He traducido y editado el siguiente artículo del periódico socialista estadounidense Workers’ Vanguard, del 2 de noviembre de 2018.
En abril de 1948 fuerzas surcoreanas bajo el mando de Estados Unidos desataron una masacre anticomunista en la isla de Cheju (Jeju), en las afueras de la península de Corea. Perseguían erradicar toda oposición a la brutal dictadura militar instalada por las fuerzas de ocupación estadounidenses después de la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial.
El baño de sangre duró más de un año. Al final cerca de 80 mil personas, más del 20 por ciento de la población de la isla, habían sido asesinadas. Miles de mujeres fueron sistemáticamente violadas. Cerca de 70 por ciento de las casas fueron destruidas.
La carnicería de Cheju ha sido ocultada por décadas; las fosas comunes fueron mantenidas en secreto. Al día de hoy este suceso apenas se conoce fuera de la península coreana. La masacre fue una de muchas que desataron Estados Unidos y sus aliados contra los trabajadores y campesinos de Corea para “echar hacia atrás” el auge del comunismo en Asia.
En su libro Korea’s Grevious War (2016), Su-kyoung Hwang escribe: “Estaban bloqueadas todas las salidas al mar, todas las carreteras, y todas las salidas de las aldeas. Bajo el mando del coronel John Mansfied, el Quinto Regimiento del ejército de Corea y la policía nacional peinaron todos los pequeños pueblos en busca de armas y ‘cualquier persona sospechosa, organizadores y comunistas’ […] Paraban a todos los civiles en los caminos y las aldeas y se les arrestaba colectivamente […] Entre el 27 de abril y el 6 de mayo se cerró el acceso de la isla de Cheju hacia el mundo exterior y tuvo lugar ‘una orgía de matanzas'”.
El libro de Su-kyoung Hwang, que se basa en parte en entrevistas a los sobrevivientes de los horrores de Cheju, es una importante contribución para que se conozca esta historia.
Hwang cita una mujer llamada Kim Ok-nyo: “Fui desnudada en el patio del cuartel de la policía y golpeada con un palo en todas partes, incluso aquí, hasta que perdí el conocimiento. Me amarraron las manos con unos cables y antes de prender la electricidad dejaron correr el agua y llenaron el tanque… Cuando parecía que iban a matarme, supliqué: ‘Mátenme, ya mátenme por favor'”.
Otro envejecente sobreviviente, Kim Tae-jin, narra cómo los habitantes de la isla fueron llevados a la costa mientras la policía prendía fuego a sus aldeas, casas y escuelas, y luego eran puestos en fila para ser ejecutados como posibles comunistas. “La policía no iba a ser acusada”, dijo, “de modo que podía matar a cualquiera, y mató innumerables inocentes”.
El baño de sangre de Cheju fue un antecedente directo de la Guerra de Corea de 1950-53. En esta guerra fuerzas bajo dirección de Estados Unidos, con auspicio de Naciones Unidas, masacraron tres millones de personas.
Los imperialistas buscaban aplastar la revolución social que se producía en la península coreana y destruir el estado de trabajadores que, aunque deforme, se había creado en Corea del Norte en 1948 con la protección militar de la Unión Soviética. Aviones estadounidenses bombardearon, lanzaron napalm y detruyeron ciudades, fábricas y represas.
Durante la Guerra de Corea fueron comunes grandes masacres. Por ejemplo, en la comunidad de No Gun Ri, en el sur, unos cuatrocientos campesinos, incluyendo mujeres y niños, fueron muertos a metralleta por la Primera División de Caballería de Estados Unidos.
En palabras del notorio general de la Fuerza Aérea, Curtis LeMay, quien durante la Segunda Guerra Mundial había estado a cargo del bombardeo de Tokío: “Quemamos todos los pueblos en Norcorea, y también de Surcorea”.
Washington amenazó repetidamente con usar bombas nucleares, pero se contuvo pues la Unión Soviética había desarrollado también su arsenal nuclear.
Un objetivo de la clase gobernante estadounidense en la Guerra de Corea era revertir la Revolución China. Esta última había triunfado en 1949, destronando las clases terratenientes y capitalistas en el país más poblado del planeta. La pretensión americana fue detenida por unos tres millones de soldados chinos del Ejército Popular de Liberación.
La guerra de Corea terminó en empate. Después Washington instaló en Corea del Sur una sucesión de brutales regímenes policiacos, durante décadas. Al día de hoy permanecen en Corea del Sur cerca de 30 mil soldados de Estados Unidos, en amenaza contra China, Corea del Norte y la combativa clase obrera surcoreana.
Trasfondo de los sucesos de Cheju fueron los levantamientos campesinos y obreros en 1945. Aprovechando el colapso de la violenta dominación que Japón había mantenido en Corea durante varias décadas, las masas se alzaron; llevaron a cabo ocupaciones de tierras y centros de producción, huelgas y protestas.
La pequeña clase capitalista coreana había sido dependiente de los japoneses y era hostil a la lucha por la liberación nacional.
Derrotado Japón, el Ejército Rojo soviético avanzó desde el norte de la península. Apresuradamente Estados Unidos propuso, y José Stalin inmoralmente aceptó, que Corea se dividiera en el paralelo 38.
Con protección del ejército soviético, en el norte se instaló un régimen dirigido por Kim Il Sung —un combatiente estalinista que había luchado en la guerrilla contra los japoneses en Manchuria—, que rápidamente procedió a expropiar a los terratenientes y capitalistas.
En el sur, las fuerzas de ocupación norteamericanas se aliaron con los grupos que habían colaborado con Japón, con el fin de aplastar la insurgencia de trabajadores y campesinos que crecía a través del país. Los policías, jueces y guardias de prisiones que habían servido al régimen colonial bajo Japón, simplemente pasaron a la nómina de los americanos.
Después de la derrota de Japón surgieron a través del país organizaciones llamadas comités populares. En algunos casos estos eran dirigidos por fuerzas patrióticas burguesas o religiosas, y en otros por nacionalistas de izquierda o fuerzas con base campesina u obrera.
Estos últimos casos incluían de forma prominente miembros del Partido Comunista, quienes en muchos casos habían estado en el exilio o el clandestinaje, o entre los millones de trabajadores que regresaron después de ser sometidos por Japón a trabajo forzado en fábricas y minas durante la guerra.
En el norte, la parte más industrializada de Corea entonces, el régimen respaldado por la URSS alentó a los comités populares a ocupar tierras y fábricas, a la vez que los cooptaba en función de consolidar su carácter burocrático.
En junio de 1946 medio millón de personas marcharon en Seúl contra el gobierno militar estadounidense. En septiembre decenas de miles de trabajadores del ferrocarril se fueron a huelga exigiendo la nacionalización de la industria y el despido de todos los funcionarios de la policía y el gobierno que hubiesen colaborado con los japoneses. Siguió una huelga general, apoyada por estudiantes y campesinos.
Las fuerzas de Estados Unidos suprimieron el levantamiento matando a cientos y arrestando decenas de miles.
“Instalamos campos de concentración fuera de la ciudad, donde metimos a los huelguistas cuando las cárceles estaban demasiado llenas”, escribió un funcionario norteamericano.
“Era una guerra. La reconocimos como una guerra. Y de ese modo la peleamos” (citado en George Katsiaficas, Asia’s Unknown Uprisings, 2012).
El torbellino se extendió a Cheju, una isla que el ejército americano consideraba un “semillero de comunistas” y “un cáncer de los problemas en Surcorea”. Después de la rendición japonesa los trabajadores ocuparon 72 empresas industriales y químicas en la isla.
Hacia fines de 1946 el recién creado Partido de los Trabajadores —fusión de los comunistas y otros grupos— de Corea del Sur tenía la hegemonía del comité popular en Cheju, conformado mayormente por agricultores y pescadores.
Cuando decenas de miles protestaron en Cheju el 1 de marzo de 1947 para conmemorar el aniversario del levantamiento de 1919 contra la dominación japonesa, las fuerzas estadounidenses ordenaron a la policía que disparara contra la manifestación. Seis personas murieron.
En protesta por los asesinatos una huelga general se extendió por la isla. Los militares norteamericanos entonces trajeron cientos de policías adicionales y cerca de mil fanáticos fascistas, quienes desencadenaron el terror con asesinatos y violaciones en las aldeas de la isla.
Ese mismo mes el presidente norteamericano, Harry Truman, anunció una política global de intervenciones militares, políticas y económicas para detener el comunismo. Corea era el frente principal del empuje anti-soviético en Asia.
Las fuerzas de ocupación americanas impidieron el tránsito en la frontera entre sur y norte de Corea y prohibieron los contactos radiales con el norte. Declararon ilegal al Partido de los Trabajadores y escalonaron la represión.
Washington seleccionó a Syngman Rhee, un furioso anticomunista que había residido en Estados Unidos durante décadas, como su candidato a la presidencia de Corea del Sur.
Las elecciones fueron boicoteadas por todos los otros partidos. Rhee fue literalmente el único político coreano prominente que Estados Unidos pudo encontrar que no estaba manchado por colaborar con Japón. Y ya había prometido a los americanos la isla de Cheju para que instalaran una enorme base militar.
Los asesinatos, la represión y las torturas en la isla, junto a la elecciones fraudulentas auspiciadas por Estados Unidos, llevaron al Partido de los Trabajadores a lanzar una insurrección armada el 3 de abril de 1948, que incluyó atacar las pandillas fascistas y cuarteles de policía. Estas acciones tuvieron amplio respaldo. Hasta el gobernador provincial estaba del lado de los insurgentes.
Una tregua fue negociada, pero Estados Unidos se opuso y ordenó a la policía coreana iniciar una extensa represión. Dieciocho barcos de guerra de Estados Unidos bloquearon Cheju para impedir que llegara apoyo desde la península, y bombardearon varios pueblos.
“Asesores” militares norteamericanos proveyeron armamento avanzado a las fuerzas policiales surcoreanas y sus auxiliares fascistas. En cambio, la mayoría de los insurgentes tenía sólo implementos agrícolas, lanzas y espadas.
Cuando en octubre de 1948 se ordenó al regimiento 14 del ejército surcoreano que fuera a Cheju a aplastar la insurrección, miles de soldados se negaron, amotinaron y mataron oficiales y antiguos colaboradores de Japón.
Los soldados tomaron la zona en torno a Yeosun y cercana a Suncheon, en la península, en lo que se conoce como la Insurrección de Yeosun. Hubo celebración popular cuando izaron la bandera de la recién constituida República Popular, en el norte.
Estados Unidos comenzó una sangrienta contraofensiva. Despachó tropas que retomaron Yeosun y Suncheon. Miles fueron ejecutados, el ejército coreano fue purgado de elementos de izquierda y se pasó una ley advirtiendo que cualquier colaboración con Corea del Norte podía conllevar la pena capital.
Pero los motines continuaron durante el año siguiente. Un informe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) indicó que Corea del Sur era “completamente dependiente de la ayuda económica y militar de Estados Unidos para su sobrevivencia”.
Cuando el año siguiente el ejército de Norcorea avanzó hacia el sur, fue saludado por las masas populares como una fuerza liberadora. De no haber sido por los ataques aéreos estadounidenses y la posterior invasión de gran escala, las fuerzas norcoreanas hubieran tomado toda la península con escasa resistencia.
Es sorprendente el precio de la intervención del imperialismo norteamericano para apoyar el capitalismo en Corea del Sur: más de 100 mil muertos entre 1946 y 1950, aparte del exterminio de millones en la Guerra de 1950 a 1953.
Cheju se mercadea hoy como un paraíso turístico, el “Hawaii de Surcorea”. Pero hace una década excavaciones en el aeropuerto internacional de la isla descubrieron los restos de cientos de víctimas de la matanza anticomunista de 1948-49. Alrededor de setecientas personas fueron ejecutadas allí, y sus cadáveres tirados en fosas.
Corea del Sur recientemente inauguró una enorme base naval en la costa sur de Cheju, frente al Mar de China. Submarinos nucleares y otras embarcaciones estadounidenses empezaron a llegar en 2017. Airadas protestas se sucedieron en la isla contra la construcción de la base.
El gobierno de Washington ha calificado a Corea del Norte como una amenaza a la seguridad de Estados Unidos, sus aliados y el mundo. Pero la amenaza real al mundo es el imperialismo norteamericano, que tiene más de 200 mil efectivos militares en 170 países.