Guillermo Rebollo Gil es ensayista, poeta, sociólogo, abogado y profesor universitario. También es parte del grupo de colaboradores permanentes de Diálogo Digital. A continuación, su más reciente colaboración.
Cuando no tengo nada que hacer, hago listas. Es una de mis cosas favoritas para matar el tiempo. Y casi siempre cuento con el tiempo para hacerlas. Ejemplo: Mi compañera, cuando niña, desarrolló una gran lista de nombres y características de animales en orden alfabético. Cada vez que descubría un animal cuyo nombre empezaba con la letra F o G, y ella ya andaba por la P o la Q, digamos, rompía la lista y empezaba de nuevo. Hubiese sido más sencillo dejar espacios, claro, pero entonces no hubiera sido una lista como tal, sino una serie de apuntes sobre animales en un papel.
La primera lista que recuerdo haber hecho fue de mis mejores amigos en la elemental, en orden de preferencia. Los últimos tres eran imaginarios. El segundo era mi primo segundo, así que no contaba. Además, yo había optado por dejar el primer lugar en blanco pues no quería herir los sentimientos de mis amigos. Hacer listas es como inventariar la tristeza. Ejemplo: en el poema “Ten things I do Everyday” de Ted Berrigan, la número veinte es desaparecer. A mí me da tristeza que el poeta no sepa contar. Adicional a ello, murió. Pocas cosas me ponen más triste que la muerte. A ver.
Tres cosas que me provocan ganas de morir de tristeza, pero que no tienen que ver con la muerte directamente:
1. Pensar en mi compañera cuando niña rompiendo sus listas, convencida de que el reino animal no tiene fin.
2. Ver a un poeta contar con los dedos los versos de un poema, convencido de que no importa el número, le será imposible agotar la poesía en su vida.
3. Recordar a mis mejores amigos en la elemental; lo bien que la pasábamos conmigo mismo.
Hay un poema de Allen Ginsberg que dice “alone with the Alone” en la línea número trece. No sé qué habrá querido decir el poeta con eso. El poema termina tres versos más abajo. Él murió algunos años después. Aún así, siento que su soledad, como el animal en la imaginación de la niña, no tendrá fin.