Por Manuel Clavel Carrasquillo Pocas cosas pueden convocar tan bien la presencia del surrealismo de Dalí en una barra decadente de la avenida Universidad como la llegada de un vendedor ambulante de langostas vivas. La foto del suceso tomada por nuestro fotoperiodista Ricardo Alcaraz capta la interacción de los universitarios con este personaje extraño que con toda naturalidad les ofrece en venta dos ejemplares de los crustáceos más caros en estos tiempos de crisis económica. Con esta edición de Desafío, pretendemos causar esa misma perplejidad o, si acaso inquietud, surreal. Luis Odlum, en su columna Música anyone? compara los gustos musicales del imperio austrohúngaro con los de la “corte” del gobernador Luis Fortuño y el ilustrador Gustavo Castrodad se inspira en una pintura barroca para comentar el asenso de la música new age a nivel de Gabinete. En Fuera de la sombra, Mariana García Benítez explora las intervenciones publicitarias de Jason Mena al presentar mensajes desconcertantes en espacios públicos como la Feria Bacardí. J.E. Fernández, en Fetiches, le saca punta a una pose “pornográfica” del presidente Barack Obama para el lente de un conocido fotógrafo identificado con la industria de la lujuria. Boris Mapamundi hace una parada en Nueva York y cuenta su descubrimiento de un género teatral vilipendiado por los moralistas que en la posmodernidad ha mutado a lo que se conoce como neoburlesque. A través de su columna de crítica literaria Rigor Mortis, Farasch López Reyloz disecta, literalmente, los cadáveres expuestos en el libro Bodies y hace una comparación entre éste y los tratados de anatomía de Vesalius y Gray. Rita Indiana Hernández se embarca en una rara expedición hacia “ese estado mental llamado Guánica” y redacta su crónica Las vainas de San Juan trémula, aún perturbada por deudas de todo tipo a diestra y siniestra. Por último, Sonia Marcus Gaia nos presenta la poesía carnosa de Zuleyka Pagán y explica el discurso amoroso en lo que ella llama los “tiempos del colapso mundial”. Ante la súbita aparición de estas palancas de langostas en nuestra nunca bien ponderada avenida Universidad mientras disfrutamos de esta encendida calle antillana, sólo esperamos que se dejen agarrar.