SOBRE EL AUTOR

Dice Susan Sontag que recordar es, cada vez más, no tanto recordar una historia sino ser capaz de evocar una imagen. Las narraciones, añade, nos ayudan a comprender, mientras que las imágenes nos pueden obsesionar.
Del abuso policiaco de este miércoles en el Capitolio, cerrado al público y a la prensa desde hace varios días para evitar que guardemos en nuestro “disco duro” las instantáneas del clientelismo partidista, la mediocridad y la venta del País a precio de pescado “abombao”, me obsesionan varias representaciones.
Imágenes de obsesión
Por ejemplo, la de la oficial de la Fuerza de Choque que sí puede mascar chicle y dar palos a la vez mientras muestra un rictus sádico en su rostro –“¿quieres más?”-; la de policías inflados de esteroides o arroz con salchichas dando macanazos y empujones por la espalda escalinatas abajo; o la de Figueroa Sancha, con ese particular movimiento de cuello cuando habla -o tartamudea-, intentando disimular su nerviosismo -¿o miedo?-, con esa voz sinuosa, explicándole a la prensa que había estado desde temprano en la Asamblea Legislativa porque los “revoltosos” dijeron que iban a “tomar” el Capitolio y él no lo iba a permitir. Salió del closet: “yo soy responsable de todo lo que pasó aquí”, declaró orgulloso.
Saturados de las imágenes del cinismo del poder político –“somos la mayoría”, se dicen día a día frente al espejo-, la indignación de los puertorriqueños dormía. Pero hay representaciones que obsesionan. Visuales que, como bien dice Sontag, significan con nitidez la realidad que se vive y hacen nacer la consciencia en aquellos que usualmente, para evitar “males peores”, le dan la espalda a verdad, ensimismados en el capitalismo de ficción de Plaza Las Américas.
El miedo como promesa
Los que auspiciaron con su silencio cómplice el vergonzoso acto de abuso policiaco, justo en el lugar donde se violenta la Constitución consuetudinariamente, apuestan a que el miedo a la Policía, a la exclusión, al desempleo y a la pobreza aplacarán los impulsos de protesta ante las barbaridades que están cometiendo. Es decir, que el miedo y el desorden servirán de catalizadores de un nuevo salto hacia delante, un nuevo modelo de Estado corporativista, sin ápice de responsabilidad social.
Están convencidos de que en medio del “shock” provocado por las imágenes de ayer la gente terminará renunciando a reevindicar los valores que usualmente defendería con entereza. Y calculan que la pasividad embotará los sentimientos. Pero hay imágenes que obsesionan: las de ayer son un clarísimo ejemplo.
Videos de los incidentes: