Tengo una relación bien estrecha con este sujeto, de seguro más cercana de lo que muchos quisieran. Aunque no lo conozco personalmente, ya me sé al dedillo todo acerca de él. Su linaje, su crecimiento, sus pasatiempos y los caminos que prefiere recorrer. Es como un artista que no se limita a un solo medio. A lo largo del tiempo se ha vuelto más creativo en sus formas de aparecer, y no hay lugar donde NO lo inviten que él no concurra. Llevo escuchando su nombre desde que tengo memoria. Como ya mencioné, no lo conozco por sí mismo, pero me han asegurado que lo conoceré. Entre las mujeres de mi familia es muy distinguido. Todas han pasado por él. Lo he visto en todos sus ropajes y debo decir que es muy único. Siempre a la vanguardia. Tiene la habilidad de llegar cuando menos lo esperas y dejarte estupefacta. Mis dos abuelas lo conocieron en sus cuarentas, estuvo con una y con la otra. Claro está, no a la vez… él es todo un caballero. Dejó a mi abuela Lidia para nunca volver. Con abuela Tata continuó una relación de vaivén. Después de su primera vez, se reencontraron dos veces. Parecía marcharse por completo, pero encontraba la forma de volver. Luego no fueron sólo ellas, sino que le dio con mirar a las más jóvenes. Puso su mirada en la generación que seguía. Al principio sólo mostraba pinceladas de simpatía. Les dejaba pisaditas de afecto desde que tenían 35 años. Así estuvo hasta que dejó un vestigio significativo en una de ellas. No subsistieron mucho tiempo juntos. Aunque él dio la batalla para no soltarla, finalmente no tuvo más opción que marcharse. Al individuo no le bastó con llegar hasta ahí. Ahora busca infiltrarse en la próxima generación. Una generación de mujeres a las cuales la ciencia ha nombrado “bombas de tiempo” genéticas. A nosotras sólo nos queda sentarnos a esperar esa cita, en la cual esperamos con ansias que nos dejen “plantadas”. Porque ya no es cuestión del azar, sino de cuándo y cómo llegará. Para todos aquellos que leen y aún no han comprendido, hablo del cáncer. Ese hidalgo que se ha filtrado en las vidas de miles de mujeres, y año tras año gana más victimas, cada vez más y más jóvenes. El cáncer del seno es uno de los tipos de cáncer más usuales entre las mujeres y se ha llegado a descubrir en adolescentes de apenas 18 años. Algunas tienen la suerte de descubrirlo a tiempo y otras no. Ya sea por cambios en la condición de vida o la unión de familias en donde hay una predisposición genética —como en mi caso—, la cantidad de pacientes de este cáncer ha ido aumentando. Hoy en día, todos tenemos una “abuela Tata” o una tía que ha padecido o padece de cáncer. Con la alta incidencia que existe actualmente, a aumentado la cantidad de pacientes de cáncer que, se presume, deben existir en una misma familia antes de que una persona se alarme y vaya a inquirir a su médico. Ya no basta con tener dos o tres familiares con cáncer porque eso ya es algo “normal”. La realidad es que hoy en día las que la ciencia nos ha declarado “bombas de tiempo” no somos las que vivimos el lado más triste. Nosotras ya estamos acomodadas para recibir a Mister C cuando se decida a dar la vuelta. Nos han preparado desde los 17 y 18 años realizándonos mamografías y radiografías rutinarias. Exámenes punzantes que los planes médicos cubren inexcusablemente porque saben que “estallaremos” en cualquier momento. Una joven que quisiera pasar por este doloroso proceso voluntariamente, tendría que pagar de su bolsillo o esperar a alguna clínica gratuita. Las que salen perdiendo son aquellas que no han tenido la misma dicha que yo de estar en “traning” desde los 12 o 13 años. Las que no han vivido escuchando acerca de lo que es una mastectomía, y cómo el rendir tus senos (que aún no tienes) podría en un futuro salvaguardarte de tener que bregar con las circunstancias. Las que pierden son las que se convierten en pacientes porque les llegó de sorpresa. Las que pensaron “eso nunca me va a pasar a mí”, “en mi familia no hay nadie con cáncer” o que simplemente nunca se hicieron una mamografía “porque soy muy joven”. Claro que sería mas fácil que todas y todos nos pudiéramos hacer mamografías, pero esto sólo pasará cuando los seguros los paguen sin necesidad de que la paciente ya tenga una sentencia. Esto sucederá cuando… bueno, nadie sabe. Lo más probable es que nunca ocurra, así que en lo que esto sucede se tendrán que conformar con realizarse un auto examen rutinariamente. Sí, ese mismo que sale en la “Cosmo” un mes sí, un mes no, o el que se encuentra en la parte de atrás de los marcadores de la Susan G. Komen. También puedes verificar cuándo volverán las clínicas gratuitas. Porque tu salud y la de tus senos no recaen en las secretarias ni oficinistas que manejan los papeles de tu plan médico, recae en ti. Para que si algún día te encuentras frente a la decisión de extirparte los senos, no tengas que decir “no me lo dijeron”.