Con el devenir de los años, distintos procesos socioculturales del País han impactando la forma en que toma vida la bomba puertorriqueña, así como los estatutos sobre quién, cómo, cuándo, dónde y por qué se practica este género ancestral de espíritu transgresor.
La antropóloga Bárbara Abadía-Rexach, en su tesis ‘¡Saludando al tambor!: El nuevo movimiento de la bomba puertorriqueña’, de hecho, identifica cuatro momentos históricos que fueron claves para la evolución de la bomba en Puerto Rico: la conquista española en Puerto Rico, la invasión norteamericana del 1898, la creación del Estado Libre Asociado de Puerto Rico y, desde el 1995, el surgimiento de lo que denomina como ‘el nuevo movimiento de la bomba puertorriqueña (NMB)’.
Y es que, en el siglo 16, luego de inhumanas jornadas de trabajo, miles bailaban sobre la tierra hasta experimentar una catarsis que quién sabe si comenzaba por el espíritu o por el cuerpo. Pero, tan reciente como en el 2013, cuando el doctor Pablo Luis Rivera impartió una conferencia magistral de bomba en el Senado, este género de espíritu transgresor, que antes se bailaba al margen del Estado, ha encontrado espacio, incluso, en el mármol del Capitolio de Puerto Rico.
En su disertación doctoral, Abadía-Rexach ilustra dicha evolución utilizando el ensayo El país de cuatro pisos de José Luis González como base metafórica. Para adentrarnos más en las lógicas de dicha transformación, conviene viajar en el tiempo.

Abadía-Rexach utilizó el ensayo El país de cuatro pisos como metáfora para ilustrar fases de la bomba puertorriqueña. (Carla Pérez /Diálogo)
Ayuda recordar, primero, que la bomba puertorriqueña nació en el siglo 16, cuando distintas etnias arribaron durante este y el siglo siguiente desde África, Europa y el Caribe hasta suelo boricua enmarcados por un régimen colonial esclavista. Y luego que, desde la década del 1950 —cuando se creó el Estado Libre Asociado de Puerto Rico y se fundó el Instituto de Cultura Puertorriqueña— hubo por parte del Estado un interés por acoger la bomba como parte del discurso nacional puertorriqueño.
De ahí que iniciara a pensarse la bomba desde un lente de producción cultural, y que comenzara a ejecutarse para presentarse ante públicos, en lugar de como un espacio íntimo de energía y comunión. Fue bajo este enmarque que se popularizaron —y se configuraron— grupos de bomba desde Arroyo, Salinas, Guayama, Ponce, San Germán, Mayagüez, Ponce, Loíza, Carolina, Guayanilla, Moca y Santurce, entre otros.
“Deben haber otros emporios que practicaran la bomba, pero estos [municipios] son los más que se destacan porque, cuando se comienza a pensar la bomba desde un ángulo de producción, desde estos lugares es donde más surgen [grupos, producciones]”, explicó a Diálogo el profesor Pablo Luis Rivera, autor de la tesis doctoral “Orígenes culturales y desarrollo de la bomba puertorriqueña”.
Simultáneamente, puntualizó Rivera, comenzaron a formarse grupos de bomba puertorriqueña en la diáspora. Así, lo que en un comienzo fue un tipo de encuentro íntimo desde, para y por el cuerpo, adoptó otro formato. Comenzó a generarse como un acto perfomático, más que para ejecutarse. El distanciamiento entre presentadores y espectadores influenció la manera en que se comenzó a producir bomba.
Pero pasa, que algunas herramientas de resistencia no toleran distancias ni cuartas paredes imaginarias. Y quizá por eso, décadas más tarde, la ruta evolutiva de este género tomó una dirección distinta.
Un colectivo, el Grupo de Los Hermanos Emmanuelli, comenzó a gestar eso que hasta el día de hoy sigue logrando que decenas se reúnan espontáneamente en un mismo lugar: los bombazos. Desde entonces, este género comenzó a ocupar espacios que décadas antes nunca hubieran sido pensados como escenarios.

Bombazo en Fiestas de la Calle San Sebastián 2017. (Ricardo Alcaraz/Diálogo)
“En los años 90, dentro de las aportaciones que han hecho distintas agrupaciones a la expresión de bomba, se dio un fenómeno que ‘pegó’, porque bajó la bomba de la tarima y la llevó al batey, con un concepto comercial, pero que le dio participación al público independientemente supieras o no bomba”, señaló Rivera, refiriéndose a Los Hermanos Emmanuelli.
Mientras se presentaba en escenarios, la bomba ganó una popularización con la cual antes, desde bateyes y tablados, no contaba. Eso también fue despertando en cientos un interés heterogéneo pero colectivo por entender, familiarizarse, estudiar y ejecutar bomba, fueras o no fenotípicamente negro.
De ahí que nacieran proyectos educativos como la Escuela de Bomba y Plena Don Rafael Cepeda, el Proyecto Gigantes de la Bomba en Carolina, la Escuela de Bomba de Mayagüez, Tambuyé y el Taller Tamboboricua, entre otros.

Casa abierta de la Escuela de Bomba y Plena Don Rafael Cepeda, diciembre 2010. (Ricardo Alcaraz, Diálogo)
Al mismo tiempo, Puerto Rico presenciaba múltiples esfuerzos por generar espacios de discusión en torno al tema de la afro-descendencia, señala Abadía-Rexach en su disertación.
Hablar y reconocer nuestra negritud
Múltiples intentos por concretizar estas acciones en una determinada coyuntura histórica, considera la antropóloga, sentaron las bases perfectas para el surgimiento de lo que denomina en su tesis como ‘un nuevo movimiento de la bomba puertorriqueña (NMB)’, caracterizado por su carácter inclusivo, innovador y popular.
Todos estos sucesos son los precursores que dieron paso a que hoy observemos una especie de oleaje de rostros jóvenes practicando este género, así como bombazos y presentaciones gestadas mensualmente como parte de la oferta cultural de establecimientos comerciales.

Fiestas de Santiago Apóstol de Loíza 2015. (Ricardo Alcaraz/Diálogo)
Para el antropólogo Ramón López, de hecho, en Puerto Rico ahora mismo hay un interés mayor por la bomba, del que hubo en tlos comienzos de este género.
Son múltiples las discusiones que pudieran generarse en torno a la evolución de la bomba en Puerto Rico, pero algo en lo que pudieran coincidir todos es que hablar de bomba puertorriqueña es referirse a un género que ha recorrido espacios, expandido horizontes. Uno que ha evolucionado en lo que, de aquí a quién sabe cuántos años, pudiera estudiarse, en palabras de Abadía, como la azotea de un país de cuatro pisos.
Sigue la serie especial:
Evoluciones contemporáneas en la bomba puertorriqueña
Iluminada en su universo de telas