Según el sondeo más reciente del periódico El Nuevo Día ,“los nuevos legisladores se destacan por el desconocimiento casi generalizado de los asuntos medulares del país y desconocen los temas prioritarios que tiene la discusión publica”. En la misma semana el principal jefe del equipo de transición, ante las preguntas de los periodistas, se negó a señalar explícitamente cuáles eran los servicios esenciales del gobierno y las instituciones del país.
El cinismo, y los hábitos de corrupción aún permean el perfil de los nuevos políticos que representan al pueblo. Nuestro pueblo se ha convertido en sirviente de los partidos oficialistas y los funcionarios son una ficción. Los políticos asalariados ya no estudian afondo la realidad, sino que repiten fórmulas aprendidas que avergüenzan a periodistas, maestros, sus estudiantes y a sus representantes.
El bipartidismo es una experiencia política que gobierna sin saber lo que dice o hace. Su pensamiento político se nutre del disparate y el despecho. Las ambiciones personales y partidistas son mas importantes que el desinterés y el desprendimiento. Los políticos de carrera aprovechan el proceso democrático para legislar en su favor y para el enriquecimiento privado. Las elecciones son el festejo del bipartidismo, es un carnaval de gastos inútiles, por el que al final del día el país, no tiene que agradecerles nada. Los vientos que arrastran el bipartidismo han dejado de favorecer al pueblo.
El año 2016 nos dejó dos grandes escenarios que no debemos ignorar. En primer lugar nos sirvieron la ley PROMESA, un organigrama arbitrario y colonial, no impugnado por el bipartidismo. De segundo, las elecciones del pasado 8 de noviembre, que mirando los resultados detenidamente, enjuiciaron el bipartidismo y su élite política que ha vendido el país. Se repudiaron los excesos y se contradijo la relación colonial con claridad.
También, dejó entre dicho una gran advertencia al bipartidismo: dejen de actuar como bárbaros y paren de llevar al país al despeñadero. Advirtieron los electores a no despreciar la abrumadora victoria de las nuevas caras independientes. Ellos son importantísimos para el pueblo que les favoreció porque representan otra voluntad soberana, otra práctica de gobernar por sus propios méritos. Fueron abalados por los ciudadanos que desean recuperar el país para las familias y las comunidades desplazadas por la mafia política criolla.
Lo deseable en las democracias es que su líderes trabajen con el pueblo directamente por el progreso de todos. Los líderes deben ser optimistas, deben tener la voluntad democrática y el compromiso de potenciar cambios y nuevas posibilidades. Por el contrario los líderes oficiales en la isla están atrincherados detrás de los mismos argumentos populistas que consisten en privatizar todos los bienes públicos, descabezar los sindicatos e individualizar el fracaso entre los mismos ciudadanos.
Los legisladores partidistas investidos de poderes políticos, usan sus cargos públicos para destruir la cosa pública. Atacan de inmediato las conquistas de los trabajadores, no apoyan el empresario comunitario, recortan las jubilaciones y entregan los escasos recursos naturales a la especulación. Ellos no hablan de solidaridad, ni de conservación ni de ofrecer beneficios a la población más afectada por los malos gobiernos.
Mientras todo esto ocurre otros racionamientos y proyectos son ignorados, debido a sus posibilidades de atraer más democracia y progreso real. Aun así siguen los comisarios políticos entreteniendo al pueblo sin más argumento político que los gritos, las ofensas, los miedos y los escándalos para obtener el sufragio de las personas. El bipartidismo no se pregunta qué es un servidor público o a quién representa. El bipartidismo no se permite pensar coherentemente. Entonces, ¿cuál es la misión moderna de los partidos políticos? ¿Es el bipartidismo invencible en nuestro país?
La ruta de la desgracia bipartidista
El PPN y el PPD tienen programas políticos que los descalifican de un proceso soberanista y democrático capaz de cimentar la base de un nuevo Puerto Rico pensado en el sentido común, la solidaridad y participación real de los ciudadanos. Es evidente que no tienen la capacidad de cambiar ni voluntad de trabajar con otros. Carecen de actitudes que entusiasmen, que motiven, a un pueblo ya muy castigado.
Tal y como lo describimos, el bipartidismo se ha hecho inmune a las transformaciones que exige el nuevo siglo e ignora la nueva generación que lo acompaña. Llevan tiempo fomentando la erosión de nuestra sociedad teniendo como estrategia política la agresiva fragmentación, la quiebra financiara del país y viven a costa de la miseria de las instituciones y de las comunidades. Esperamos que los profundos requerimientos del nuevo siglo los saquen de carrera, para dar lugar a una nueva generación de líderes más comprometidos con el país originario. La juventud en general tiene que dar firmes zancadas hacia el cambio y reclamar su puesto en este siglo. Ellos van a motivar a los decaídos.
Si la nueva generación de este siglo XXI no hace su tarea, la maquinaria bipartidista seguirá adicta a tácticas para atraer más dependencia con perjuicio degradante de nuestra personalidad social. Si no los ponemos en el lugar que le corresponde, seguirán contagiándonos con la patraña de que somos incapaces de dar soluciones propias a viejos y nuevos problemas. La biparticracia le ha dado la espalda al pueblo. Al mismo tiempo que sus líderes se enriquecen, le estrujan al resto de los mortales que se apañen con migajas o escapen del país. Miremos cuidadosamente los privilegios de un legislador en Puerto Rico. Gana un salario anual de más de $73,000 más equipos electrónicos que quieran, escoltas, viajes al exterior y más. ¿A quién le amarga lo dulce? ¿Quién propone cambiar estos privilegios del bipartidismo? Mientras, la mayoría de la familia puertorriqueña vive con $17,000 anuales.
De igual manera, la ruta bipartidista ha trazado una enorme criminalización de nuestra historia socio-económica actual. Casi siempre operando fuera de la ley, los funcionarios políticos encuentran dinero para ellos mismos, sin embargo nada se añade a las pensiones de los ciudadanos y no hay dinero para los servicios esenciales ni para la población más golpeada por la crisis.
No hace falta una interpretación detallada de las elecciones pasadas para estar de acuerdo con que los partidos tradicionales han llevado al país por el camino de la fatalidad y, peor aún, a la mediocridad del sistema en que vivimos. En general, el bipartidismo en PR, opera en un vacío entre la locura de gobernar y las mentiras obvias para existir únicamente para ganar las elecciones. Son partidos que no tienen nada nuevo que aportar a la juventud del país. No tienen nada que decir a una juventud que aún no está corrompida. A lo sumo quieren llegar a ellos con las mismas tácticas mentirosas. Pero nuestra juventud estudiantil, docente y trabajadora, no se traga fácilmente ese anzuelo. Para la juventud entusiasta por los cambios, la ecuación PPD = PNP, es una piedra en su camino. Nuestra juventud es lista y soñadora y no creo que en sus planes estén la entrega de su pasión a los partidos improductivos.
¿Qué tipo de país nos han dejado hoy día el PNP y el PPD? ¿Qué desean estos dos partidos para las próximas contiendas políticas? No se precisa de mucha discusión para concluir que el bipartidismo nos ha dejado una sociedad hastiada en la convivencia social y que juega descaradamente al póker con el presupuesto del país. Las últimas afrentas del bipartidismo han sido la expulsión de más de medio millón de boricuas hacia el extranjero, la quiebra del gobierno y el estatuto desagradable PROMESA. Esta ley es hechura de pura sangre del ELA.
El ELA con sus maderas arruinadas aún nos cobija para bien o para mal. De sobra hemos vivido hasta el aguante la relación vísceral entre el ELA y el bipartidismo del que estamos hablado. Aquí va un proverbio que le cae bien al ELA: “Cría cuervos y te sacaran los ojos”. Les cae a la perfección este refrán que sobrevive de la sabiduría de los abuelos. ELA es la gestadora de la miseria política que mantiene el bipartidismo en la isla. Son partidos que han perdido su vocación de servicio. Muchos de sus líderes nos están diciendo hace mucho tiempo: “todo para mí nada para ti”, porque estamos acostumbrados a aceptar la gula de los partidos políticos tradicionales. Y los dos arrodillados ruegan uno al Congreso por la anexión y el otro ruega por la eterna colonia. “Quién no llora no mamá”, refrán sacado del código populista del estadolibrismo.
Estamos en una situación límite entre los ciudadanos conscientes y la naturaleza perversa del bipartidismo. La tradición política del ELA es inútil. Ya no sirve para innovar nuestra democracia. Además, las instituciones, como tentáculos del ELA, son igualmente improductivas y por antigüedad quizás no resistan reformas. En la vida colonial tanto sus líderes como las instituciones envejecen aceleradamente. En todo caso ya cumplieron con los objetivos que la crearon. La juventud de hoy reclama por instituciones políticas innovadoras en las que ellos queden reflejados para adelantar un nuevo país más hermanado y vigoroso.
Pero la arrogancia del bipartidismo tiene aún muchos adeptos que se creen dueños de una sola verdad, dueños de un tipo de democracia o dueños de un solo tipo de ciudadano, leales a los sermones temerarios del bipartidismo, el cual prefiere la inmovilidad política y el miedo que conocemos muy bien. Desear lo contrario, el cambio, es delatar su naturaleza perversa.
¿Hacia dónde va el país con el bipartidismo? Pues sin duda que está yendo al abismo político y económico. Estamos cansados de que nos lleven por la ruta de la desgracia. Estamos cansado de que el bipartidismo nos diga que más allá no hay nada, que no hay forma de salir de la cueva oscura en que nos han metido. El bipartidismo se cree su falsa supremacía como si fuera un dogma. Los estadistas se creen apóstoles de la anexión y la colonia sin el PPD no va a misa. De tal manera, que el vicioso maridaje PNP-PDP dedica sus oraciones matutinas a la exclusión de los puertorriqueños con nexos con la soberanía y la modernización de la democracia. Se creen inmunes a cualquier prerrogativa más noble, generacional, diversa y trasparente.
El bipartidismo ya no tiene recuerdos, no tiene cosas pendientes con el pasado ni con el futuro progreso de los ciudadanos. Tener memoria es un inconveniente para los políticos de oficio que han mostrado ser los sepultureros de nuestro país. Creen que la justicia y la democracia están en otra parte, que son cosas de la otra vida. Según su perspectiva no es posible que el pueblo pueda disfrutar de una mejor vida sino cuando llegue la estadidad, o la tierra prometida o una nueva Jerusalén.
Y el pensamiento tímido de los pepedeistas es algo así como la continuidad del mito de Sísifo donde desde 1952 hemos sido castigado a cargar nuestra propia piedra para siempre. Para ambos el bienestar del pueblo está postergado hasta tanto no llegue la profecía. Es decir, que nuestros problemas reales son parte de una leyenda apocalíptica que nos dice que nos conformemos con lo que tenemos y a esperar. No hacer nada es la comodidad de los que se sientan en los cojines del bipartidismo.
La política tradicional bipartidista es pequeña, es venenosa y ya no representa los intereses comunes del pueblo. Hace tiempo que el PNP y el PPD dejaron de pensar en la democracia del pueblo. Ya no saben ni gobernar ni convivir partiendo de las diferencias y son indiferentes a la angustia colectiva.
Es decir que el bien obrar no existe y todo cambio está aplazado indefinidamente. El inmovilismo, la idea de no contar con el otro, es lo que está dando mal sentido a la vida a los puertorriqueños. Y encima nos acostumbran a tener miedo a nosotros mismos y prefieren un pueblo débil que no exprese su potencial.
El bipartidismo consagra lo que no somos, son defensores a ciegas de disparates que no fomentan la vida productiva. Ellos profundizan nuestras divisiones artificiales, en suma, criminalizan lo que es útil y propio políticamente para el país. Desde sus inicios, los padres del ELA predicaron la importancia de ampliar la soberanía asociada “noblemente acordada” para “vivir con decoro”. Son palabras del ilustre periodista Salvador Tió el cual también predijo la sicosis política del bipartidista.
También es de sicóticos proponer que el ELA era la única salida posible para el futuro político del país. Es decir vivir sin el ELA es morir. Está claro que el presente PPD ya no tiene ganas de defender nuestra soberanía, ni la cultura, ni la educación ni los servicios prioritarios. A sus líderes les cuesta mucho sacar la cara por Puerto Rico. Ciertamente, ese incómodo maridaje o pacto está afectando a todas las familias en la isla. Por tanto, tenemos que disolver el contrato que nos hace infelices y de una vez tomar las riendas de un nuevo giro y procurar una nueva relación entre el pueblo y sus lideres.
Los inquilinos frecuentes de Fortaleza han tenido la posibilidad en sobradas ocasiones de obrar bien, de gobernar bien y entender bien las prioridades del pueblo. Pero, les ha faltado coraje para corregir los errores costosísimos del pasado como el fracaso de la privatización de las instituciones publicas del país. ¿Qué ejemplo le da el bipartidismo tradicional a la juventud por su servilismo a la ley de Promesa? ¿Qué buen ejemplo le da el bipartidismo a una juventud inteligente y enamorada del país? ¿Qué ejemplo de democracia amplia y participativa da el bipartidismo cuando es incapaz de reformarse a sí mismo? ¿Qué le ha dicho el bipartidismo a las miles de familia que lo perdieron todo y han tenido que elegir una emigración forzosa a los Estados Unidos? ¿Por qué el bipartidismo no se pronuncia vigorosamente a favor de la protección de nuestro ambiente natural, histórico y comunitario? ¿De qué manera el bipartidismo es útil para solucionar los actuales problemas que tiene el país? ¿Por qué seguimos favoreciéndolos?
Los que salen a la calle, los que toman las playas, los que se sientan en los muros del capitolio, los que piden la libertad de Oscar López, los que levantan un libro, los que siembran la tierra, los que insisten en el arte, los que quieren librar las barreras de género y los que educan sobre la violencia doméstica, los que tienen una canción en el corazón, los que levantan la bandera; todos ellos juntos, son los excluidos del bipartidismo.
Sin embargo, la juventud puertorriqueña tiene nuevos abordajes, es contagiosa y nos obliga a repensar lo que somos y lo que tenemos. Y eso es un buen punto de arranque por donde aflore su fuerza y pasión por un Puerto Rico más ciudadano, más docente, mas inclusivo y aliñado de hábitos por la igualdad, respeto y un progreso que alcance siempre a las 78 comunidades municipales.
El autor es egresado de la Universidad de Puerto Rico y trabaja como profesor en Cambridge, Massachusetts.