico. Continuaremos viendo ejemplos similares en otros municipios de Puerto Rico.
Humacao
La segunda historia se centra en el pueblo de Humacao. Comienza en la tarde del 18 de noviembre de 1867, cuando un terremoto y el tsunami que vino con este, sorprendieron a los residentes de la playa. Asustados por este suceso, las personas huyeron al centro del pueblo, para que un segundo golpe de agua no los pudiera alcanzar.
Más allá de los daños provocados por el terremoto y el tsunami a sus hogares, otro de los problemas que los aquejó fue la destrucción de su ermita. Esa ermita, una capilla pequeña construida por los residentes de la playa para su villa, había guardado dos imágenes de la Virgen: una de la Virgen de las Mercedes y otra de la Virgen del Carmen. Ambas imágenes se creían perdidas luego del terremoto y el tsunami.
Días después, temerosos y lamentando la pérdida de su ermita, la gente continuaba refugiada en el centro del pueblo, por lo que el cura decidió salir en busca de las imágenes perdidas. El religioso esperaba que llevando las efigies (estatuas o personificaciones) a los residentes de la playa, los podría convencer de regresar a sus hogares. Así fue que encontró la imagen de la Virgen de la Merced y la llevó a los residentes de la playa, logrando el efecto deseado. Todos salieron en procesión del pueblo a la playa, siguiendo al cura que llevaba la Virgen. No se sabe con exactitud qué le pasó a la imagen de la Virgen del Carmen, pero sabemos que la nueva ermita se inauguró con la festividad en su honor.
La parroquia del barrio Punta Santiago en la playa de Humacao aún lleva el nombre de Nuestra Señora del Carmen, razón por la cual es muy probable que esta haya sido el escenario de nuestra historia. De igual forma, se establecieron muchas otras capillas y parroquias en honor a la Virgen del Carmen en otros pueblos costeros de Puerto Rico las cuales comenzaron como sencillas ermitas construidas por sus devotos.
Aguadilla
Para 1898, cuando la Isla fue invadida por el ejército estadounidense, muchos sacerdotes católicos abandonaron sus puestos y varias parroquias quedaron vacías. En respuesta, el obispo de Puerto Rico envió a sus sacerdotes en la misión de investigar la situación en los pueblos donde quedaron estas vacantes. Así fue como llegó un nuevo cura al pueblo de Aguadilla en 1916.
A su llegada, el sacerdote notó la ausencia de la Iglesia en las tradiciones del pueblo; una de estas, las fiestas en honor a la Virgen del Carmen. Era cierto que las fiestas no estaban siendo organizadas por falta de una parroquia que brindara su ayuda, pero los devotos de la Virgen del Carmen seguían entre la población. Fue así que, con ayuda de sus fieles, el nuevo cura se aseguró de que ese 16 de julio las fiestas de la Virgen del Carmen se celebraran en el pueblo de Aguadilla. Las fiestas regresaron en grande con el Triduo del Carmen, una observación de tres días; contrario a la celebración actual que se limita a un solo día. Al año siguiente, en 1917, las fiestas nuevamente fueron celebradas con su tradicional procesión por agua, seguida la embarcación con la imagen de la Virgen por sus devotos vestidos de marineros. Una procesión similar a esta se celebra aún en algunos municipios alrededor de la costa puertorriqueña.
Mayagüez
Actualmente, son familias o individuos quienes, por lo general, toman la responsabilidad de llevar a cabo la celebración de las fiestas en honor a la Virgen del Carmen. La Iglesia está involucrada, como también lo está la comunidad de devotos, pero el trabajo de el mantener viva dicha tradición descansa particularmente en un selecto grupo de personas. Este es el caso de diferentes villas pesqueras que celebran a la Virgen del Carmen. Sus residentes señalan a una o dos personas reconocidas por ser las responsables de organizar las fiestas cada año. En el barrio El Seco, en la playa de Mayagüez, por ejemplo, la familia más notable dentro de la tradición de la Virgen del Carmen es la familia Santana.
La familia Santana llegó al barrio El Seco, al igual que muchas otras, cuando se expropió el barrio Buenos Aires de la playa de Mayagüez. Buenos Aires era el lugar donde usualmente se hacían las fiestas de la Virgen del Carmen, por lo que los residentes de la playa del pueblo necesitaron un nuevo local para celebrar. Fue así como comenzaron las fiestas grandes en El Seco.
Su organizador principal, en sus comienzos, fue Gilberto Santana, quien trajo consigo la tradición de las fiestas. Junto a su esposa, Elba, estuvo por muchos años encargado de las celebraciones. Luego de la muerte de Gilberto, hace unos años, su esposa y sus hijos han continuado la tradición junto al resto de los devotos de la Virgen, no solo en El Seco, sino también en otras áreas del litoral mayagüezano.
Son historias como estas las que recorren las comunidades donde se venera a la Virgen del Carmen en Puerto Rico. Igual que se escuchan las historias en Mayagüez, se escuchan en los pueblos costeros donde la devoción a la Virgen del Carmen esté presente.
Nota: Para ver las fuentes consultadas y una versión más detallada de este escrito, visite: www.cieluprm.wordpress.com
Publicado originalmente en la revista Fuete y Verguilla (Volumen 9, Número 1, febrero 2015, http://seagrantpr.org/v2/wp-content/uploads/2015/10/fuete_y_verguilla_vol9num1.pdf) del Programa de Colegio Sea Grant y el Centro Interdisciplinario de Estudios del Litoral del Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico.