BISKEK- El número de refugiados que huyen del peor brote de violencia étnica en el sur de Kirguistán en 20 años puede superar pronto las 100.000 personas, aseguró este martes un enviado especial de Naciones Unidas en la zona.
Enfrentamientos entre residentes kirguisos y uzbekos en las ciudades de Osh y Jalalabad comenzaron el pasado jueves y se incrementaron durante el fin de semana. Testigos informaron que hombres uniformados y armados con rifles automáticos, barras de metal y machetes incendiaron casas y dispararon contra vecinos que escapaban.
Al menos 195 personas han muerto ya por un estallido de violencia que alimenta la preocupación en Rusia y en Estados Unidos, países ambos que operan bases militares en la estratégica pero inestable nación del Asia Central.
Un reportero de Reuters indicó que Osh parecía estar en calma la mañana de este martes.
“Hemos recibido información de las autoridades uzbekas de que el número de refugiados concentrados en el lado uzbeko es de 75.000, pero este número está creciendo y puede sobrepasar pronto las 100.000 personas”, aseguró el enviado especial de la ONU, Miroslav Jenca, en rueda de prensa.
El enviado explicó que la situación de seguridad en el lado kirguiso de la frontera hacía imposible comprobar las cifras.
Un grupo de ex repúblicas soviéticas propuso el lunes enviar helicópteros y equipos para ayudar al gobierno interino de Kirguistán a detener la violencia, y sugirió que también podrían enviar tropas.
La amenaza de una guerra civil ha puesto a prueba a la Organización Colectiva del Tratado de Seguridad -dominada por Rusia pero atravesada por rivalidades- por su manejo de un conflicto en uno de sus estados miembros.
“Moscú tiene un gran temor a la inestabilidad en la región”, explicó en una nota analistas de Eurasia Group.
“La violencia plantea la perspectiva de una zona anárquica en el sur de Kirguistán que podría, según el punto de vista del Kremlin, brindar eventualmente un refugio seguro para milicianos islamistas y para la operación de bandas de crimen organizado y grupos de narcotráfico”, agregó la nota.
Washington usa su base aérea en Manas, en el norte de la ex república soviética -a unos 300 kilómetros de Osh-, para abastecer a sus fuerzas que combaten a la insurgencia talibán en Afganistán.
Varios analistas sostienen que si el sur de Kirguistán, que comparte el densamente poblado valle de Ferghana con Uzbekistán y Tayikistán, es ganado por el caso, podría fomentar a milicias islamistas financiadas por el tráfico de drogas.
La Casa Blanca informó que los funcionarios estadounidenses han estado en contacto estrecho con sus pares rusos para discutir la situación en Kirguistán. La base estadounidense no se ha visto afectada por la violencia en el sur del país.
El estallido de violencia es el que más víctimas ha producido en el sur de Kirguistán desde 1990, cuando el premier soviético Mijail Gorbachov envió tropas a Osh luego de que cientos de personas murieron por una disputa sobre la propiedad de unas tierras.
El gobierno interino de Kirguistán, que tomó el poder luego de que el presidente Kurmanbek Bakiyev fue derrocado en abril, ha acusado a los simpatizantes del líder depuesto de avivar el conflicto étnico, acusación que Bakiyev negó en una declaración desde su exilio en Bielorrusia.
Kirguistán y Uzbekistán comparten el valle de Ferghana. Los uzbekos representan el 14,5 por ciento de la población de Kirguistán, pero casi equiparan a los kirguisos en las regiones de Osh y Jalalabad.