SOBRE EL AUTOR

Migrar es hacer las maletas, llegar a un país nuevo y sufrir el desarraigo, pero migrar también es quedarse sin padres, adaptarse a un nuevo entorno y vivir el “desgarro familiar” para los que no viajan, los que se quedan. “No he visto a mis hijos desde hace cinco años”. Los tres hijos de Leonor Fernández se quedaron en Bolivia cuando se vino a España. “Para cualquier madre que se separa tanto tiempo de sus hijos es muy duro y doloroso. Igual que lo está siendo para ellos porque no tienen a sus padres para ayudarles en los momentos difíciles y tampoco para compartir los momentos de felicidad”. Viven solos. “A la niña la dejé muy pequeñita y ahora tienen nueve años, y el mediano es casi un adolescente. Me preocupan cómo lo van a pasar, cómo van a solucionar los problemas”. “Siempre se habla de lo que el emigrante contribuye al desarrollo económico, las remesas que manda. Todo desde la vertiente económica y laboral pero también hay que contemplar los efectos sociales en el país de origen. La emigración no es siempre perjudicial pero sí introduce un factor de vulnerabilidad más porque cuando emigran uno de los progenitores o ambos hay que reconstituir el hogar familiar” cuenta Cristina Manzanedo, responsable del informe ‘Madurar sin padres’ realizado por Fe y Alegría Bolivia con el apoyo de Entreculturas, que analiza el impacto que tiene la emigración del padre, la madre o ambos en los niños y adolescentes bolivianos. Leonor forma parte de ese 20 por ciento de la población boliviana que ha emigrado en las últimas décadas, cerca de tres millones de personas. Cuando los emigrantes son padres y madres no suelen llevar a sus hijos consigo durante los primeros años y éstos quedan a cargo de otros familiares o amigos. Nuevos entornos a los que adaptarse. “La situación de esos niños depende de la estabilidad familiar que les rodea. El impacto social es mucho más fuerte cuando emigra la madre porque quedan en manos de sus abuelos o sus tíos y tienen que ubicarse en un nuevo hogar” asegura Manzanedo. La familia boliviana es patriarcal, si el hombre se va la mujer asume el rol de ambos. Cuando la situación se da a la inversa varía el resultado. “Si se queda el padre, se observa que éste no tiene las herramientas necesarias para asumir un nuevo rol. Los padres se encuentran desubicados, beben, se violentan y, en la mayoría de los casos, dejan a los niños con otras personas o se ven niños con mucha falta de afecto” afirma la directora del área psicosocial de la Asociación de Cooperación Bolivia España (ACOBE). Un diez por ciento de los 291 niños entrevistados en el informe tienen a alguno, o ambos padres, en otro país. La emigración es más costosa en el caso de las niñas porque terminan asumiendo el peso de la casa y de los hermanos menores. “Hay una dimensión de género que hay que tratar desde las escuelas. Si ha emigrado tu madre, eres mujer y encima tienes hermanos no es que te ha tocado la lotería. No se trata de crear heroínas sino educar en la igualdad de género porque se espera de la niña lo que no se le exige a los niños”. “Mi hermana mayor está aquí también tiene 17, la menor tiene 12 años y tiene síndrome de Down. Yo he hecho las veces de mi mamá por 4 años con ella” “Pienso que (la emigración) ayuda en algo, en un sentido económico solamente. En mi caso, yo siento que no he podido asumir la responsabilidad que mi mamá me ha dejado. Mi hermanita menor se embarazó. Yo siento que no pude hacerme cargo como mi mamá me dijo. Yo digo a veces ‘yo me voy a ir de la casa’ da ganas a veces de salirse de la casa porque es mucha responsabilidad” Son testimonios de menores que recoge el informe. En el caso de Leonor es su hija mayor de 22 años es la que se ocupa de cuidar a sus hermanos de 15 y 9 años. “Es toda una mujercita, es muy responsable y se ha tomado muy en serio a la familia. Aunque esa no debería ser su función, pero la vida es así y los hermanos mayores en Bolivia suelen tomar el rol de madre o de padre”. Un dato que sorprende es que a pesar de estar obligadas a madurar antes, el nivel escolar de las niñas de padres emigrados está por encima de la media, “a diferencia de los varones que requieren de un control familiar para responder en la escuela”. Lo que sí afecta a ambos sexos es la tristeza. “Al principio empiezan a recibir el dinero de las remesas y es una situación nueva, pero después de varios meses o un año es más duro y baja su rendimiento hasta el quinto año aproximadamente que es cuando están acostumbrados y adquieren un mayor grado de autonomía” afirma Cristina Manzanedo. La hija pequeña de Leonor ha pasado por esas etapas. “Al principio lo llevaban mejor cuando vivían con la abuela, después la niña pequeña empezó a tener problemas y necesitó una psicóloga. Pasó por muy malos momentos. Ahora todo va bien, es la mejor alumna de su clase” cuenta orgullosa. Su evolución y la del resto de sus hijos la vive a través de internet, es la ventana a la que siempre anda asomándose porque el teléfono se queda corto. “Los veo crecer por Internet, es la comunicación más cercana que tenemos, tienes más tiempo para hablar, es más económico y puedes hablar todos los días con ellos. No dejo que se muera el vínculo porque siempre estamos hablando. Así sean las tres de la mañana acá siempre estoy pendiente de ellos y ellos cuentan conmigo”. También los ha visto crecer a través de sus palabras, su forma de expresarse. “Han madurado mucho más rápido que otros niños. Lo noto en las conversaciones, son más independientes y te asombras al ver cómo se toman las cosas. Me cuesta estar tan lejos. Antes nos preguntaban mucho cuando volveríamos y ahora nos preguntan cuándo vendrán ellos aquí”. Además de ese contacto permanente, la clave está en el trato que se le da al fenómeno migratorio que debe ser abordado como un proceso y no un problema en las aulas. “Tanto en los países de origen como nosotros en nuestro trabajo de la cooperación al desarrollo que tiene mucha implicación en el ámbito de la educación. Igual que en las aulas españolas se trabaja con la interculturalidad de los niños, en lo países de origen donde hay fuertes contextos migratorios hay que tratarlo desde dentro de las escuelas, en las aulas, no a través de orientadores o psicólogos que son mucho menos eficaces. Son personas que vienen con un desgarro familiar y en esa dirección es en la que hay que trabajar”. Este texto fue publicado originalmente en www.periodismohumano.com. Es divulgado en Diálogo Digital a través de su licencia de Creative Commons.