Asume con entereza su condición de mujer. Mira, escucha y habla con dulzura, sin disimular su acento madrileño. No infantiliza su edad –tiene 47 años- como suele hacerlo la sociedad, según arguye. Su afabilidad no debe confundirse con su trabajo creativo. Desde el umbral de la ficción está convencida de que la literatura y la cultura no son placebos, sino instrumentos ofensivos. Es Marta Sanz, acertadamente descrita como lúcida y coherente, además de feminista y de prosa perfeccionista, que se sentó a hablar con Diálogo durante su estadía en Puerto Rico. Habló sobre la literatura, el proceso creativo, el feminismo y su vida, que recoge en la novela autobiográfica, Lección de anatomía (2da ed., Anagrama, 2014).
A Sanz, los lectores le conocen desde 1995, cuando publicó su primera novela, El Frío (reeditada, El Caballo de Troya, 2012), un libro de desamor, con el que prendó a muchos, aun hoy, 20 años después de su publicación. Le han seguido obras como Black, black, black (Anagrama, 2010), del género negro y policial, incómoda, perspicaz e inteligente. “Una novela muy admirable, muy buena como novela negra pero mejor todavía como novela sin más…”, según Rafael Reig del ABC en España. Daniela Astor y la caja negra (Anagrama, 2013), que es una novela picante, audaz y valiosa, pues desenmaraña la Transición en España, y con ello el destape femenino que, de liberación transgredió el cuerpo femenino a un bien del mercado masculino, según ella. Eso que tanto critica.
Claro, en el ínterin Marta también ha hecho poesía, que le ha merecido el Premio de la Crítica de Madrid por ser su poemario,Vintage (Bartleby, 2013), el mejor del 2014. Además, enseña, porque Marta cree en el ejercicio del músculo literario. También, porque posee un doctorado en Literatura Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid. Sin embargo, su posesión más valiosa es la vida misma, tal vez sin enterarse. Con ese don es que ha escrito, pues su vida es escribir de todo un poco, sin encasillarse, y colocar en el crisol de sus obras muchas verdades.
Diálogo: ¿Cómo llega usted a esa decisión de escribir una novela autobiográfica, en la que según ha dicho se sintió cómoda escribiendo y ha descrito como un selfie literario?
“Yo llego a escribir esa novela autobiográfica porque cumplo 40 años. Entonces los 40 años, me pareció una edad razonable aunque vivamos en una sociedad infantilizada que parece que a los 40 años somos polluelos o niños. Me pareció una edad lo suficientemente razonable como para echar la vista atrás y hacer balance. Hacer balance de lo que habían sido mis relaciones con otras mujeres y por qué yo era la mujer que era en función de mi relación con otras mujeres de mi familia, de mi trabajo, de mi entorno, las mujeres con las que me había tocado vivir.
Y luego, por otra parte, yo tenía la sensación, y sigo teniendo, de que muchas veces lo que yo había hecho con mis novelas anteriores era encubrir a través de las ficciones, encubrir a través de los personajes literarios o de las máscaras del lenguaje, de las tramas y de asuntos, aparentemente ajenos, mis propias pulsiones autobiográficas, cosas que a mí de verdad me habían pasado, o sentimientos que yo había experimentado, o emociones que yo había sentido, o cosas que quería contar. Yo estaba un poco cansada en cierta medida de sentirme un poco impostora, de hacer de la literatura permanentemente un acto de impostura.
Luego, al final, lo que aprendí escribiendo la Lección de anatomía es que a veces cuando una habla con su propia voz, en realidad se está desnudando menos que cuando habla con esas voces ajenas. Al final, lo que a mí al principio me parecía una impostura -que era hablar a través de otras historias de mis propias historias- pues a veces en esa impostura, en esos disfraces, en realidad te desnudas más que cuando haces, aparentemente, un desnudo integral. Esa es un poco la historia de la gestación de la Lección de anatomía”.
La escritora, añadiendo a su reflexión sobre su selfie literario, citó a la profesora de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras (UPR-RP), Vanessa Vilches, que en el libro de ensayos, De(s)madres o el rastro materno en las escrituras del Yo (Cuarto Propio, 2003) dice que todas las autobiografías son como maternografías. “Y me di cuenta que mi Lección de anatomía es así. Yo me puse a hablar de mí misma, y de lo más que acabé hablando fue de mi madre“, puntualizó.
D: Es curioso que en ese libro usted haga repaso de su infancia, su adolescencia y juventud, y muchas veces lo haga en voz presente. Eso, ¿a qué se debe?
“Hay dos motivos. Por una parte, para mí el presente es el tiempo verbal que puede recoger todos los tiempos. Por ejemplo, tú puedes hablar en presente y estar unificando pasado, presente y futuro. Entonces, es una manera de darle inmediatez y actualidad al texto. Probablemente es una manera de involucrar más al lector. Y luego hay una razón para usar los presentes que tiene que ver un poco con la cocina de la escritura, que es que cuando se utilizan tiempos del pasado en español se crean muchas rimas internas en la prosa. Cuando tú utilizas el imperfecto y empiezas -ía, -aba, -o, se crean una serie de sonidos que a mí me resultaban molestos a la hora de ultimar la página.
Entonces, yo, que soy una autora que tiene un poco la fama de preocuparme mucho por los aspectos que tienen que ver con el contenido, la relación de los textos con el contexto social -que es verdad- pues me preocupa mucho la página, cómo suena una página, y la textura, la calidad y el relieve de la prosa. Y una de las cosas que más corrijo cuando estoy revisando mis novelas es el asunto de las asonancias. El asunto de que la prosa no tenga un sonsonete ahí permanente, que para mí resulta muy molesto.
Y con esa fusión del presente, del pasado y del futuro, la utilización del presente, también, creo que tiene que ver con que nuestro cuerpo y nuestra identidad son una superposición de nuestro pasado, de nuestro presente y de lo que puede ser nuestro futuro. Entonces, la manera más natural, yo creo, de hacer un autorretrato autobiográfico, es ese presente que incluye el pasado y que nos hace barruntar el futuro”.
Con el comentario, Sanz, riendo añadió que lo que dijo era una confesión que no había hecho antes. “Me estoy desnudando más de la cuenta”, sostuvo.
D: Usted, respecto a su novela autobiográfica ha expresado que se sintió cómoda durante el proceso creativo. Resulta que hay gente, entre ellos escritores, a quienes les resulta incómodo escribir sobre sí mismos. ¿Por qué entonces usted se sintió tan cómoda hablando de usted misma en la novela?
“En esa pregunta hay un concepto del pudor, que creo que es eminentemente judeocristiano. En la tradición anglosajona, y evidentemente en la tradición inglesa hay cantidad de autores en el siglo 18 y en el siglo 19 que escriben autobiografías sin ningún pudor para ejemplarizar lo que ellos, o lo que su vida ha tenido que aportar a la vida de todos. Entonces, yo por una parte intenté quitarme ese prejuicio judeocristiano de encima y, luego, por otra parte, yo en la Lección de anatomía fui muy cuidadosa siempre en que yo no quería ser ni narcisista, ni ególatra, ni ombliguista, ni masturbatoria, porque en el yo está el nosotras. Creo que eso es algo que se nota bastante, porque por mucho que yo hable de mí misma, hablo además con cierta distancia crítica, a través del sentido del humor, a través de cierto cinismo, que permite que no te conviertas en un personaje sumamente repelente para los demás, y absolutamente soberbio”.
D: Sobre el feminismo, que es una constante en su trabajo, toma ciertas decisiones. Como por ejemplo, en Lección de anatomía, cuenta de su formación como mujer a partir de su relación con su mamá, su abuela, compañeras de clase, etcétera. Sin embargo, aparecen algunos hombres, pero no se profundiza sobre esos personajes. Ni siquiera sobre su marido. ¿Hay una razón particular?
“Yo quería representar un universo de mujeres plurales. No es que los hombres no hayan tenido importancia en mi formación como ser humano, e incluso en mi formación como escritora, es que eso para mí sería el relato de otro libro. No se preguntaría esto a un hombre que escribiera un libro de su relación con otros hombres. Sin embargo, si es una mujer la que escribe un libro en la que tan solo habla de su relación con otras mujeres llama la atención, y está bien porque coloca al libro dentro de un espacio ideológico que está marcado, donde lo neutro es siempre el relato de la masculinidad y crea una cosa voluntaria. Y luego crea un cotilleo, que tiene que ver con la publicación del libro que es muy representativo de lo pervertido que está el mercado editorial español.
Este libro me costó mucho publicarlo porque soy una mujer heterosexual, que habla de su relación con otras mujeres heterosexuales. Es decir, no hay ningún morbo sexual añadido. Entonces, tengo muchos editores y editoras que me dijeron que ese libro solo tendría sentido si fuese un libro de mi relación con otras mujeres siendo lesbiana. Y eso hubiera sido otro libro. También, me propusieron que fuera un libro que contara mi relación con los hombres. Y eso también sería otro libro completamente distinto, porque la Lección de anatomía creo que es un libro que habla de la construcción de la sexualidad y de la construcción del género, pero sin hablar explícitamente de sexo. Los hombres tienen un papel muy tangencial en la novela, pero sin embargo, sí tienen mucha importancia, la menstruación, la conciencia del cuerpo, el verse desnuda y la imagen del cuerpo como el texto donde se quedan impresos todos tus trabajos, tus días, tus complejos y todas las cosas”.
No cabe duda de que es feminista. Sin embargo, según los estereotipos sociales del feminismo, que tildan a las mujeres con adjetivos despectivos como virofóbicas, odiosas cervales, violentas y hasta feminazis, a Sanz la han considerado como una falsa feminista por la sencilla razón de ser simpática. Así se lo explicó una señora de mayor edad un buen día en Palencia, luego de haber hablado sobre por qué entiende que su novela, Daniela Astor y la caja negra, es una novela feminista.
“Ese tipo de visión ha formado parte de una conciencia colectiva. Ha formado parte del pensamiento de mujeres de buena voluntad, mujeres que dicen -como una señora el otro día en Madrid- ser antimachistas, pero no feministas. Hay un miedo espantoso al término feminismo y una concepción extraña del feminismo que lo opone al machismo, como si estuvieras abogando por la desigualdad, cuando lo que estás haciendo es abogar por la igualdad, pero por una igualdad que la expresión es que no haga de la diferencia entre los hombres y las mujeres una desventaja para las mujeres. Nada más. No hay nada más terrible”.
En una conversación con su homólogo David Becerra, Sanz aseguró que “el modelo femenino actual es recauchutado y de pubis infantil”, algo que bien podrían decir sus detractores no ser cierto, si lo midieran con el logro de la figura de la mujer posicionándose en importantes escaños y roles laborales. Sanz, no obstante, insistió en la inmadurez de ese modelo.
“Tengo la sensación de que esas mujeres siempre tienen que hacer un sobreesfuerzo y que parte de ese sobreesfuerzo tiene mucho que ver con la imagen que dan de su propio cuerpo. Las mujeres que ocupan cargos de mucha responsabilidad se preocupan muchas veces por aspectos estéticos que a un político, mandatario o un hombre de poder varón esas cosas jamás le pasarían por la cabeza”.
Como buena escritora, lee. Y como buena escritora feminista, lee críticamente para abonar a sus posturas reflejadas en el trabajo creativo. Así, citó a Chimamanda Nqozi Adichie, autora nigeriana de una novela que se ha hecho muy famosa en Estados Unidos, Americanah. Ella, en su libro Todos debemos ser feministas (We should all be feminists), explica por qué debe ser un concepto universal y no exclusivamente de la mujer. También, de su preocupación estética, que según Sanz, es una carga en las mujeres.
“Porque lo que estás vendiendo es -como si dijéramos-, tu condición de mujer hipersexualizada.
Y luego, me preocupa mucho las mujeres que están respondiendo a un ideal y una expectativa masculina de belleza. Hay mujeres que se operan porque creen que con eso se van a sentir mejor, y no entienden que sentirse mejor está absolutamente condicionado por la mirada del otro. Y la mirada del otro es una mirada masculina”.
Y Marta no cesa en preocuparse. Vive preocupada desde la ficción, la autoficción y la creatividad. Asuntos de los que continuará hablando en la segunda parte de esta amena y reflexiva conversación, mañana en Diálogo.