
La vida de un taxista. Cuántas veces alguien se detiene a pensar en la cotidianidad de ese conductor (o conductora) que lo lleva de un sitio a otro. Cómo es su oficio un día cualquiera, el domingo “día familiar” por excelencia. Hombres y mujeres que pasan -a menudo- hasta 18 horas con el trasero entumecido recibiendo direcciones de todos. Del centro de transmisión, de los clientes que cambian de parecer cuando el aparato móvil se lo indica: “No, mejor déjame en la otra calle, perdona…” El trabajo del artista puertorriqueño Hatuey Ramos Fermín denominado “Transmit-Transit” es una instalación, principalmente sonora, que documenta los servicios de transporte de los neoyorquinos livery cabs – también conocidos como black cars, gipsy cabs, car service, hack, entre otros. Autos que operan con un registro de legalidad un poco distinta a la de los notorios taxis amarillos de la ciudad de Nueva York. Según el catálogo de la pieza artística – escrito y curado por Ricardo Miranda Zúñiga – si un livery cab recoge a un peatón que lo ha llamado en la calle para que lo lleve a algún destino, ese livery cab se convierte entonces en un gypsy car, ya que deja de operar dentro de su propia licitud. Los livery cabs sólo pueden responder a llamadas telefónicas hechas a través de su oficina. En algunos barrios del Bronx, Queens, Brooklyn y Staten Island estos taxis ofrecen un servicio necesario, muchas veces el único método de transporte colectivo accesible con facilidad. Los temas de acceso y globalización, pero sobre todo de migración, son el punto de partida de la instalación multimediática que se presentará en Longwood Art Gallery Project Room en el Hostos Community College del Bronx hasta el próximo 7 de mayo de 2010. Varias horas de entrevistas en vídeo (tipo documental) con conductores de taxis, en los que el artista viaja con su equipo, cual periodista investigativo, que entra en contacto con los sujetos, en el “detour” diario entre talleres de reparación autos, cafeterías, gasolineras, entre otros. El curador Miranda Zúñiga relata que, “mediante la incorporación de las transmisiones radiales en vivo, Ramos Fermín transforma al visitante de la galería de espectador a voyeur, escuchando las órdenes que están siendo transmitidas alrededor de todos nosotros”. Una breve conversación vía Internet con el artista provee detalles sobre “Transmit Transit”. Lamentablemente no he podido ver tu obra de un modo “tridimensional”. Por lo leído en el catálogo se hace referencia una obra “cruda”, ¿en qué sentido el espectador percibe esa crudeza? Cruda en el sentido de que lo que [se] presenta no está digerido por mí y entonces lo presento al espectador sin mediaciones, como lo son las transmisiones de radio. Es una instalación que nutre su contenido de frecuencias radiales… Sí, en la instalación hay un radio que recoge las señales que transmiten las bases a los taxistas. En los cinco condados de la ciudad existe este tipo de servicio de transportación. Se llama por teléfono a una base y ellos transmiten por radio a los taxistas (esto aplica a todos los taxis no amarillos) que estén en la zona y ellos reponden a ese llamado buscándote donde estés. En la instalación se escuchan 25 bases diferentes de la zona del Bronx. El audio es la base que dá órdenes a los taxistas y hacia donde se dirigen para recoger al pasajero. La señal está conectada a unos altoparlantes y los espectadores pueden escuchar en vivo lo que está ocurriendo simultáneamente fuera de la galería. ¿La vena periodística te sedujo o era la forma que más se adecuaba a lo que deseabas presentar? Realmente el tema requería que lo hiciera de esa manera. Había trabajado en el pasado con una organización llamada Center for Urban Pedagogy (CUP), aquí en Nueva York, ellos hacen trabajos educativos donde se investigan elementos de la ciudad. Por ejemplo, un proyecto que hicimos fue investigar los apartamentos ilegales en sótanos de Queens. Se hace mucha investigación a base de entrevistas entonces se crea un proyecto artístico utilizando como base esas conversaciones. El producto final de ese proyecto fue un libro-comic book. Eso influenció este tipo de trabajo más “periodístico”. Lo veo más como “realismo” dentro del mundo del arte. Imagino que esa comunicación inicial con el sujeto (o sujetos) fue negociada. Háblame de cómo fue tu acercamiento. ¿Te identificabas y les contabas sobre tu propósito? A muchos de los taxistas que entrevisté los conseguí gracias a dos primos míos. Uno fue taxista por 12 años y el otro lleva 10 años de taxista en el Bronx. Hubo otras entrevistas que fueron más espontáneas. Por ejemplo, me montaba en un taxi hablaba con el taxista y le explicaba lo que estaba haciendo y le preguntaba si estaba de acuerdo con que le hiciera preguntas y si permitía grabarlo. En otros casos fui a una cafetería y aunque no me dieron permiso para grabar dentro de la cafeteria esperé a que salieran y así me les acercaba. Muchos rechazaron pero otros dijeron que sí y con esos fue que trabajé. Hay un taxista que participó pero quiso mantener su anonimato, y eso también se respetó en el proceso. La mayoría de los taxistas dentro del Bronx son dominicanos esto para mí fue más fácil en términos del idioma, y para ellos también porque se sienten más cómodos de hablar en español. ¿Cómo fueron las reacciones en términos generales? Cuando fui a una de las bases me recibieron el presidente y el contable de la compañía. Estaban muy interesados en participar. Se sintieron agradecidos de que alguien quisiera escuchar lo que ellos tienen que decir. Sabemos que cada cita o ‘sound bite’ “seleccionado” para conformar un texto –es este caso una pieza experimental- es de cierta manera arrebatado de su contexto empírico, ¿cuán frecuente se hace esto en la estructura de la obra? Tiene que haber una coherencia narrativa de alguna manera, y escogí fragmentos de las conversaciones y creé dos videos cortos donde se habla de varios temas. Desde cómo empezaron a ser taxistas, problemas con la ley, cuán difícil es moverse dentro del Bronx de este a oeste, cuán peligroso es el trabajo, entre muchas otras. La idea es darle el panorama a quien no conozca el tema e introducirlos dentro de la complejidad. Existe una noción unitaria dentro del conjunto de la obra en la que se presenta al chofer como principal voz narradora o se presentan como conversaciones interpersonales; ya sea entre conductor y entrevistado y/o conductor y cliente… La mayoría de las veces dentro de los videos los taxistas y dispatchers hablan por sí mismos. Hubo ocaciones donde la conversacion requería que se incorporara al entrevistador, pero fueron las mínimas. Hubo varias conversaciones dentro de los taxis mientras me llevaban de un lugar a otro, hubo otras que fueron en la calle y otras en el interior. Mi perfil clásico de taxista es un señor callado, que pocas veces interviene conmigo, suelta una frase cualquiera (a veces esperando reacción otras ni le importa) y si tiene que darte una orden lo hace. ¿Cuán distinto dirías que está mi estereotipo de lo que tú presentas en Transmit Transit? Un taxista me dijo a mi: Yo todo el tiempo estoy escuchando los problemas de las otras personas y a veces trato de darles consejo, pero a mí nunca me habían preguntado acerca de mi vida, de mi trabajo. Eso me pareció interesante ya que muchos taxistas con los que me topé eran sumamente conversadores. ¿Alguna diferencia significativas que hayas notado entre taxistas de zonas aledañas y los livery cabs? En Manhattan están los taxis amarillos, ellos pueden recoger a las personas en la calle, aunque en Manhattan existen los car services también. En los 4 condados restantes de la ciudad solo existen los livery cabs. Estos, (según la ley) sólo pueden recoger personas que llamaron por telefono a la base. La complejidad del asunto es que por un lado los conductores de los livery cabs tienen la necesidad de recoger a los pasajeros en la calle porque las llamadas no les genera suficiente ingreso. Por otro lado están las personas que, por ejemplo, viven en una zona que el tren no llega y el sistema de guaguas públicas no es tan eficiente, entonces estas personas también tienen la necesidad del taxi. Muchas veces es más fácil que te recojan en la calle a que llames por teléfono. ¿Hay voces de taxistas femeninas? Desafortunadamente no. Creo que es la única perspectiva que me falta, aunque me parece que este proyecto tiene posibilidades de crecer y definitivamente es algo que tengo en mente. Hay muchas mujeres taxistas pero no son tan fáciles de encontrar. En mi lista de cosas por hacer esa fue la única que no pude completar. ¿Por qué escogiste particularmente a los personajes de estas piezas? Desde que vivo en el Bronx no había cogido tanto taxi en mi vida. Eso me inquietó y me pregunté, ¿por qué sucede eso aquí? En Istanbul todo el mundo se mueve en taxi pero allá el sistema de transportación pública es otra cosa distinta. Esto me llevó a pensar de qué manera el territorio está diseñado, planificado y construído para darle una prioridad al automóvil. En Puerto Rico pasa lo mismo que en Turquía, en el sentido de que el automóvil es sumamante vital para moverte en la ciudad. El Bronx no es muy distinto tampoco. Hay que mencionar a Robert Moses como uno de los principales propulsores de esta mentalidad, que decidió que el automóvil es quien determina en gran parte el diseño urbano de muchos lugares. Ese modelo fue adoptado por muchos países, y el Bronx fue uno de los primeros lugares donde se puso en práctica. Por otro lado hace tiempo tenía en mente hacer un trabajo artístico que de alguna manera incorporara elementos que trascendieran el espacio de la galería, y situarlos dentro del mismo lugar. Un día estaba dentro de un car service y me puse a escuchar la transmisión de su radio, las direcciones, cómo hablan, los códigos que tienen y eso me pareció fascinante. Pensé que ese era el elemento que buscaba y me dediqué desde entonces a escuchar a los taxistas. ¿Cuán voyeur eres? No me considero voyeur. Aunque sí hay una especie de vouyerismo envuelto en el proyecto. No lo veo como algo negativo sino que abrir conscientemente las posibilidades de los espectadores a la simultaneidad de la calle y el espacio interior de una galería. Fue una idea demasiado fuerte para descartarla. ¿Los livery cabs son tu principal medio de transporte? No, sólo en algunas ocasiones. El problema es que no son tan económicos como mucha gente piensa. Imagínate que la parada de tren más cercana a tu casa te quede caminando a 20 minutos o más. O que la guagua que pasa cerca da muchas vueltas… Recuerdo una vez que yo tenía que cruzar el Bronx de oeste a este, me tomó una hora con dos guaguas, y yo vivo en un área donde pasan [varios] trenes y guaguas. El problema viene cuando mucha gente que coge los livery cabs lo tienen que hacer por necesidad y se vuelve un círculo donde se mantienen y se necesitan mutuamente los taxistas y las personas de la comunidad. Por lo general [quienes] terminan pagando más dinero son los que menos recursos tienen. La tarea más difícil es “aprender el lenguaje de la calle” dijo uno de los taxistas entrevistados… Sí, porque es uno de los trabajos más peligrosos en los Estados Unidos. Mueren más taxistas asesinados en el trabajo que policías y bomberos, por ejemplo. Como te comenté, imagínate que eres un taxista y que recoges a una persona x en la calle, te estás tomando un riesgo porque no sabes si esa persona te quiere asaltar o no. Cuando llamas para pedir un taxi a la base hay un récord que indica a qué hora, qué taxista, qué dirección y hacia dónde va. En la calle solo el taxista sabe.