La sociedad nos impone la presión de encontrar una pareja. Para muchos esto puede sentirse como un asunto de vida o muerte. En The Lobster, esta amenaza es real, y la sociedad no mata a los solteros, pero los convierte en animales.
The Lobster, la primera producción en inglés del director griego Yorgos Lanthimos, es una experiencia surrealista. También es una de las mejores películas del año. Desgraciadamente, la misma no llegó a las pantallas grandes de la isla, pero ya está disponible para comprar y alquilar.
En ella, Colin Farrell interpreta un hombre cuarentón que se registra en un hotel para solteros luego que su esposa lo deja. Este hotel es más como una prisión en la que los huéspedes tienen 45 días para conseguir una pareja o los convierten en el animal que ellos escojan. Su compañero al destino es su hermano, que ahora es un border collie luego de fracasar en conseguir pareja. La única manera de alargar su estadía es cazando desertores de este hotel en un bosque cercano.
La otra opción es escaparse de los márgenes de la ley. En esta sociedad, los guardias exigen documentación legal de vida conyugal, así que el bosque es el único lugar seguro para las personas que rechazan el amor. Los rebeldes del bosque establecen la regla de que entre ellos no puede haber ningún tipo de relaciones y deben permanecer solteros. Esto se convierte en un problema cuando el hombre conoce una mujer (Rachel Weisz) en el bosque con quien desarrolla una buena química.
Colin Farrell hace 15 años era de los actores más populares. En esta ocasión parece que se comió a la gran estrella de cine que fue en el 2001. Con una barriga protuberante, espejuelos y un bigote de pedófilo, luce como un perdedor sin esperanza. Aparte de su gran cambio físico, el filme exige que gran parte de su performance sea más actuado que hablado. Farrell y los otros actores hacen un buen trabajo encarnando los desgraciados de este mundo.
El estilo de recitar el diálogo de Farrell, Weisz y el resto del elenco es inexpresivo aquí, lo que hace necesario que toda acción corporal esté en punto. Gran parte del humor de la producción proviene de la seriedad de los actores y los eventos ridículos que ocurren a su alrededor. Es un estilo que puede enajenar a parte de su público, pero con una premisa tan alocada, no necesitamos interpretaciones exageradas.
Este mundo no es gran sorpresa para los que conocemos los previos largometrajes de Lanthimos. Su filme Dogtooth (2009), nominado para Mejor Película Extranjera en los Oscares, sobre tres adultos que nunca han salido de su casa gracias a las mentiras de sus padres, es otra gran farsa. Una escena que ejemplifica la absurdidad del Lanthimos es cuando los hermanos, al ver un gato por primera vez, se asustan tanto que lo cazan con tijeras de podar. The Lobster es similar en tono y en ingenuidad.
Lanthimos poco a poco se revela como una de las fuerzas más creativas en el cine actual. Aparte de dirigir la película, es el responsable del aclamado guión. La historia pudo ser muy diferente en manos de otros. El director trata de limitar el aspecto de ciencia ficción y no explica el proceso de la transformación de humano a animal. El guión es exitoso no solo por lo cómico, sino por lo que omite y deja para la imaginación del espectador.
Esta es una meditación sobre la sociedad en que vivimos y las expectativas que se nos imponen acerca del amor. Existe una visión negativa de la soltería de por vida, algo que muchos ven como ‘anormal’. El filme lleva la metáfora a un lugar brillante. Es una comedia oscura que se niega a ser explícita sobre los temas profundos que discute.
Sus 119 minutos no son perfectos, y en su momento llega a sentirse tediosa. Acortarla un poco no le hubiese hecho mal. Para muchos, la historia podría ser percibida como demasiado ‘rara’ y la actuación demasiado robótica. Aun así, es la película más original que este crítico de cine ha visto en este año. Su final, aunque algo violento, es muy romántico sin llegar a ser cursi.
Es una pena que no haya llegado a los cines puertorriqueños. El filme es un tesoro escondido que debe ser experimentado por todos.