Lo que fue la industria del libro y la literatura creativa, ya no es, ni será igual.
Escribir nunca dejará de ser un arte, pero las ciencias digitales a su alrededor han alterado los componentes derivados de editar, imprimir y mercadear una obra literaria. Todo quedó patas arriba, al decir de la calle, y apenas durante los pasados 15 años. Veamos.
Se habla por los corredores de la alta cultura literaria que publicarse a uno mismo es como auto medicarse. Algo quizás fortuito, antojadizo y sin valor esencial; una carencia de autoestima profesional, dicen.
Los alto-culturistas de finales del pasado siglo insistían en que no era bien visto que los escritores tuviesen su propia casa publicadora. Lo describían como derrotista y desesperado por publicar. Inclusive, lo catalogaban como poco rentable para un autor pues tenía que cargar con los costos de publicación.
Bueno, así ya no piensan muchos escritores. Y es que muchos de ellos, tras estudiar las complejidades de la industria del libro a escala internacional a partir del 2000, prefirieron aprovechar las pequeñas casas editoriales que brotaron de la Internet para darle luz a sus obras.
Las llamadas small press de catálogo limitado –diminutas editoriales sin nexos con los grandes conglomerados literarios– mostraron una viabilidad contraria al pensamiento tradicional. Muchos autores de la nueva era digital se acercaron con agrado a editoriales menos espectaculares que los apreciaran, le dieran cariño y detalle personal a sus obras.
No importó si las ediciones digitales o las tiradas impresas eran cortas y que había pocos recursos para promocionar el libro. El enfoque era obtener servicio personalizado y la garantía de que el manuscrito viera luz en lapso corto, sin cortapisas y complicaciones legales. Esa era la nueva función de las pequeñas editoriales.
Utilitario sobre lo glamoroso
Incluso, otro de los cometidos más interesantes de las small press, hoy en día es re-publicar libros que están fuera de circulación. Proveen además una opción para autores que no desean tener o carecen de agentes literarios. Su mayor desventaja es que pagan poco o ningún adelanto monetario al autor. Su mayor atributo, no obstante, es que distinto a la “prensa de la vanidad”, no cobran por publicar y mercadear un libro digital.
Por tanto, nunca ha sido más viable el que un(a) escritor(a) entregue su libro electrónico a una editorial que yace en el ciberespacio. Incluso, muchos autores fundan su propia pequeña casa editorial cibernética. Dan ese paso crucial, tengan o no experiencia en el mundo de la industria del libro. Un fenómeno nada nuevo en el mundo literario, pero hoy con mayores posibilidades de éxito que en ninguna época anterior.
Sólo se necesita una buena conexión a la Web, un portal o blog y a publicar manuscritos digitalizados se ha dicho, a precios módicos pero en gran volumen. El proceso tiene complicaciones inherentes, pero viables, pues, es obvio que entre menos experiencia editorial tenga un autor, más larga será su curva de aprendizaje comercial.
Pero ojo, el auto-publicarse implica tener puesto varios sombreros. Algo que muchos autores desdeñan. Se debe ser creador, editor, corrector de textos, diseñador gráfico y tener saludables nociones de mercadotecnia.
Debe ser su propio abogado y agente literario. Añádale el puesto de relacionista público. También debe tener un intenso control de calidad sobre sus productos literarios.
No es poca cosa y si en cada etapa del proceso no mantiene disciplina y calidad, fracasa. O al menos, sigue siendo un buen autor pero sin vender muchos libros digitales
Sin embargo, tampoco es necesario fundar su propia casa editorial digital. Dadas las plataformas en línea que proliferan por toda la Red en estos tiempos para publicar libros virtuales, muchas de tales servicios ya están integradas y consolidadas al proceso.
Una vez que un autor tenga su manuscrito en etapa final, escoge la plataforma de e-libro que más lo convenga y ya está en carrera literaria globalizada.
Esto, en particular, es una opción muy viable para autores que carecen del cariño, o siquiera el ojo avizor, de una empresa publicadora internacional. La tentación es aun mayor en estos tiempos de contracción económica cuando las grandes editoriales reducen cada vez más su producción anual de libros impresos.
Sólo hay que estar dispuesto a pagar entre 20 a 40 por ciento en regalías a cada plataforma escogida. Depende todo de los servicios que necesite cada obra.
La razón por la cual las editoriales electrónicas pagan derechos de autor más altos es que carecen de grandes inventarios de libros impresos en almacén, o costosos presupuestos de distribución a librerías reales. Solamente producen, promueven y difunden los e-libros por los canales amplios de la Web, lo que le es funcional en términos de costos.
Es de notar que algunas de estas editoriales virtuales exigen –igual que las reales– exclusividad. I-Author de Apple es una de ellas. Otras, como Kindle y Nook, son un poco más liberales y permiten mercadear un libro a través de multi canales de distribución entre ellos, Kobo, Blurb y Smashwords, entre cientos otros. Veremos como esto funciona en una próxima columna.
Hay una contingencia provechosa en todo esto. De tener éxito de ventas su libro digital en la plataforma Web que escoja, de seguro la obra va a recibir la atención de las grandes casas editoriales. En tal sentido, la opción en línea es un modo de probar de antemano el marcado antes de lanzarse al costoso y complicado proceso de imprimir un libro de tapa dura y portada espléndida. Se trata de un escalón para llegar a otras alturas literarias.
¿Y por qué si?
Es mejor que tener el manuscrito escondido durante años en una gaveta de escritorio o la vieja caja de zapatos. Pero, ojo, de nuevo. Hasta el día de hoy, muy pocos autores digitales se han hecho ricos. Razones hay.
Los e-libros son un fenómeno reciente. Darse a conocer a través del enorme ciberespacio es un proceso lento. Requiere intenso uso de las redes sociales y envíos de mensajes de aviso de publicación por todo el gran espectro de la Web. Y, seamos francos y sinceros. Muchos de los libros digitales de auto publicación son de baja calidad literaria.
Hay sonados éxitos, pero son al presente pocos y esparcidos.
No obstante, en el mundo de los e-libros hay espacio para todos los calibres y aspiraciones mercantiles. Desde autores de temas insustanciales, los autores de excelentes textos académicos o científicos, así como los de fina y genial creatividad literaria.
Por su accesibilidad a todo tipo de escritor, vemos en el fenómeno de la industria del libro digital una quinta dinámica esencial, la democratización del mercado de libros.
En eso hay un gran valor. Nunca antes desde la primer prensada de Gutenberg hasta el surgimiento de la era digital, había ocurrido un avance tan singular para autores desconocidos o noveles.
En el mundo de la auto publicación internacional de e-libros hay que distinguir bien claro entre los conceptos de indie publisher y el de hybrid publisher. El primero es libre de costos para el autor. El segundo es para pagar por los servicios de digitalizar, editar, distribuir y hasta imprimir el libro. Ambos tienen su utilidad.
La clave para distinguirlos es simple. Los pequeñas casas editoriales digitales nunca solicitan manuscritos. El autor tiene que hacer las diligencias para procurar que reciban su libro. Las híbridas se anuncian y hasta envían agresivamente avisos para ofrecer sus servicios.
Si está ya preparado para lanzar su libro y no quiere pagar, negocie su libro con casas publicadoras en línea que exclusivamente promuevan libros. Si prefiere contratar el proceso, busque las que anuncian servicios editoriales. En el próximo escrito analizamos los distintos tipos de contratos editoriales que se negocian en la Web.
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El autor es periodista, profesor de comunicación multimedia y director del Centro Multimedia del Caribe, un Media Lab sin fines de lucro para la innovación narrativa. Además, es miembro de la Junta Editorial de Diálogo. cccrafael@gmail.com