Podríamos empezar esta columna diciendo que se llamaba Élida, que tenía treinta años, que para el 2009 fue ella el feminicidio número 5 en el país, que era guardia de seguridad en una hospedería de San Juan o tal vez que es la mujer que aparece arrodillada y muerta en la controversial foto que publicó el periódico Primera Hora hace unas semanas. Pero no voy precisamente por ahí. Algunas páginas le ha dedicado el diario tanto a la discusión del acontecimiento como a la foto. Y no es que no me ataña o que -menos que menos – no sea de valor periodístico, pero creo que éste es un espacio libre que debe disparar al análisis –más allá de la foto o la nota periodística– de los planteamientos que subyacen bajo el mismo incidente. La Web lo aguanta todo, ¿no? Pues aquí empezamos. “Asesinada sin piedad” decía un titular, otro “Más que una foto” y de nuevo “Habla la fotoperiodista: Ante mis ojos ella no es un número más”, la lámina tomó vida propia y se coló varias veces en el contenido del periódico dirigiendo la discusión hacia la interrogante ¿Se debió o no publicar la foto? Considero meritoria la pregunta, aunque tal vez más plausible sería ponderar e intentar remediar el consabido “problema de violencia rampante que azota a Puerto Rico” vociferado en la cafetería de la esquina, en la prensa y en la calle. El hecho ocurrió, ¿qué importa si se publicó la foto o no? ¿Porqué limitar la discusión al morbo de la imagen o a la mal llamada violencia doméstica? Hace dos domingos en su columna “Antes que llegue el lunes”, Mayra Montero señalaba que decir violencia doméstica le queda chico a toda la gama que engloba dicho maltrato. No es que sea un error nombrarlo así pero, ¿porqué no hablar, en vez, de la violencia de género? Para no seguir sosteniendo el mito del hombre fuertísimo y la mujer cada vez más débil. ¿Por qué no matizar en la violencia que se perpetúa día a día? Que tampoco es algo nuevo, informes estadísticos de principios y mediados del siglo pasado señalan una alta incidencia en delitos violentos que actualmente se conocen como los Tipo I (robo, escalamientos, asesinatos, agresión agravada, apropiación ilegal y huerto de autos). El pasado era violento también, por tanto, no hablemos de la ola de violencia, la marejada está alta hace rato. Plantémonos que hay que seguir luchando por aperturas –y no cierres- de entidades como la Casa Julia de Burgos u cualquier otra localidad que se dedique a aliviar a quienes han sido afectados por la violencia. El Estado se ha mostrado ineficaz, el mismo cuerpo policial se descalabra y es portador de más violencia. Gastemos tinta reconociendo a las organizaciones ciudadanas que sí hacen algo y mejor dediquemos el espacio de la página de periódico o de su versión en línea para fraguar movilizaciones, charlas, en fin, más jornadas educativas para prevenir y remediar la violencia. Así quizás deje de ser un shock momentáneo, una foto impactante que preocupa el mismo tiempo que se tarde el dedo en pasar la hoja, en hacer un click.