Los resultados de las Pruebas PISA –Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes– no son muy halagadores. Ahora bien, en lugar de buscar fallas en las pruebas, cuestionar los resultados e imputar culpas, debemos analizar qué podemos aprender para mejorar nuestro proceso de enseñanza. Al igual que todo examen estandarizado, las Pruebas PISA no dicen todo sobre la educación, pero, son un indicador de competencias que deben tener los estudiantes. Podemos hacer una metáfora con las radiografías clínicas: estas no nos dicen todo sobre nuestra salud, pero nos dejan ver si hay un hueso fracturado.
Las Pruebas PISA miden las competencias en matemática, ciencias, y comprensión de lectura para los retos que encontrarán los estudiantes en su vida adulta. Así, miden cómo el estudiante puede aplicar su conocimiento a contextos de la vida real, para lo cual necesita entender, usar y reflexionar sobre su conocimiento. Lo penoso de los resultados, que fueron informados hace un mes, no es nuestra posición respecto a los otros países, sino que casi todos nuestros estudiantes, tanto de escuela pública como privada (100% en matemáticas; 97.9% en ciencias; y 96.4% en lectura, en la prueba de 2013), mostraban bajos niveles de interpretación y poca habilidad para trabajar con problemas complejos.
Según los resultados, ninguno de nuestros estudiantes, en ninguna de las áreas, estaba en el nivel 6. En este nivel el estudiante interpreta, resuelve y comunica sobre problemas complejos. Estos últimos son los requerimientos de las plazas de empleo de mayor liderazgo, productividad y remuneración en la economía actual del conocimiento. El hecho de que los estudiantes de escuela privada también tengan carencias nos muestra que el problema principal va más allá del sistema de educación pública y de la burocracia del Departamento de Educación. Hay que enfocar en introducir cambios en cómo estamos enseñando todas las materias, para lograr nuevos objetivos.
Podemos aprender de los países que salen mejor en las pruebas PISA para mejorar la enseñanza. La Revista Magisterio (Año 1, Núm. 1) de la Asociación de Maestros de Puerto Rico amplía sobre estos aprendizajes. Resumiré brevemente algunos de ellos.
Los países que salen mejor en las pruebas dedican sus esfuerzos a lo que ocurre en el salón de clase y no a discutir la estructura del sistema educativo. Tratan a los maestros como profesionales y así los remuneran; les dan libertad sobre sus métodos, tiempo para prepararse, y su progreso depende de sus resultados y no de acuerdos sindicales. Los maestros son actores esenciales en el éxito de estos países. Desarrollar a los maestros es tarea fundamental de las universidades. Su enseñanza, tanto por los profesores de educación como por los de las materias que estos luego enseñarán, deben ser ejemplo de cómo se debe enseñar en las escuelas: debe ser con sentido.
Al analizar los resultados vemos también que el lograr mayor igualdad no conlleva bajar los estándares. Por ejemplo, Canadá, Dinamarca, Estonia y Hong Kong tienen altos índices en la prueba con una leve relación entre los resultados y el nivel socioeconómico de los estudiantes.
Otro resultado interesante es que la mayoría de los países con índices altos en las pruebas no inician a los niños en tareas académicas hasta que tienen seis o siete años. Previo a esto dedican la educación a que a través del juego los niños adquieran las aptitudes hacia el aprendizaje y las destrezas sociales. Así promueven el amor por aprender, previo a las destrezas del aprendizaje.
Dediquémonos a mejorar el sitial del maestro, a darle sentido al aprendizaje, haciéndolo más analítico e interpretativo, y menos de reglas y memorización, y en unos años podremos ver mejorar nuestros resultados en las pruebas PISA.