El teatro como forma artística representa la expresión más completa de la vida y de la cultura de los seres humanos. Llevar teatro a la población es hacer un bien cultural de grandes dimensiones y, en El Salvador, los artistas tenemos la capacidad y los suficientes recursos artísticos para poder abastecer a la población durante todo el año y de manera permanente ¿Cuál es el problema? ¿El dinero? ¿O la voluntad?
Indudablemente es un problema político. Porque en el país no hay ni leyes que protejan la promoción y producción artística, ni espacios destinados a la programación suficiente. ¿Cuántas salas de teatro hay para abastecer al movimiento? El movimiento teatral no se puede agotar en cuatro salas de teatro: el Teatro Nacional de San salvador, de Santa Ana, el Gavidia de San Miguel y el Teatro Poma (este último privado).
En los colegios nos dicen que no hay permiso por parte de las autoridades del Ministerio para hacer actividades dentro del colegio, porque no están estipuladas en el plan de estudios. Es decir, si René Lovo llega a los colegios, al menos que sea amigo del director del centro educativo, podrá presentar la obra para algunos estudiantes, casi que de manera clandestina, de lo contrario imposible. Imagínense, una actividad absolutamente necesaria para el desarrollo cultural del estudiante: ¡Prohibida! Censurada por las mismas autoridades. No estoy inventando. No es permitido hacer presentaciones de teatro, dentro de los colegios ¡Y mucho menos cobrar! Los actores no contamos con el derecho de poder presentar nuestro trabajo, sino que, nuestro trabajo, además, no lo podemos cobrar, es gratuito, es visto como algo que no se merece un honorario. A todo el mundo le gusta ver teatro, pero nadie lo quiere pagar. Más parece un mal atávico heredado del desdén histórico de las oligarquías criollas, que preferían ir a ver los espectáculos de moda a Nueva York o Londres, antes que crear condiciones en el país para que se desarrollaran las expresiones artísticas.
Sin embargo, las presentaciones en los colegios, se hacen. Se ha logrado convencer a profesores y directores que entienden la necesidad de ambos lados. Por un lado, la necesidad laboral de los actores y por el otro la necesidad cultural de los estudiantes. Pero, esto ha generado cierta corrupción entre algunos grupos de teatro y los colegios. El poder del negocio en una sociedad del rebusque se terminó imponiendo. Se fue construyendo con el paso del tiempo una especie de mafia que controla este mercado.
Hay colegios y “promotores teatrales” que sin importar la obra, la calidad, el precio, obligan a los estudiantes a asistir al teatro, cobrando buenas sumas de dinero. Se lo reparten entre algunos profesores, el promotor teatral y como siempre, los actores son los que peor cobran. Sudan la camiseta, ponen la carne en el asador y son los que menos ganan. Esto no solo es ilegal, sino inmoral. Si no se toma el problema de manera seria, de manera sana y oficial, el problema puede ser mayor porque, el deterioro de la relación del teatro con el público empeora y no es justo que se esté vendiendo gato por libre. ¿Por qué? Porque los productos teatrales no están creados con los niveles de calidad que el teatro exige sino más bien como obras rápidas que buscan nada más los intereses comerciales.
Todo por no tener un plan de promoción del teatro en los colegios, ni una política teatral. ¡Pues entonces que la Secretaría de Cultura defina una política teatral y que el Ministerio de Educación incluya en el plan de estudios, ver teatro! Si ver teatro no es una pérdida de tiempo, no le hace daño a nadie. No es ilegal.
El caso es que el país necesita resolver la situación precaria y desatendida que el movimiento teatral atraviesa. Y en esto el Estado tiene, le guste o no, mucha tela que cortar. Está de por medio el público y esto no es un asunto de negocio, el ciudadano tiene derechos culturales que no se le están atendiendo. Los artistas necesitamos definir leyes que defiendan nuestros intereses en relación con la sociedad.
En el país no se hacen la cantidad de funciones que las obras y los grupos podrían, no porque los grupos no quieran, no se hacen, porque no hay políticas que favorezcan la actividad. Adolecemos de leyes, espacios apropiados, estímulos a la creación y la promoción. Es necesario abrir un diálogo franco y responsable entre la Secretaría de Cultura y el gremio teatral. Hasta la fecha se ha dialogado pero, no se toman en serio las propuestas. Se está acostumbrando a decir que sí, que sí a todo, pero al final no se hacen las cosas. Entenderse no es decirle al otro que sí. Es debatir, argumentar y acordar responsablemente los compromisos. Si algo no funciona pues se cambia. Sabemos que los gobiernos anteriores han dejado muchas normativas, reglamentos, etc. que no ayudan a resolver las trabas existentes. ¡Pues cambiémoslas!
No se vale, a sabiendas de que algo no está bien, seguir argumentándolo. Cuando hay un gremio que trabaja, que ensaya permanentemente sin goce de sueldo y hay a la par un público que desea ver teatro. Pues lo menos que se puede hacer es trazar políticas que resuelvan esta relación. No es un asunto de mercado, sin la intervención decidida del Estado, el problema no se resuelve.
La realidad es clara, demanda actitudes, acciones y soluciones. Ya es hora que borremos esa idea de quien pueda y quiera que vaya al teatro. La minoría irá, si es que tiene dinero, o si no tiene otras cosas más importantes que hacer. Es un problema de Estado, es un problema político. O me van a decir los colegas funcionarios, ahora que ostentan los cargos públicos que ya se les olvidó el problema. Como dijo una de las nuevas directoras de la Secretaría de Cultura: “Es que ustedes no entienden el funcionamiento del Estado” Yo diría que es ella la que desde el Estado, no entiende la realidad del sector que representa.
¿Por qué los grupos no podemos hacer teatro, al menos en la cantidad que se podría? Incluso me sorprende cuando de parte de los funcionarios de la Secretaría se sigue manejando el mismo discurso: “El papel de la Secretaría es el de posibilitador”, dan ganas de llevarles el artículo número uno de la Constitución para que se lo aprendan de memoria. No queridos compañeros, no nos desviemos ni nos ignoremos entre nosotros.
Para concluir un poco sobre este vasto tema, me detendré a ver un poco la situación del Teatro Nacional de San Salvador.
¿Qué piensa hacer el Teatro Nacional? Veamos que está planeando para los próximos meses. Según la ley del Ministerio de Hacienda, el Teatro Nacional, tiene una normativa. Según esta normativa, los grupos de teatro debemos pagar un monto de $150.00 diarios, por el uso del teatro. Nosotros llevamos años debatiendo este tema. No queremos, para que no se nos juzgue de parásitos, que el teatro se nos brinde gratuitamente, pero, tampoco estamos dispuestos a aceptar la cuota así nomás , como si somos un grupo de fiestas y convenciones. Por eso comencé el artículo diciendo qué hace un grupo de teatro y cuánto gana, cómo sobrevive.
Supongamos que tengo una obra de teatro, en ella trabajan cuatro actores. Quiero presentarla en el Teatro Nacional. Primero debo enviar una carta “solicitud” para reservar el espacio, cuatro o seis mese antes. Perfecto. Debo tener algún nivel de plan de producción y mantenimiento del grupo, porque sino los actores se me van a ir, es decir, si no hay venta no hay ganancia, visto con las leyes de la realidad. La solicitud es aprobada por el teatro, entonces, se firma el convenio. Debo aclarar que por ahora, es decir, de febrero a mayo del presente, el cobro queda suspendido. Se va a prestar el teatro a través de una carta convenio pero, de mayo en adelante, se definirá una cuota obligatoria. Muy bien.
Cada grupo de teatro puede tener la sala del teatro por un período máximo de un mes y un período mínimo de cuatro funciones (una semana, con funciones de jueves a domingo). La política del Estado es que un grupo puede hacer hasta un máximo de tres funciones diarias, con el propósito de llenar el teatro con estudiantes, y así, solamente pagaría el equivalente a $50.00 por función. ¿Qué sucede con aquellos grupos que decidan hacer solamente una función diaria de la obra, como es normal en todo el mundo? Igual debe pagar los $150.00 por el uso diario del teatro. O sea que obligan a los grupos que hagan funciones estudiantiles para poder salir con los costos del teatro. Bien. En los colegios no existe una política de teatro estudiantil. Ya mencionamos que salvo algunas excepciones, lo que hay es una mafia brutal que domina la mayor cantidad de colegios, especialmente en San Salvador. Esta política de alquiler del teatro, que obliga a hacer teatro estudiantil para pagar los costos, como hasta la fecha se ha venido haciendo, lo que hace es, contribuir a esta maquinaria de corrupción e imprecisión que ha prevalecido a lo largo de los años. ¿Será que no se dan cuenta de lo que hay de fondo?
Pero vamos otra vez al convenio. Un grupo de teatro acepta alquilar el teatro y decide hacer dos fines de semana de temporada. ¿Cuántas funciones son? Ocho. Decide además, únicamente hacer funciones en el horario habitual: 6:30 pm. El grupo optó por no programar teatro estudiantil, hasta que no se defina de manera oficial una política en relación a este tema. El grupo no quiere tratar con los intermediarios que manejan el mercado con colegios públicos y privados.
¿Cuánta gente llega por función? Supongamos que cuesta el precio normal del boleto, $5.00 general, $3.00 estudiantes y tercera edad. Necesitará un mínimo de cien espectadores para poder pagar el alquiler de la sala y luego, poder pagar aunque sea un equivalente de $30.00 a cada actor. ¿Le llegarán cien espectadores? Lo más probable es que no. El Teatro Nacional de San Salvador, estuvo cerrado durante siete años. El terremoto del 2001, lo dejó fuera del juego. Hasta el mes de noviembre del 2008, se reinauguró con la Muestra Nacional de Teatro, ESCENA 08. Rescatar que el público vuelva al teatro, va costar sino tres años más, siempre y cuando se defina una política clara de captación de público. Echarle esta responsabilidad a los grupos, es lavarse las manos.
Los grupos de teatro deben ensayar, ad honorem, crear los espectáculos, conseguir público, llenar el teatro y además pagar el alquiler de la sala. ¿Quieren que lo aceptemos, así nomás? ¿Quiénes se están orinando afuera de la bacinilla? ¿El Gremio de teatro o nuestros colegas funcionarios?
“Pero se les está arrendando el teatro a un precio especial, porque en realidad el costo real es de $900 para la empresa privada”. Sí señor, pero nosotros no somos empresas comerciales.
Si el Teatro Nacional, contara con una política de construcción y captación de público, entonces tuviéramos un sistema de producción, difusión y divulgación de la cartelera, donde ellos como institución serían los primeros interesados en llenar el teatro. Ese es el lugar donde trabajan. Para eso trabajan ocho horas diarias, ¿no? ¿En qué consiste su trabajo? ¿Sólo en administrar? ¿Administrar qué? ¿Por qué cobran sus honorarios mes a mes, que valga decirlo, no son malos honorarios? Tampoco son personas que ignoran el trabajo. Saben hacer el trabajo, llevan años haciéndolo. El Teatro Nacional y toda la Red de Teatros Nacionales tiene un problema: Adolecen de una cartelera permanente y de público que la consuma. ¿Qué hacen? ¿Cuáles son los planes para llenar los teatros? ¿Quieren que lo hagamos nosotros?
Ningún teatro tiene siquiera una marquesina iluminada, un rótulo decente donde se pueda leer la programación. Da vergüenza la forma cómo se anuncian los eventos. Los grupos somos los que hacemos las campañas, aunque sea con afiches sencillos pero dignos. De parte del Estado, esto no existe. No hay divulgación en la prensa escrita, ni radial, mucho menos televisiva. No hay campañas de propaganda donde la sociedad se entere de lo que ocurre. Las que existen son insuficientes, no cumplen con las exigencias.
No queremos el teatro de gratis. Lo que necesitamos es una política teatral. Reglas claras. Alianzas estructurales entre las diferentes Instituciones del Estado y de la sociedad. Compromisos de ambas partes. Ya basta el cuentecito de que “el Estado presta los espacios a cambio de que los grupos hagan el trabajo”. El Estado no hace favores, cumple obligaciones constitucionales. Para eso están ahí trabajando.
Si quieren que paguemos alquiler por el Teatro, entonces que dejen claro cuáles serán sus obligaciones. Van a cobrar, muy bien, con qué van a contribuir ellos para llenar el teatro. ¿Se va a organizar y destrabar este problema envuelto en la corrupción? La única forma de resolverlo es a través de lo legal, lo oficial, del involucramiento institucional. Entonces a lo mejor el Teatro Nacional entienda que, ellos pueden tejer una red, con otras instituciones, con los que se podrá crear un programa de Teatro Estudiantil como jamás ha existido en el país.
Termino con estas afirmaciones que suenan más a preguntas.
Han visto cómo últimamente se habla de la cultura como eje transversal. Que el país, el Estado, las Municipalidades, las ONG´S, la sociedad entera, habla del arte y la cultura para combatir la violencia social.
¡Cuánto se gasta actualmente en “cultura de prevención”! ¿Existe coordinación entre las instituciones para optimizar la inversión? Parece que no.
No creen que sería bueno que buscáramos de forma seria, implementar un plan a nivel nacional que permita que la población tenga acceso al consumo del teatro y el arte, de forma permanente y abundante. No es un problema de dinero. Dinero siempre ha habido. Lo que no hay son políticas claras, voluntad y una buena coordinación.
*El autor es Teatrólogo y colaborador de contrACultura. El texto original fue publicado en http://www.contracultura.contrapunto.com.sv/teatro/los-nudos-ciegos-del-teatro
*Vea la Parte I en https://dialogo-test.upr.edu/index.php/Los-nudos-ciegos-del-teatro.-Parte-I.html