
Tatiana Leal tiene cuatro trabajos y está en su último año en la Universidad de Puerto Rico. Según la estudiante, los problemas económicos de los pasados años la han obligado a buscar otros trabajos. “Trabajo para el bufete legal Pérez y Cortes; también hago ‘baby sitting’ en los fines de semana; escribiendo para el blog de Diet Home y en Cupey School Supply, ayudando a mi tía cuando puedo”, expresó. Por otro lado, Anyeliz Pagán, estudiante de Comunicación, sigue la regla de la “triple b” al comprar: “bueno, bonito y barato”. Mientras, Sofía Iturino dejó de “janguear” en el Viejo San Juan y ahora sale a locales en los alrededores de la Avenida Universidad en Río Piedras porque “son baratos”. Éstos son sólo algunos de los cambios en el consumo que ellas y otros jóvenes universitarios realizan ante la llamada crisis económica que afronta la Isla. La recesión económica ha propulsado que los jóvenes utilicen los ingresos provenientes de becas, préstamos, mesadas que reciben de sus padres y trabajos a medio tiempo de manera más sabia. “He hecho ajustes en el presupuesto (como) evitar compras innecesarias y estirando el peso hasta que vuelva a cobrar”, explicó Fiorella Rivera, estudiante y empleada de una tienda por departamentos. La llegada de la época navideña también ha provocado un cambio significativo en las nuevas formas de consumo de los estudiantes universitarios. La antigua práctica de regalarles a muchas personas ha sido sustituida por la compra de regalos estrictamente para los familiares y las amistades más cercanas. Incluso, en algunos casos, los estudiantes han recurrido a los intercambios de regalo. “(En mi familia) decidimos echarnos los papelitos. Simplemente se le compra a una persona y ya. No hay chavos pa’ comprarle a todo el mundo”, indicó Nadia Nazario, estudiante de la Universidad del Turabo. Sin embargo, las prácticas de consumo de los jóvenes van más allá de la compra y venta. “Discursivamente nadie habla del consumo como una forma de vínculo o lazo afectivo, pero por ahí es que va la antropología y la sociología, no criticar el consumo como algo que destruye sino que reconstituye todas las relaciones sociales,” afirma la socióloga Laura Ortiz. Según ésta, el fenómeno del consumo está vinculado a la forma de subjetividad e identificación de los jóvenes, y mientras éstos van creciendo, socializando, y formalizando, todas sus prácticas están vinculadas al mismo. “La música, […] el Internet, la ropa, los efectos electrónicos, toda la formación de los jóvenes como jóvenes, como identificación de tal, está vinculada a las prácticas de consumo”, explicó Ortiz. Ante este cuadro, por tanto, “ya el consumo como práctica social, como valor social o como práctica simbólica, tiene una esfera de autonomía de la llamada economía”, añadió. ¿Qué sucede con el consumo en tiempos de crisis?
Por otra parte, mientras los jóvenes dicen estar ahorrando y evitando acudir a las tiendas, los teóricos afirman que el consumo no se detiene. “La cultura del consumo no cambiará. No ha llegado la hora de la frugalidad, como anuncian muchos,” afirma el filósofo y sociólogo Gilles Lipovetsky, experto dedicado al fenómeno del consumo, en entrevista con la página digital www.elperiodico.com. Lipovetsky añade que la falta de dinero lo que hace es convertir a la gente en personas más prudentes, pero no se cambia la cultura de consumo. “El consumo es una compensación de las frustraciones (que se dan ante la crisis),” argumenta. Esta llamada cultura de consumo ha creado un consumidor de placeres privados que busca una mayor calidad de vida, bienestar y nuevas experiencias emocionales parar satisfacerse. Es por esto que la profesora Ortiz, a su vez, explica que el consumo, en el imaginario colectivo, está estrechamente vinculado al concepto de progreso, por lo que no comprar representaría un retroceso para las personas. La otra cara del consumo: los comerciantes Un síntoma sobre el bienestar o la precariedad de la economía lo son las ventas en los comercios. Siendo la época navideña la temporada en que más compras se realizan en todos los comercios, los centros comerciales anualmente deciden extender sus horarios, traer nuevas colecciones de artículos y ofrecer a los consumidores considerables descuentos en la mercancía. Aunque existe un pensamiento colectivo de que esta recesión ha causado una merma en las ventas para la Navidad, en el caso de la tienda Hecho a Mano de Plaza Las Américas los informes de venta que se llevan diariamente muestran lo contario. “Las ventas aquí, en lo que he podido ver en los cierres del día, se ha logrado llegar a la meta bastante cerca. La gente no escatima en escoger la ropa que quiere y pagar con los ojos cerrados”, mencionó Cecile Silver, gerente de la tienda. No obstante, en otros establecimientos, las gerencias notan que la actividad de comprar como pasatiempo ya es cosa del pasado. “Las personas han decidido comprar estrictamente cuando es necesario”, indicó Gabriel Ojeda, gerente de la tienda Banana Republic ubicada en Plaza las Américas. Otra práctica a la que han recurrido los consumidores ha sido a los “lay- away”. En este sistema el cliente tiene la oportunidad de apartar el producto que desea con una mínima cantidad de dinero y pagarlo a plazos o cuando cuente con el dinero. Aunque esta modalidad está disponible en la mayoría de las tiendas, no es utilizada por la mayoría de la clientela, coincidieron los gerentes entrevistados. Lo que sí es costumbre y que parece que no cambiará por un tiempo, es el uso de las tarjetas de créditos como método de pago. Aunque siempre el efectivo es algo que no falta en las tiendas, las personas prefieren utilizar sus tarjetas, ya que le da la facilidad de comprar en el momento y pagar luego. “El crédito (Visa, Master Card, Amex) ha sido de las formas de pago más utilizadas”, aclaró Yahaira Mercado, dueña y gerente de la tienda Exotic Tan. Consumo, crisis y publicidad Ante los ajustes económicos de los consumidores y la reducción presupuestaria, no sólo del gobierno sino de la empresa privada, la publicidad es esencial para mantener la economía a flote. Según Héctor Díaz, profesor de Publicidad en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, que una empresa elimine los costos de publicidad por la crisis económica, significaría que ésta desaparecería, mientras otras se mantendrían porque le recuerdan al público que aún están allí. “El consumidor va a pensar mucho en lo que consume, lo que compra y solamente se van a vender aquellas marcas que se queden en la mente del consumidor,” establece Díaz. Los cambios en los ingresos económicos del consumidor y sus prácticas de consumo han influenciado siempre la publicidad en tiempos de crisis. No sólo los toman en cuenta, sino que deben adaptarse a ellos para sobrevivir. “Es por esto que la publicidad tiene que refinarse y entonces ir directamente a anunciar la parte más importante del producto, el beneficio significativo del producto, de forma tal que los dos o tres que decidan comprar ese producto vayan a comprar esa marca en particular,” añadió. Sin embargo, Díaz enfatiza que hay ciertas marcas y compañías que no tienen que esforzarse mucho en su publicidad, pero siempre prevalecen porque le dicen al consumidor “estoy aquí”. Las razones para esto son la antigüedad de las compañías, su calidad o sus anuncios publicitarios, ya que, según un estudio realizado en los años 90, éstos se consideran como objetos de consumo en sí mismos. Y después de la crisis, ¿qué? A pesar de las contradicciones entre expertos, comerciantes y consumidores, los jóvenes aseguran que la crisis económica ha sido el agente catalítico para que éstos ajusten sus prácticas de consumo a su nueva realidad económica. Sostienen que si la crisis termina pronto y se regresa a la llamada normalidad, los nuevos hábitos de consumo prevalecerán. “Sinceramente, no (regresaría a las antiguas prácticas) porque no habría aprendido de la pasada experiencia. Gastaba el dinero por adelantado y hasta el que no tenía”, indicó la estudiante Caroline Pagán. Si de algo ha servido esta crisis, como coinciden los expertos y los universitarios entrevistados, es que éstos últimos están más conscientes de que el futuro es incierto, que hay que prepararse y aprender de las prácticas de consumo del pasado. Entienden que la crisis económica ha creado un consumidor joven más inteligente que reconoce en las antiguas prácticas de compra y adquisición de bienes materiales -así como de falta de ahorros- errores y falta de conciencia que deben de ser enmendados. Tal como concluye la estudiante Laura Rosa, “(la crisis actual) te da la noción de que puede haber otra crisis, que pueden haber momentos peores y yo creo que es momento para que uno aprenda a tomar responsabilidad, a tener un plan de acción en cuanto a consecuencias y a cómo limitarse y poder bregar con esas consecuencias”. *En esta nota trabajaron Nicole Díaz, Marinés Montero, Ernesto Rentas, Jessica Rivera y Adriana Vélez