
Este encuentro se dio en la plaza Martí de Cuba en el 1964, país que amó el escritor y que despertó su conciencia política y activista. El reportero Alexander Vernix Rosado llevaba solo unos pocos días en la isla caribeña y ansiaba encontrarse con el afamado escritor Julio Cortázar.
Alexander Vernix Rosado: Buenos días señor Cortázar, me llamo Alexander Vernix Rosado Rivera y soy reportero del periódico “1 Minuto”. Es un placer entrevistarle.
Julio Cortázar: Muchas gracias, joven. Para mí también es un gusto.
Alexander Vernix Rosado:¿Cómo era la Argentina, su país de origen, en su niñez. Háblenos sobre esos años de infancia.
Julio Cortázar: Nací en Bruselas en agosto de 1914. Mi nacimiento fue un producto del turismo y la diplomacia; a mi padre lo incorporaron a una misión comercial cerca de la delegación Argentina en Bélgica, y como acababa de casarse se llevó a mi madre a Bruselas. Me tocó nacer en los días de la ocupación de Bruselas por los alemanes, a comienzos de la Primera Guerra Mundial. Tenía casi cuatro años cuando mi familia pudo volver a la Argentina; hablaba sobre todo francés, y de él me quedo la manera de pronunciar la «r», que nunca pude quitarme. Crecí en Banfield, pueblo suburbano de Buenos Aires, en una casa con un gran jardín lleno de gatos, perros, tortugas y cotorras: el paraíso. Pero en ese paraíso yo era Adán. Hubo momentos felices y tristes; demasiadas servidumbres, una tristeza frecuente, asma, brazos rotos y primeros amores desesperados.
Alexander Vernix Rosado: Tengo entendido que vivieron en Europa y que luego llegaron a Buenos Aires, a un suburbio de Banfield.
Julio Cortázar: Sí, allí pasé mi infancia y mi adolescencia. Los primeros años fueron difíciles porque además de que el mundo estaba pasando por momentos de escasez, hambre y destrucción,había un movimiento de reforma universitaria en mi país. Verás, Alexander, solo los hijos del poder tenían acceso a la universidad. Los estudiantes se movilizaron para denunciar esta injusticia y cerraron una de las tres universidades que operaban en aquel momento. Esto cambió mi forma de pensar y ver la vida. Por eso, más adelante trabajé para que la educación llegara a los campos.
Alexander Vernix Rosado: Usted trabajó cinco años como maestro rural. ¿Cómo fue la experiencia? ¿Le brindó satisfacción o frustración?
Julio Cortázar: Esa temporada de mi vida me llenó de grandes emociones y profundas reflexiones en cuanto a la educación en Argentina. La gente de los campos estaba muy dispuesta a aprender, pero los recursos eran muy pocos, faltaban materiales, la pobreza afectaba la enseñanza y no había apoyo del gobierno. Aprendí más sobre la sencillez de la gente, y al mismo tiempo, cómo ayudarles para que aprendieran. La gente era muy agradecida.
Alexander Vernix Rosado: Usted se fue a París en 1951, ¿cómo fue su experiencia allá y cuánto de esta influyó en sus escritos?
Julio Cortázar: Yo tenía 33 años en aquel entonces. Debía tomar decisiones importantes en la vida. París, para mí, fue un cambio de ambiente. Al ser becado para estudiar en la ciudad del amor, disfruté de sus paisajes y sus ambientes. Yo no podía desaprovechar esta oportunidad. Aprendí francés y trabajé como traductor para la UNESCO. Ya había publicado mi poemario Presencia, y la serie de relatos Bestiario en mi país natal. París para mí fue un respiro literario para tomar nuevas fuerzas y continuar escribiendo.
Alexander Vernix Rosado: ¿Cuál es su relación con el movimiento sandinista en Nicaragua?
Julio Cortázar: Déjame explicarte, Alexander. Algunos consideran que he sumado mi sensibilidad artística con la preocupación social. En 1976, fui a Nicaragua para encontrarme con mi amigo el sacerdote Ernesto Cardenal. El sí estaba involucrado con el movimiento sandinista. Descubrí en un rincón de una de las viviendas un montón de pinturas. Me fascinaron [por lo que decidí fotografiar cada obra a la luz del sol –de manera que sus colores fueran incluso más intensos. De vuelta en París, revelo las fotografías y durante una noche, solo en casa, decido verlas. Primero vienen las fotos de la misa dominical dicha por Ernesto, seguidas por las de algunos niños que juegan en la calle. Súbitamente, en lugar de las pinturas esperadas llegan otras imágenes, horribles, que evocan escenas de violencia y de muerte. Parecían los efectos trágicos
de las luchas revolucionarias, de arrestos, torturas y ejecuciones, entre ellas la de mi amigo el escritor Roque Dalton. No pude aguantarme y tuve que vomitar. Mi novia en aquel momento, dice que vio las fotos y eran muy bonitas. “¡Qué cosa más extraña!”, pensé. Parece ser que las imágenes de la injusticia y la guerra por la cual estaba pasando Nicaragua se quedaron en mi mente y de manera fantástica aparecieron otras fotos en mi imaginación.
Alexander Vernix Rosado: ¿De ahí se inspira usted para escribir su libro Nicaragua tan violentamente dulce?
Julio Cortázar: Correcto, le tengo mucho cariño a ese país y a su gente, pero la violencia la denuncio en mi libro. Expreso la injusticia del gobierno en contraste con la dulzura de su gente.
Alexander Vernix Rosado: Gracias por aclarar este tema. Ahora le quiero preguntar ¿Cómo usted describe lo fantástico?
Julio Cortázar: Lo fantástico es ese sentimiento interior que te hace ver las cosas desde otra perspectiva, exagerarlas, quizás y claro che, utilizar algo que no tiene límites: la imaginación. Yo siempre vi el mundo de una manera distinta, siempre supe que hay cosas que no pueden explicarse con la lógica. Consultar el mundo interior, las propias vivencias y la imaginación. Hay una realidad misteriosa que me fascina, por eso lo ves en mis escritos.
Alexander Vernix Rosado: ¿Cuándo se interesó por lo fantástico? ¿Era muy joven?
Julio Cortázar: Comenzó en mi infancia. La mayoría de mis compañeros de clase no tenían ningún sentido de lo fantástico. Veían las cosas como eran. . . “esta es una planta, un sillón”. Pero para mí, las cosas no estaban tan bien definidas. Mi madre que era una mujer muy imaginativa, me animó. En lugar de decir, “No, no, usted debe estar grave”, cuando di vuelta hacia el mundo de lo fantástico, ella me ayudó dándome libros para leer. Leí a Edgar Allan Poe por primera vez cuando sólo tenía nueve años. Robé el libro porque mi madre no quería que lo leyera; pensó que era demasiado joven y tenía razón. El libro me dio miedo; estuve enfermo durante tres meses. Para mí, lo fantástico era perfectamente natural, no tenía ninguna duda en absoluto. Cuando di a ese tipo de libros a mis amigos, ellos decían, “No, preferimos leer historias de vaqueros”. Los cowboys eran especialmente populares en el momento. Yo no entendía eso. Yo prefería el mundo de lo sobrenatural, de lo fantástico.
Alexander Vernix Rosado: Gracias por compartir con nosotros. Esperemos que continúe deleitándonos con sus obras literarias.
Julio Cortázar: Gracias por el apoyo. Nos veremos otro día, joven.
Luego de la entrevista, el reportero vio cómo se alejaba la figura del escritor en la
plaza y entendió que este encuentro, aunque real, había sido también un sueño que había cobrado vida.
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El autor es estudiante de octavo grado en la Escuela Superior de la Universidad de Puerto Rico (UHS). Este trabajo se realizó como parte de un taller sobre entrevistas ficcionalizadas que ofreció el doctor Mario Roche para el curso de español que dictó el pasado semestre la maestra Gabriela Calzada Rodríguez, bajo la supervisión de la doctora Cynthia Morales Boscio.