
Datos demográficos certifican que las muertes violentas, producto de la delincuencia, son la principal causa de mortalidad entre jóvenes varones en Puerto Rico. La falta de educación en equidad de género, el desempleo en el hogar de sus padres y la ausencia de un núcleo familiar son algunos de los factores que llevan a un joven a ser víctima de la muerte, indicaron varios profesionales.
Un informe sobre el índice de bienestar de la niñez y juventud, publicado por el Instituto del Desarrollo de la Juventud (IDJ), refleja que en lo que va de año el 56% de menores en el país viven en familias monoparentales y bajo el nivel de pobreza. Además, el 43% de los jóvenes tienen padres desempleados, mientras que la mitad de las familias no cuenta con un empleo seguro.
A pesar de las estadísticas, para la doctora Carol Romey Lillyblad, experta en sicología forense, el argumento de que la pobreza es la que lleva a la violencia es falso. Opinó que la causa del problema es la ausencia del dinero en donde, realmente, hace falta. Además, consideró que la explicación para un patrón de mortalidad violenta en jóvenes varones se expande más allá del tema de pobreza.
“He tratado con niños de hasta ocho años que forman parte de una vida delincuente hasta mayores de 25, pero el hecho de ser pobres no ha sido la razón que los ha llevado a ser delincuentes, sino que su inserción en esta vida ha sido de forma natural”, manifestó Romey Lillyblad.
“Muchos de ellos son víctimas de la droga, como producto de un embarazo bajo consumo de droga, por lo que entran en un ciclo de adicción al ser drogados involuntariamente”, explicó.
Para la antropóloga Bárbara Abadía Rexach el hecho de que son varones quienes principalmente mueren violentamente está relacionado con los temas de género. La experta explicó que los hombres se pueden sentir frustrados al ver que no están cumpliendo con las responsabilidades sociales de un hombre, al no sentirse útiles como productores y proveedores dentro de la propia sociedad que les exige serlo.
“Muchos de ellos [los jóvenes] crecen premeditados a tener que proveer y trabajar por lo que al no poder cumplir, según ellos, con las expectativas de la sociedad optan por el camino fácil de la delincuencia y de ahí a perder la vida, lamentablemente”, agregó, sugiriendo que se debe frenar con la idiosincrasia machista y educar en equidad de género.
Sin miedo a morir
Por su parte, Margarita George Marrero, comandante del Cuerpo de Investigaciones Criminales (CIC) de Humacao, afirmó que muchos de estos jóvenes que optan por la delincuencia saben que pueden perder la vida y aun así no siente miedo, “sino que son incluso mucho más atrevidos que el resto de los delincuentes adultos […] Estos jóvenes ya vienen con un historial de vida muy complejo y actúan como si ya no tuvieran nada que perder”.
George Marrero, quien lleva 33 años en el campo de investigaciones criminales, indicó que muchos de estos jóvenes vienen de una cultura familiar en el que su vida depende de lo que ganen por vender sustancias controladas.
En lo que va del 2018, la zona que comprende el CIC de Humacao lleva dos fatalidades con víctimas que han sido jóvenes de 16 y 18 años. Según la comandante, el móvil de los casos ha sido por venganza y por venta de drogas, respectivamente.
“Y ese escenario fatal se repite a nivel nacional. Me consta porque estuve 23 años trabajando en la zona de Carolina y allí eso [la delincuencia] es un estilo de vida para ellos [los jóvenes]”, expresó George Marrero. A su vez, dijo que la mayoría de los menores de 21 años, en casos fatales, no cuentan con una familia presente y “ni siquiera se dedican a estudios, deportes o nada más que no sea manejar o velar el punto”.
Para el 2015, 48 de cada 100,000 jóvenes entre los 15 y 19 años fueron víctimas de la muerte violenta, según el Instituto del Desarrollo de la Juventud. Mientras tanto, para el 2016 los datos demográficos reflejan que hubo 33 homicidios que afectaron a jóvenes de la misma categoría de edad.
La encarcada de estadísticas en el Instituto del Desarrollo de la Juventud, Caridad Arroyo Quijano, consideró como “preocupante” el retrato actual del estilo de vida de los jóvenes en Puerto Rico.
“Hay una serie de factores sicológicos que resultan en un estrés entre padres e hijos por estilos de vida complejos”, explicó. De acuerdo con Arroyo Quijano, así lo evidencian las encuestas cuando vemos que un 12% de jóvenes, en Puerto Rico, ha intentado suicidarse.
La también epidemióloga en bioestadísticas entiende que el tema de mortalidad violenta en jóvenes no se limita a un asunto de delincuencia, sino que “este patrón de pérdidas de vida joven ha trascendido y se ha convertido en un problema social del país”.
La compleja vida del joven
Para el próximo año académico, el Departamento de Educación se apresta a cerrar 265 planteles escolares. Ante ello, Arroyo Quijano enlazó el tema a la coyuntura actual del país en la que, debido a la crisis fiscal, se ha propuesto “sacrificar la educación de los jóvenes y su oportunidad de desarrollarse sin estar consciente de las posibles implicaciones”.
“Ahora se complica más el panorama debido al impacto de María, porque antes de la catástrofe los jóvenes sufrían de un riesgo a no completar el cuarto año y de insertarse al campo laboral”, aseveró. Arroyo Quijano invitó a imaginar los posibles escenarios de cara a un futuro cercano si continúan ocurriendo escenarios como el que expuso.
La ausencia de política pública
Por su parte, la demógrafa Judith Rodríguez Figueroa comentó que hay que ver la historia para saber por qué se dan los patrones de mortalidad violenta en jóvenes.
“Ser joven en Puerto Rico es estar en riesgo de morir por asesinato”, expresó Rodríguez Figueroa, quien recientemente se jubiló como catedrática del Recinto de Ciencias Médicas. “Puerto Rico ha tenido epidemias de asesinatos y no han sido consideradas para establecer políticas públicas que frenen con ese mal”, resaltó.
Desde el 1990 hasta el 2000 hubo un punto máximo en los homicidios de varones en Puerto Rico, y no fue hasta el 2011 que se reflejó una disminución en las cifras de mortalidad, según datos demográficos. De los homicidios que se cometen, un 93% de ellos son con armas ilegales. Rodríguez Figueroa cuestionó por qué no se ha considerado esta información para establecer política pública.
“Debe existir una disposición gubernamental para atender este mal”, aseveró Rodríguez Figueroa. Asimismo, criticó que “el Estado ni siquiera vela por el bienestar de los niños, sino que se enfocan los esfuerzos en los temas que no tienen prioridad”.
La juventud se encuentra en desventaja y desigualdad
Cuando vemos el presupuesto en la niñez, según Arroyo Quijano, existe cierta indiferencia al momento de considerar las necesidades apremiantes de la niñez y juventud. Por ejemplo, para el 2018, en el área de bienestar de menores el presupuesto asignado es de $154 millones, mientras que para justicia juvenil y corrección, es de $219 millones.
“Es preocupante ver cómo a nivel gubernamental, en áreas de presupuesto, hay una predisposición en invertir más en la justicia que en la prevención, algo así como criminalizar a los jóvenes”, lamentó Arroyo Quijano, quien indicó que son los propios jóvenes quienes constatan la indiferencia que los arropa por parte del país en donde crecen.
“En los momentos en los que hemos entrado en contacto tanto con niños como jóvenes a través de entrevistas y encuestas la respuesta que recibimos es de tristeza y preocupación pues plantean que no saben qué hacer”, sostuvo.
“Este problema es de todos”
Las profesionales coincidieron en que el problema del patrón de mortalidad violenta en jóvenes no debe considerarse como una situación que solo le toca a la juventud del país, sino a todo el pueblo puertorriqueño.
“Actualmente, los jóvenes están muriendo violentamente, están emigrando, incluso la tasa de natalidad del país está por debajo de lo normal por lo que este problema es de todos. Estamos hablando de las futuras generaciones del país”, expresó preocupada Rodríguez Figueroa. “Cuando se unen todas estas consideraciones lo que resta es esperar un país sin vida joven, completamente envejecido”.
La propuesta de los estudiosos del tema consiste en considerar como “un asunto de urgencia” los niveles de mortalidad violenta en jóvenes, a nivel gubernamental, para propósito de legislaciones. Todas las opiniones giran en torno a un sentido de consideración sobre la vida humana y de un interés genuino en responder “¿a qué aspiramos y cuál es nuestra visión como país?”.