Las paredes de la galería de arte suelen ser tan herméticas. Las superficies blancas se mantienen vacías para eliminar distracciones. La única labor del público es enfocar el ojo en el canvas (el espacio tiene que fomentar esa concentración). Pero como quiera, la galería, con su pulcritud y aire acondicionado, en ocasiones, parece tanto una sala quirúrgica que incomoda. Es quizás por eso que la colección titulada MEmoria, de la artista puertorriqueña Odalis Gómez —que se exhibió en galería 20/20 en Santurce— me parece tan refrescante, delicada y a la vez, poderosamente intuitiva.
Gómez trabaja mayormente el dibujo en lápiz y en tinta para confeccionar retratos tiernos que, con un leve cambio, uno o dos grados de perspectiva diferente, se transforman en profundamente melancólicos o hasta un chin siniestros.
En una serie de cut-outs, la artista nos ofrece tres dibujos de mujeres en papel, con recortes a tijera, de los cuales nacen flores. Con los ojos y labios cerrados parecen estar en paz, aunque sus órganos vitales están expuestos, aunque le brotan ramas de la caja torácica. Solo una de las mujeres sonríe.
Las piezas “Dando pecho” y “Peleando por respirar” cruzan el pugilismo con las vísceras. El primero es una escultura de papel rojo en forma de corazón y sus ventrículos dentro de una jaula de alambres dorados que cuelga del techo, una jaula en forma de bola de velocidad para boxeadores.
La segunda es verdaderamente un triunfo. “Peleando” consiste de un par de guantes de boxeo que cuelgan como pulmones en la pared, a los que también le nacen flores de las cavidades naturales, simulacro del oxígeno que da vida. Con cuidadosa y confiada artesanía, Gómez comunica una sensibilidad certera y veraz: la vida hay que ganársela, entre cada latir, inhalar y exhalar.
“Yo soy operada de corazón abierto”, confesó Gómez a Diálogo. Por eso sus piezas aluden a versiones fundamentalmente similares a esa experiencia formativa. En esencia, los trabajos que componen su MEmoria son intentos de sanar “otro tipo de operaciones de corazón abierto”, elaboró. Según ella, cualquier ruptura de un lazo afectivo —entre parejas, amigos o familiares— requiere una intervención con bisturí.
“Pensamientos elásticos”, otra de sus piezas, es una masa de gomas elásticas derretidas, con forma de cerebro humano, cuyo centro cuelga como un chicle. Esta también alude al “tira y hala” del tumulto emocional y a lo difícil que pueden ser los procesos de reconstrucción interior. “Más me identificaba elástica [porque] seguía regresando”, aclaró. Se acercaba al bienestar tan solo para recaer.
Fino y penetrante, el trabajo de la artista incluido en MEmoria está singularmente encausado por la intersección entre la identidad y el cuerpo físico en que habita, el espíritu y su recipiente de carne y entrañas. Aunque el título de la colección sugiere un viaje a su interior único y particular, MEmoria utiliza un tipo de aruspicina humana para tornar a la introspección en cosa de materialidad visceral, haciendo tangible y reconocible un proceso universal.