En la reciente campaña eleccionaria, la lengua jugó un papel significativo en la construcción de la opinión pública. El uso lingüístico de los candidatos (y algunos de sus familiares) se convirtió en el foco de atención de los partidos y de ciudadanos en general.
Solo con examinar las redes sociales, como Facebook, se podía constatar la continua circulación de textos, memes o vídeos en los que se consignaban críticas o reacciones ante la manera de expresarse de Ricardo Rosselló; la calidad de la voz de David Bernier; la velocidad con la que hablaba Alexandra Lúgaro; el uso del vocabulario de María de Lourdes Santiago; el registro “coloquial dicharachero” de Manuel Cidre; el uso de muletillas de Beatriz Rosselló; hasta el estilo y temática de Alexandra Fuentes.
La oralidad ocupó un lugar prominente en la discusión del día a día político, pero desde una perspectiva peculiar. Más allá del análisis del contenido de los discursos, se pudo observar una reacción a otros elementos lingüísticos, paralingüísticos en la construcción del discurso.
Es legítimo reconocer la importancia que tiene la palabra para el ser humano, y en el ámbito político, como instrumento o mecanismo de poder. En este escrito, no se pretende analizar (o evaluar) el uso lingüístico de cada una de las figuras de la política puertorriqueña, sino cómo las reacciones ante dichos usos y sus características podrían estar revelando el nivel de conciencia lingüística de los habitantes de Puerto Rico.
Muchos ciudadanos criticaron la manera de expresarse de los candidatos, hasta convertirlo en un tema primordial en la campaña. Las reacciones, muchas veces viscerales, podrían revelar las percepciones que genera el uso de la palabra en situaciones particulares. Sería ingenuo no acotar que también sirvió de herramienta de lucha entre contrarios, como parte de la estrategia para generar una percepción o imagen negativa entre contendores.
Se pudo notar que las personas reprobaban (y se burlaban) de la manera en la que el candidato, hoy gobernador electo, construía su discurso cuando repetía palabras o cuando las sustituía, por ejemplo: “Lo importante del mensaje es llevar el mensaje”; “Hay que darle empleo a los trabajadores” o “La mejor manera de estar preparados es estar preparado”. Cuando las ideas no se transmiten efectivamente, el discurso puede resultar incoherente, vacío, contradictorio y hasta incomprensible.
Sin embargo, valdría la pena identificar elementos positivos en una experiencia como la descrita anteriormente, asociada a razones que pueden ser o parecer intrínsecamente políticas: la crítica intensa de los diversos sectores.
Estas reacciones de los ciudadanos (y/o estrategas políticos) en las que identificaban la falta de variedad en el uso del vocabulario del candidato, merecerían observarse como la manifestación de la conciencia lingüística del ciudadano.
Es mirar la situación desde la perspectiva del receptor del mensaje, y analizarlo como la voz de alerta o conciencia hacia el discurso oral. El experto en lingüística Leo Van Lier estableció: “La conciencia lingüística puede definirse como un conocimiento de la facultad humana del lenguaje y de su papel en el pensamiento, en el aprendizaje y en la vida social. Incluye una conciencia del poder y del control que se ejercen a través del lenguaje y de las intrincadas relaciones que existen entre lengua y cultura” (1995).
Quizás no se pueda asegurar que todos los que criticaron los usos lingüísticos de los candidatos, tenían dominio de las estructuras más adecuadas, sin embargo, la propia reacción revela que sabían que había algo en la construcción que denotaba poca efectividad. Muchas de esas personas resentían estos discursos, y al hacerlo, se podría estar planteando la posibilidad de establecer una búsqueda de vocablos para construir el mensaje de manera más efectiva.
Esta toma de conciencia reflejaría un movimiento de “el no percatarse del asunto” a “algo no está bien, me incomoda, así no debe ser”. Se estaría viendo a un ciudadano que emite juicios sobre el discurso ineficaz del otro. Esta conducta podría mover a dicho hablante a una próxima fase que sería la de evaluar el discurso propio para evitar esa práctica.
Varios investigadores (Joseph M. Cots, 2007; Cots y Luci Nussbaum, 2002 y Van Lier, 1995) han trabajado ampliamente el concepto de conciencia lingüística en relación con las actitudes. Estas reacciones de crítica y burlas por parte de los ciudadanos podrían definirse como actitudes hacia los hablantes y la lengua en la que se conjugan lo emocional sin dejar fuera lo cognitivo.
Sin duda, los memes y vídeos sirvieron como un llamado de atención que denota que el hablante se dio cuenta del “hecho”. Se pudo apreciar en la campaña política, que los ciudadanos se percataron de la dificultad del candidato Rosselló para acceder o recuperar una palabra apropiada (que de seguro conocía); la confusión de vocablos y el uso de términos genéricos en vez de usar los precisos. Estas conductas podrían representar pobreza de vocabulario o ser el resultado del estrés del momento. Tampoco, debe dejar de considerarse que el entonces candidato se expresaba en las entrevistas periodísticas y en debates televisivos, ámbitos en los que, como hablante, tenía que generar respuestas inmediatas en tiempos definidos. Sin embargo, lo que no debe negarse es que se generaba una percepción negativa del candidato, que, en muchos momentos, ponía en duda su capacidad intelectual.
Así mismo es interesante ver cómo la “calidad” de la voz de los candidatos fue puesta en tela de juicio por los ciudadanos. Por ejemplo, se destacaba la voz ronca de Bernier, que en algún medio, fue catalogada como “el serrucho”. También la voz del candidato, hoy gobernador electo, era caracterizada como aniñada, y fue usada para establecer juicio. El valor dado a ambas voces eran negativo.
De la candidata Lúgaro emitieron juicios sobre la velocidad con la que hablaba; a la hoy primera dama (Beatriz Rosselló), se le criticaba por el uso de la muletilla “verdad”; a la candidata independentista, Santiago, se le censuraba por el uso de vocabulario elevado, culto y académico, conductas que dificultaban la comunicación.
La actitud positiva o negativa puede determinar comportamientos frente al uso lingüístico del otro y del propio hablante. Cuando los hablantes expresan sus juicios, aceptando o rechazando unos usos, están reconociendo el prestigio o la aceptabilidad de unos sobre los otros.
Las manifestaciones de conciencia y actitudes lingüísticas de los ciudadanos requerirían análisis. Cots (2007) establece que: “Este proceso de reflexión implica una toma de conciencia sobre fenómenos tan diversos como la variación lingüística o aspectos formales de la lengua, con el objetivo de que el aprendiente pueda participar de forma más efectiva en diferentes situaciones comunicativas, mejorar sus habilidades lingüísticas y de aprendizaje, así como disponer de recursos suficientes a fin de formarse sus propios juicios y representaciones mentales sobre cualquier cuestión relacionada con la lengua y la comunicación”.
Una mirada a la campaña política mueve a reflexionar sobre la importancia del desarrollo de la conciencia lingüística. El que el ciudadano pueda reflexionar sobre su lengua podría moverlo a la toma de decisiones a la hora de construir sus propios discursos. A nivel general, el hablante podría decidir ajustar sus propios usos lingüísticos ya que no desea que se le juzgue y que se vea afectada su imagen.
Por ello, el análisis de los memes, vídeos y textos, que en la mayoría de los casos tenían la intención de burlarse y mancillar la imagen de los candidatos, sirve para confirmar el poder de la palabra y su papel en la construcción de la opinión pública. Es entender que la lengua y sus usos pueden ser las mejores herramientas para construir o destruir una imagen. Además, esta situación que, puede verse negativamente, conseguiría reflejar positivamente el desarrollo de una conciencia lingüística de los hablantes del español.
Así que lo importante es pensar, construir y evaluar efectivamente el mensaje que quiero emitir para que el mensaje hable efectivamente, tanto de las ideas que quiero transmitir como de mí como hablante: ese es el mensaje.