Cuando los 46 millones de españoles se fueron a la cama en la madrugada de este lunes 21 de diciembre, tras conocer los resultados de las elecciones legislativas del domingo, seguramente ninguno de ellos sabía quién iba a gobernar España durante los próximos cuatros años, si es que lo consigue alguien.
Ninguno de los dos partidos principales que se han alternado en el poder en las últimas tres décadas, el conservador Partido Popular (PP), del presidente del gobierno español Mariano Rajoy, y el centro-izquierdista Partido Socialista Obrero Español (PSOE), encabezado por Pedro Sánchez, ha logrado la mayoría absoluta de 176 escaños en las Cortes (Congreso de Diputados), de los 350 asientos parlamentarios.
Ambas fuerzas políticas perdieron con respecto a las elecciones de 2011. Si bien el PP obtuvo 7.1 millones de votos, 28.7 por ciento de los sufragios emitidos o 123 escaños, lo cierto es que registró los peores resultados de su historia al perder 63 diputados, 16 por ciento de las papeletas conseguidas en las elecciones generales del 2011.
A su vez, el PSOE consiguió 90 escaños, gracias a 5.5 millones de votantes, 22 por ciento del total, al tiempo que perdió 19 diputados respecto de los comicios de ese año.
Pero estos son datos.
Lo que se destaca, en cambio, es el irresistible ascenso de dos nuevas fuerzas políticas lideradas por jóvenes y formadas por ellos.
Se trata de Podemos, que nació hace apenas un año, fijándose como objetivo la regeneración de las prácticas políticas caracterizadas por el dominio del bipartidismo, los escándalos de corrupción, las altas tasas de desempleo (21 por ciento de la fuerza laboral); el enorme y creciente déficit público, la merma de las reservas del fondo de pensiones, el aumento de la pobreza, entre otros problemas generados por las políticas de austeridad impuestas por el conservador PP.
Podemos, encabezado por Pablo Iglesias, se coloca ahora como la tercera fuerza política, con 69 escaños o 20.66 por ciento del total de votos. Un resultado extraordinario si se tiene en cuenta que es la primera vez que se presenta a las elecciones nacionales.
El otro nuevo partido, Ciudadanos, encabezado por Albert Rivera y que también compite por primera vez a escala nacional, se posiciona en cuarto lugar con 40 escaños o 13.9 por ciento de los votos. Si bien esta agrupación se proyecta como fuerza de centro, es, de hecho, considerada como un partido de derecha rejuvenecido.
Las imposibles posibles alianzas
Descartada la formación de un gobierno de coalición entre los dos partidos principales, PP y PSOE, el futuro político inmediato de España está en manos de las dos nuevas fuerzas jóvenes. Pero para ello habría que hacer malabarismos posibles, aunque imposibles.
Posibles, por parte de la derecha, porque el conservador PP podría intentar pactar con Cuidadanos y alguna fuerza regionalista a fin de obtener una mayoría relativa.
Pero imposible porque ello no garantizaría la estabilidad que exigen los conservadores para seguir por otros cuatro años con sus políticas de austeridad, que implican fuertes recortes en el gasto de salud, educación y pensiones, amén de continuar con las reformas laborales que profundizan la precariedad laboral y la desigualdad.
Posible también por parte de la centro-izquierda, ya que el PSOE podría intentar pactar con Podemos, Izquierda Unida (que obtuvo dos escaños), Esquerra Republicana (fuerza independentista catalana que obtuvo nueve escaños), y otras agrupaciones menores.
Pero imposible porque estas fuerzas, sobre todo Podemos, exigen drásticos cambios en las políticas tradicionales, que el PSOE no ha obtenido la suficiente fuerza para aceptar y aplicar. Por no hablar de profundas divergencias en materia, por ejemplo, del futuro de la región de Cataluña.
¿Y ahora qué?
La Constitución española establece que el jefe del Estado, el rey Felipe VI, mantenga rondas de contactos con todas las fuerzas políticas para proponer un presidente de gobierno al inaugurar el nuevo congreso de diputados, el 13 de enero de 2016.
El candidato se sometería al voto de confianza del parlamento. Si el nuevo gobierno no se forma en el plazo de dos meses, habría que convocar a nuevas elecciones generales.
Lo cierto es, pues, la incertidumbre y el enorme desgaste sufrido por los dos partidos tradicionales, además del ascenso imparable de las fuerzas políticas jóvenes.
¿Quiere decir esto que España se encamina hacia una profunda transformación? No necesariamente. A no ser que este país pueda decidir por sí mismo. ¿Pero será posible? ¡Recuérdese el caso de Grecia!