
“No tiene importancia lo que yo pienso de Mafalda.
Lo importante es lo que Mafalda piensa de mí”.
– Julio Cortázar
Mafalda proviene de una familia de clase media argentina, su padre es corredor de seguros y su madre es ama de casa. Va a la escuela con ímpetu de aprenderlo todo, detesta la sopa e idolatra a Los Beatles. Podría lucir como una niña cualquiera de la Argentina de la década de los 60, pero basta cruzar dos palabras con Mafalda para que, aparte de provocar la risa con su ingenio y brillantez, se convierta en ese sujeto peligroso que cuestiona el status quo y derrumba los mitos que lo circundan.
Hoy se cumplen 50 años desde que la tirilla cómica Mafalda viera por primera vez la luz en las páginas del diario argentino Primera Plana. El 29 de septiembre de 1964 apareció publicada por primera con la firma de Quino, un tímido escritor y humorista gráfico mendocino, quien de niño dibujaba rostros en la mesa del comedor y prefería hacer trazos en un papel en la escuela antes que estudiar. Luego, de grande, admitió que eligió el dibujo para expresarse porque le costaba mucho trabajo hablar.
Fue una sorpresa para Joaquín Salvador Lavado Tejón (Quino), quien para ese entonces tenía 32 años, acostumbrarse al fenómeno que desataría con Mafalda. Poco tiempo después, la tira cómica empezó a trascender las barreras geográficas de Argentina, para llegar a otras partes y traducirse a otros idiomas. Mafalda y sus colegas, aun ubicados en el contexto argentino, formularon un idioma universal al visitar lugares comunes para los más diversos públicos, transitando por la crítica social, el cuestionamiento político, y las reflexiones filosóficas sobre la naturaleza humana, con toda su complejidad.
Con un talento innato para denunciar el delirio del mundo a través de la risa, Quino realzó con maestría en Mafalda el absurdo del diario vivir. El escritor colombiano Gabriel García Márquez dijo una vez: "Después de leer a Mafalda me di cuenta de que lo que te aproxima más a la felicidad es la Quinoterapia". Pero esa felicidad está compuesta también por una enorme dosis de perturbadora realidad.
Mafalda parte de la duda. Recibió crítica de los extremismos de izquierda y derecha, porque la niña cuestiona. Con su inquieta y a veces pesimista visión de mundo, esboza terrores e inseguridades de la existencia humana, con todos sus grises, y se piensa a sí misma dentro del mundo, una reflexión que en el ajetreado diario vivir se echa a un lado. El periodista colombiano Daniel Samper Pizano en el prólogo a la antología Toda Mafalda expresó que “en el mundo de Quino, a diferencia del mundo real, lo urgente sí deja espacio para lo importante”.
Quino desbordó pedazos de sí y de su realidad cercana en cada uno de los personajes del mundo ‘mafaldístico’. Representan aspectos de la psiquis: el escepticismo intelectual de Libertad, el ingenuo idealismo de Felipito, el tierno egocentrismo de Miguelito, la altanería social y superficialidad de Susanita, el ímpetu comercial de Manolito, y la candidez lúdica de Guille. Además, las diferencias a veces rampantes entre un personaje y otro, también constituyen una invitación a la tolerancia y el diálogo.
Estos personajes se mueven en un mundo de adultos y de caos, en medio de la guerra de Vietnam y las ambiciones políticas, el temor al despotismo, la inmovilidad gubernamental, los diarios con sus medias verdades, el pánico exacerbado por la televisión, y resta un mundo de desigualdades sociales y mitos de democracia. Todo eso acompañado de ternura y empecinamiento, dentro de la eterna búsqueda de la felicidad y la dignidad humana.
Fue tal la popularidad que alcanzó Mafalda, que Quino empezó a escribir una historieta cada 24 horas para ser publicada en el diario Democracia. El 25 de junio de 1973, luego de casi 10 años, decidió terminar su rutina de trabajo, y ponerle punto final a las aventuras de Mafalda y sus amigos. Para el escritor y dibujante, la tirilla se había convertido en una tortura, y tenía miedo a repetirse.
Cincuenta años después, el mundo sigue igual o peor que el que presenció Mafalda durante diez años, afirman muchos, lo cual le aporta tanta vigencia como la que tuvo hace cinco décadas. Ni despertándola para el almuerzo como pide, ni medio siglo después, se libraría Mafalda de las injusticias terrestres.
El mundo, al que Mafalda llamó el “manicomio redondo”, ese globo terráqueo al que a veces cuidaba como a un enfermo, o trataba de limpiar para barrerle los malos gobiernos, ese futuro negro al que hizo alusión en varias ocasiones, la seguiría ofuscando. Quino, quien obtuvo en mayo el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, admitió que nunca pensó que Mafalda estaría vigente después de 50 años. “Por más que los problemas que yo dibujaba en aquella época siguen igual que entonces o peor”, añadió.
A continuación, un desfile de viñetas de Mafalda, cuyas situaciones nos pueden resultar familiares incluso en el contexto puertorriqueño. Una muestra, en honor al medio siglo de vida de esta niña que con su ingenio provocador, apalabró las preocupaciones existenciales de generaciones del mundo.
1. La política
2. La crisis, el dinero y las empresas
3. La guerra y la paz
4. La desigualdad social y la justicia
5. La fuga de talento
6. Los medios
7. La educación tradicional
8. La adultez