Tanto en animales como en los seres humanos, el estrés es consecuencia de factores físicos, biológicos y psicológicos que alteran negativamente el equilibrio dinámico complejo que mantienen todos los seres vivos. La pérdida de este equilibrio, conocido como homeostasis, genera respuestas de miedo y ansiedad que se manifiestan fisiológicamente: aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria, comportamiento de fuga o lucha, entre otras exteriorizaciones normalmente transitorias que permiten la adaptación al entorno.
“El estrés es parte de la vida de los animales y de los humanos, ya que se trata de una respuesta natural ante amenazas de diversa índole. Sin embargo, cuando los factores estresores se mantienen en el tiempo, la respuesta al estrés puede resultar en consecuencias perjudiciales”, señaló la doctora María José Ubilla, académico de la Escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad Andrés Bello en Chile, quien investiga la etología clínica y el bienestar animal.
Para evitar el estrés en nuestras mascotas, particularmente animales de compañía, la experta sostuvo que es fundamental conocer y comprender cuáles son sus necesidades físicas, mentales y conductuales de los animales para así poder respetarlas y atenderlas.
El estrés canino
En el caso de los perros, al ser una especie social, Ubilla explicó que estos requieren de contacto constante con otros perros y con sus propietarios. Mencionó que también son importantes sus necesidades físicas, que se complementan con juegos y paseos, las necesidades sensoriales, como el contacto físico, y también sus necesidades cognitivas, como el entrenamiento y el desgate intelectual.
De acuerdo con la académica, las señales de estrés más comunes son los bostezos, lamidos de hocico y jadeos manifestados constantemente, pero también el aumento en la frecuencia de orina, acicalamiento excesivo (lamerse con alta frecuencia alguna zona del cuerpo), aumento en la actividad locomotora (deambular, saltar), mayor incidencia de coprofagia (consumo de heces), agresividad, alteraciones del ciclo sueño-vigilia, destrucción de objetos de la casa, arañar puertas, vocalizaciones excesivas (ladridos, gemidos) y alteraciones de la conducta alimentaria (disminuir o aumentar la ingesta de alimento).
Manifestaciones de estrés en los gatos
Los gatos, por su parte, son una especie menos social, pero a su vez muy territorial, que necesita una cierta distribución de sus espacios y un orden en sus recursos.
“Los gatos requieren de una zona para alimentarse, otra para el descanso y otra distinta para eliminar orina y heces (bandeja con arena sanitaria o tierra). También necesitan una zona retirada para aislarse, como también estructuras en altura para trepar y descansar, ya que utilizan el espacio de manera tridimensional”, desarrolló Ubilla. Asimismo, precisó que los felinos requieren realizar actividad física y satisfacer sus necesidades sensoriales y cognitivas a través de objetos y juguetes que permitan simular secuencias naturales de caza.
El estrés en los felinos domésticos se manifiesta comúnmente por medio de maullidos excesivos, orinar o defecar fuera de la bandeja sanitaria, marcaje con orina, arañar muebles y objetos, aumento del acicalamiento, conductas agresivas, como también alteraciones del ciclo sueño-vigilia y en su conducta alimentaria (disminuir o aumentar la ingesta de alimento). Los ambientes con poca estimulación, la llegada de nuevos gatos sin mediar una correcta habituación, o incluso cambios en la distribución de muebles o arreglos en el hogar, pueden generarles respuestas de estrés.
Reconocer los signos de estrés no es solamente responsabilidad de los propietarios, sino también de los encargados de refugios felinos y caninos, supervisores de tiendas de mascotas, hoteles, criaderos, médicos veterinarios y todos quienes trabajan con animales. Según advirtió la médico veterinario, los factores estresores “afectan negativamente su calidad de vida, disminuyendo su bienestar y afectando su comportamiento natural. A la vez, es fundamental poder diagnosticar y tratar los casos de estrés crónico, consultando idealmente con especialistas en etología clínica veterinaria”.