SOBRE EL AUTOR

IV. Arturo Pérez Reverte no es un parricida. Su literatura de exploradores y espadachines es un regreso casi reverente a los territorios del padre del folletín, el incansable Dumas. Además, ocupa en la Real Academia de la Lengua Española la silla donde explayó sus posaderas don Benito Pérez Galdós, diputado por Guayama. Aterra tanta coincidencia. Pérez Reverte no, es pues, un parricida, pero sí ha sido, cuando le ha dado la gana, un maestro de la parresía. La parresía es el arte de la franqueza injuriosa, y no muchos lo manejan tan rabiosamente como Pérez Reverte, diestro en pasar de la franqueza al insulto, como un alquimista a la inversa. Hace poco se le atribuyó una columna sobre los políticos españoles, donde decía muchas lindezas. Poco antes de que Pérez Reverte publicara sus palabras injuriosas, el Presidente del Instituto de Literatura Puertorriqueña invitó al Académico – suya es la custodia de la letra T mayúscula, la T de Thomas- a dar en Puerto Rico una conferencia magistral sobre el tema de su elección. Luego, el presidente del Instituto de Literatura leyó on-line la diatriba de Pérez Reverte. Como la conferencia contaba con el auspicio de la Gran Universidad Lelolai y Privada (GULP), el presidente del Instituto de Literatura se la pasó como un chiste al presidente de la GULP. El presidente de la GULP, que es contable, cree firmemente que al enseñar cualquier tema hay que dar tres versiones del mismo, una a favor, otra en contra y por último ninguna de las anteriores. Es por eso que sin encomendarse a nadie, y puesto que era él quien pagaba los honorarios de Pérez Reverte, invitó al presidente del Senado de Puerto Rico, Thomas Rivera Schatz, para que respondiera al discurso del académico español. Entre el presidente de la Gran Universidad Lelolai y Privada y el presidente del Instituto de Literatura se repartirían la defensa de la nada. Ya en la mesa de los conferenciantes, picado por la organización del acto, que tomó como una emboscada, Pérez Reverte, que tiene malas pulgas y había dormido mal, decidió repetir sin modificaciones su diatriba contra los diputados españoles. Rivera Schatz, que había escrito para la ocasión una composición de dos páginas titulada: “Cómo pasé las vacaciones” y que lee sólo los periódicos y eso para informarse sobre las carreras de caballos, se puso blanco como una tiza oyendo las injurias del académico. No se da cuenta de que el español se refiere a los diputados españoles. Lo toma como una injuria personal Habla Pérez Reverte: “Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel. Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos.” Rivera Schatz no puede contenerse. Se levanta de la mesa y amenaza con el micrófono a Pérez Reverte. -Canto e zángano, a ti quién te da derecho a venir a insultar a los servidores públicos de este país y llevarte una purruchá de chavos. Todavía te gustan los dólares, verdad europeo. Seguro que te pagó una de esas mujeres de la Cámara de Representantes que de femenino sólo tienen el nombre. Yo pensaba que los escritores eran gente tranquila, que dicen palabras bonitas, pero tú eres un boquisucio y un títere. Si quieres guerra, la tendrás, Pérez Reverte, so sabandija. Pérez Reverte, que antes de ser académico fue corresponsal de guerra, estaba a punto de echarse a reír o de defecarse en la progenitora bávara de nuestro senador, pero la hostilidad de su semblante mudó en expresión beatífica. –¿Qué dices, qué palabra usaste hijo de la mala leche? –¿Cómo, que qué dices, so extranjero apestoso? Vete a bañar. –Oí mal, bribón, o usaste la palabra sabandija. –Sí sabandija, cucaracha, polilla, populote, cobarde, gatillero a sueldo, fumador de tabaco malo, mira, se te nota el sudor en los sobacos, sufree sucio. –Infeliz, si me has hecho un regalo con tu ignorancia. –El regalo te lo habrá hecho tu madre. –No, senador, usted es una especie en vías de extinción, un español de pelo en pecho, pero mire, lo que me interesa es esa palabra. –¿Cuál? ¿Títere, sabandija o maldita sea tu estampa? Tengo otra para tipos como tú y Luisito Fortuño, embustero, mamao, mongo, vente si eres macho, que lo dudo, vamos pa fuera. Pérez Reverté estudió la situación. Pensó: este patán tiene dos guardaespaldas. Mejor me voy a la piscina del hotel, donde siempre se pesca algo, así sin despedirme. Lástima. Y se fue como llegó, pisando los talones del chofer del Presidente de la Gran Universidad Lelolai y Privada. El presidente de la GULP y el presidente del Instituto de Literatura Puertorriqueña no pudieron contener al fogoso presidente del Senado. Los guardaespaldas de Rivera Schatz los redujeron por la fuerza y los arrastraron hasta los baños. A su paso iban sonando los bimblines y las medallitas. Ya estaban a punto del waterboarding cuando apareció Rivera Schatz y los perdonó con creces, como el buen cristiano que profesa ser. Esa tarde, en la piscina del hotel, Pérez Reverte narraba su aventura reciente a una chica muy maja. –Estoy haciendo un estudio etimológico de la palabra sabandija, una voz en vías de extinción, de origen incierto, y cada vez que la oigo, me excito. Pardiez, no me divertía tanto desde que Alatriste atravesó a veinte negrazos de un solo golpe a bordo de la polacra Trafalgar. –Sa-ban-dijjja –murmuró al oído del bronceado académico la chica maja. Piensan algunos retóricos que el insulto es un género literario. Lo han empleado escritores puertorriqueños para debatir, casi siempre contra otros escritores puertorriqueños, vivos y muertos, pero la respuesta ha sido condenarlos al ostracismo o invitarlos a compartir una botella de vino. El insulto entre escritores turba nuestro apacible devenir y cuando algo se sale de cauce se le aplica el tratamiento predilecto del boricua: dejarte hablando solo, ningunearte, apagarte el fuego. De nuestro pintoresco Presidente del Senado podríamos aprender el poder de las palabras insultantes. Impresiona el desajuste entre la prominencia del injuriante y la crudeza de su lenguaje. De ese distanciamiento (el brechtiano verfrendung) proviene la eficacia de las porquerías que libremente defeca su boca, y que contra toda expectativa, le han ganado miles de adeptos y servidores. También habría que estudiar a fondo la afición de nuestro diputado a la hermosa palabra sabandija, cuya amplia resonancia de ala de murciélago evoca una danza renacentista, al dios de los metales, y los desmanes de una reina en el desierto, para no hablar de los dijes de un pirata militarizado con bigotito y mano al aire, que para desgracia nuestra no se parece mucho a Johhny Depp. (Continuará) Marta Aponte Alsina es ex directora de La Editorial de la UPR, escritora y novelista. Publica un blog titulado “Angélica Furiosa”. Para acceder al texto original puede visitar: http://angelicafuriosa.blogspot.com/ Si no pudiste leer las primeras partes de la novela puedes visitar: https://dialogo-test.upr.edu/en/comentario-blog/2010/03/luis-fortuno-burset-novela-entregas https://dialogo-test.upr.edu/en/comentario-blog/2010/03/luis-fortuno-burset-novela-entregas-2 https://dialogo-test.upr.edu/en/comentario-blog/2010/03/luis-fortuno-burset-novela-entregas-3