Gracias a la magia de la televisión, todos recordamos aquella serie televisiva de Los tres chiflados donde Curly, Larry y Moe nos deleitaban con sus no tan benévolas acciones. Todavía podemos verlos en sus caóticas peripecias a través de programas sindicados (no tiene nada que ver con los sindicatos que tanto preocupan a algunos sectores del país). Hoy, gracias a la conjunción de tecnologías comunicativas entre las que destaca el Internet y el siempre ubicuo televisor, el mundo se hizo chico y se puso al alcance de todos. Los omnipresentes medios son inmisericordes y a través de ellos hemos visto durante las últimas semanas a los otros tres chiflados, esos que intentan manejar la UPR a su antojo y, mientras más lo intentan, más enredan las cosas. Me refiero al gobernador, Luis Fortuño, la presidenta de la Junta de Síndicos, Ygrí Rivera, y el presidente de la UPR, José Ramón de la Torre. En la foto que se acompaña, y por las relaciones evidentes entre nuestros personajes, se me antoja pensar que el Presidente de la Universidad está flanqueado por el Gobernador a su derecha y por la Presidenta de la Junta de Síndicos a su izquierda, aunque es también posible ver combinaciones alternas con otros actores de la gobernación y la universidad. Sabemos que los tres chiflados originales recurrieron a la comedia física y a la farsa del vaudeville, obteniendo un lugar especial en el mundo del entretenimiento. Los otros—los del patio—carecen de esas habilidades, aunque a veces su torpeza nos remite a un acto de comedia tan mal intencionada que es, cuando menos, ofensiva. Sí, porque tal como una sonrisa se asoma cuando vemos a alguien que da un traspié, estos tres personajes no logran siquiera articular de manera coherente una respuesta inteligente y honesta al reclamo juicioso, prudente y equilibrado de los estudiantes, que ya es el reclamo de toda una comunidad. Y es que ante la ineptitud, a veces una risita inevitablemente se nos escapa. Sus peripecias son las del jugador de póker que sin mano que jugar alardea. Cuando se percatan de que el juego no va a su favor al apostar erróneamente a que los estudiantes se cansarían, dictaron nuevas reglas mediante mociones y pleitos en tribunales con abogados de alto calibre y muy bien pagados que fracasaron. Otros recintos se unieron al paro, luego a la huelga y eventualmente conformaron sus reclamos a nivel sistémico. Los tres chiflados volvieron a hacer de las suyas y amenazaron con el uso de la fuerza bruta, lo que produjo que diversos sectores universitarios salieran en defensa de los estudiantes. Luego exigieron la celebración de asambleas estudiantiles bajo graves amenazas alegando que una minoría tenía secuestrada a la universidad e igualmente salieron trasquilados. El estudiantado del recinto riopedrense abrumadoramente se reafirmó en su estrategia y en sus reclamos. Otros recintos igualmente han reiterado sus posiciones una y otra vez. La intransigencia de la administración universitaria promovió que los docentes del sistema completo de educación superior pública en el país se auto-convocaran en una histórica jornada la semana pasada en Cayey. Se exigió la renuncia al presidente de la Universidad y a la presidenta de la Junta de Síndicos. La respuesta torpe de la Lcda. Ygrí Rivera fue que los profesores no podíamos pedir su renuncia, pues no la nombramos a su posición. Quedó meridianamente claro que su lealtad, y su compromiso, no son con la universidad. Como en la serie televisiva original, a quien ella responde es al Moe de turno en Fortaleza y junto a él, mantienen en línea al pobre Curly de turno en la presidencia de la UPR con sus legendarios halones de orejas, “sacadas” de ojos, manotadas y tapabocas. La alta gerencia de la universidad recurre a una pléyade de burdos intentos de control mediante falsedades malintencionadas, comentarios destemplados, actitudes temerarias y desde hace un par de días, conduce una gira mediática en televisión, prensa y radio, pagada con fondos públicos, exiguos en tiempos de crisis, donde nuestros tres chiflados intentan frenar una opinión pública que se les va en contra. Lo que vemos es la estrategia desesperada de una administración anquilosada e incapaz que miente con impunidad y que le oculta información al país. No es cierto que la información contable de la universidad esté disponible para quien la quiera ver. El Consejo de Educación Superior advirtió al presidente y a la Junta de Síndicos de su obligación de someter a ese cuerpo los estados financieros auditados que no se han recibido aún. El mal manejo de fondos que destapó el reciente reportaje investigativo presentado en el periódico universitario Diálogo Digital corrobora lo que nuestra comunidad denuncia desde hace tiempo. Hay crecientes partidas millonarias del presupuesto que se van en una Administración Central que en lugar de contribuir al proyecto social de la universidad pública, lo dificulta, lo obstaculiza y lo traiciona. Como si no se percataran que caminan en arena movediza, cada día que pasa se hunden más con sus modos de actuar que son ajenos a su mínimo deber ministerial. No actúan como universitarios porque no lo son. No actúan como universitarios porque el puesto les queda grande. No actúan como universitarios porque son todos políticos con p minúscula. No actúan como universitarios porque son los tres chiflados. Por ello, reciben el rechazo y el repudio de la comunidad académica del país que incluye a intelectuales de primer orden cuyo reconocimiento internacional es orgullo de todos los puertorriqueños; de distinguidos profesores boricuas en universidades del calibre de Harvard, Princeton, Yale y Chicago, entre otras del extranjero; de escritores ampliamente galardonados de aquí, de allá y de otros lares; de artistas de varias generaciones y de diversos géneros musicales y artísticos que son elogiados mundialmente; de ex alumnos y egresados de la UPR que continúan estudios posgraduados en universidades de otros países; de ex síndicos claustrales de la UPR que no aguantan más descaro; de una Junta Universitaria auto-convocada que no resiste más irresponsabilidad de las autoridades universitarias; de estudiantes universitarios candidatos a graduación dispuestos a retrasar el día de su logro; y de estudiantes de escuela superior cuyas cartas de apoyo han circulado durante las últimas semanas. Son todas esas las voces que con justa indignación gritan un unísono “¡Está bueno ya!”. Todas reclaman que nuestros tres chiflados trasciendan la mezquindad que hasta ahora les caracteriza y negocien de buena fe, de una vez y por todas, atendiendo y resolviendo el conflicto que mantiene a la universidad cerrada. Si a los tres chiflados originales se les recuerda por su aportación al entretenimiento, a estos otros tres les recordaremos por su contumaz intento de desmantelar el pilar más noble de nuestra sociedad, la Universidad de Puerto Rico y todo el acervo cultural que ha generado en el poco más de un siglo de gloriosa existencia. Y eso, sencillamente, no lo podemos permitir. Para quienes lo recuerden: ¡Nyuk, Nyuk, Nyuk! El autor es catedrático de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.