A Marta Sanz las asonancias de los imperfectos en su prosa le resultan molestas, el celo por la perfección le preocupa y las ínfulas de ilustrados de algunos escritores, en cierto modo, la corroen. La escritora española, ganadora del Premio Vargas Llosa de Relatos y del Ojo Crítico de Narrativa, conversó sobre su perspectiva respecto a la literatura, la cultura, y del proceso mismo de escribir, en la segunda y última parte de la entrevista con Diálogo.
Categóricamente, Marta se posiciona como una feminista y escritora de una generación análoga, que envejece prematuramente en una era en la que la digitalización sofoca, y las prisas arropan. Mas, desde el umbral de la creación, asume posturas y se expresa abiertamente sobre lo que sea, porque en su trabajo elude el encasillamiento.
Diálogo: Usted que desde la creación literaria ha asumido posturas políticas y sociales, que apoya causas y se expresa sobre diversos asuntos, ¿hasta qué punto es saludable para un artista o escritor asumir posturas y utilizar la literatura y la cultura como móviles de expresión puntuales?
“Lo que sucede es que no es que sea sano o insano. Es que es inevitable. Entonces, solo hablamos de literatura ideológica, y hablamos de corsés o de literatura política cuando el discurso de esas novelas o relatos nos molestan, nos resultan incómodos y nos llaman la atención de alguna manera o cuando están yendo contra el orden establecido o el discurso dominante. Y tenemos que ser conscientes de que los textos nunca se pueden separar del contexto en el que nacieron”.
Decir que la prosa de Marta es visual es un enunciado que se sostiene con la evidencia de su propio trabajo. Tan visual que, las letras podrían agruparse y dibujar lo que dicen mientras se lee. Como sucede en Lección de anatomía que, además de ser un ejercicio de memoria muy meticuloso, dibuja.
Tal ejercicio exhaustivo de descripción no es una cuestión innata , sino, el resultado de experiencias de lecturas, de música y de cine. Este último, uno de los lugares que frecuentaba en el pueblo donde creció, Benidorm. Allí vio Amarcord, Las petroleras, entre otras. Ir al cine era sentirse libre. Mas hubo un filme que sus padres le prohibieron ver, Gritos y susurros. Y al sol de hoy, la aparentemente subversiva y decidida Marta Sanz, no la ha visto.
D: ¿Hay algo de ese lenguaje cinematográfico en su trabajo creativo?
“Yo creo que eso es, también, absolutamente inevitable para los escritores. Somos de una generación tremendamente audiovisual todavía analógica, no digital. Pero creo que es absolutamente imposible que en el imaginario y las metáforas que estamos utilizando, no estemos reproduciendo de manera consciente o inconsciente todas esas secuencias cinematográficas que han ido impregnando nuestra retina. Y me imagino que para generaciones futuras de escritores y escritoras también será imposible desvincular su lenguaje de su experiencia con la Internet, y de su experiencia con máquinas o procesos de comunicación que para mí ya son ajenos. Por eso me siento como una mujer prematuramente envejecida. Tengo en este momento 47 años pero me siento prematuramente envejecida porque estoy absolutamente consciente de que mi cultura es analógica. Que mi cultura tiene que ver con los libros, el papel, las plumas y esto es para mí muy impostado. Sin embargo, habrán muchas generaciones para las cuales será lo natural, y su proceso de alfabetización y familiarización va a pasar por ahí. Y eso se reflejará en el lenguaje que usen en sus libros, como en los míos están el mundo del cine, los libros y la televisión”.
En la conversación afloró el mercadeo de las modas en la literatura y el cine. La autora estuvo de acuerdo en cuanto a lo trillado que la memoria histórica traumática aparenta estar en el cine. Además, comentó que sucede algo similar en la literatura española. Y es que la moda que parece estar inundando el mercado es el género de la novela de la crisis.
“Se supone que es un tipo de novela social o política que refleja la debacle económica y social que ha asumido a muchos pueblos del mundo -no solo España- en una situación de precariedad y de miseria, no solo económica sino también moral y social. Eso sería el contenido de la novela de la crisis.
Hay textos que intentan actuar en el marco social e incitar a que la gente abra los ojos y que se rebelen, y que sean más combativos. Y también, a que visibilicen los problemas para luego poderlos reparar. Pero hay formas ideológicas que responden a las exigencias de la economía neoliberal para contar pequeños episodios de la crisis con los que las personas cuando los lean se sientan como los buenos. El riesgo es ese, que se terminen convirtiendo única y exclusivamente en una especie de eslogan publicitario para que la maquinaria neoliberal aplicada al mundo de la cultura funcione mucho, y bien. Esa es la paradoja por la que nos movemos muchos escritores ahora. Porque hay escritores auténticos y escritores oportunistas en el género. Otra cosa es que se ha empezado a hablar de la novela de la crisis ahora, pero ha existido por muchos años. Al menos desde el año 2000. Y esa mirada agorera y prospectiva es la que se debe valorar”.
D: En cuanto a los escritores y el escribir. ¿Se nace, se crece o es un músculo para ejercitar? ¿Qué es para usted el escribir?
“Las personas que nos dedicamos a la escritura, por una parte tenemos unas aptitudes particulares. A lo mejor tienes una manera de mirar, y una conciencia de que tu dominio del lenguaje puede ser mayor que el de otras personas, pero al mismo tiempo pienso que esa aptitud se construye, se trabaja y se desarrolla. En ese sentido soy absolutamente partidaria de los talleres literarios y las escuelas de letras. Creo que el conocimiento y el desarrollo de habilidades nunca entorpece el disfrute de la literatura, sino todo lo contrario.
También soy partidaria de los talleres porque creo que hay que romper con el patrón del escritor o la escritora iluminados, elegidos, tocados por el dedo de Dios. Creo que todos tenemos que ser un poco conscientes de que el arte y la escritura deberían ser más democráticos. Y el hecho de que te pueda enseñar a ti o que me puedas enseñar a mí creo que es una manera de democratizar el arte, que es muy positiva para todos. Por eso doy talleres y recibo talleres. Fui alumna de una escuela de letras y ahora doy clase en otra escuela de letras. Y creo que es un punto de encuentro muy bueno. Nosotros los escritores y escritoras tenemos que atrevernos a salir del armario, atrevernos a mostrar los textos a los otros y aprender a encajar críticas constructivas y destructivas”.
Entre la conversación, Marta se expresó en cuanto a la situación política de Puerto Rico como obsoleta y cree que la Isla debe ser una nación libre. Eso, por si aún quedaban dudas de lo decidida y de lo bien que se asume. Mas, nunca irradiando en prepotencia o zafiedad.
También defendió su teoría de lo destructivo que puede ser el deporte. Una teoría que, destaca, es muy personal.
“Los más bajos instintos, las pasiones más rancias y más patrioteras, los odios más atávicos salen de repente en las confrontaciones deportivas. Entonces, cuando dicen que hay que erradicar la violencia en el deporte me planteo que es algo intrínseco al deporte”.
Pero, sí cree en la sensibilidad de las artes y en que reivindicarse como mujer y como escritora la hace vivir mejor. La hace ser libre. Aun cuando se cuestionó un día si no era lo suficientemente artística y libre. Pero desde que abrigó a los lectores en El Frío, se ha desnudado desde el espacio de la ficción y en fin, se le ve libre y decidida.
Primera parte: Marta Sanz: “Hay un miedo espantoso al término feminismo”